País que arde y vuela
Opinión

País que arde y vuela

Emprendemos una andanza para mover una reforma a la ley de cultura de hace 27 años, con personas e ideas desde San Andrés a Leticia; de Puerto Carreño a Buenaventura

Por:
junio 13, 2024
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Este país en el que constantemente se oye un lamento coral a causa de tanto político sucio, de tanto matón, de tanto ladronzuelo y un montón de bandidos de cuello blanco, es más que otra cosa vibrante, es sobreviviente, es anhelante, fuerte; es musical, poco quejoso, es todo un llamado de energía que se mueve entre lo figurativo y lo surrealista.

Aquí se ha sabido de la guerra, se ha oído del odio, de las sangres, de la indolencia o la complicidad estatal algunos días; se han padecido otras veces las mentiras burocráticas, la desaparición, los cuerpos sin nombre, las fosas tétricas.

Pero aquí las vidas siguen, y cuentan, y denuncian, y siembran y recogen; en cualquier momento se les ve alzar vuelo porque también cantan, danzan todas las danzas y pintan murales, y cuanto es necesario levantan barricadas, se alzan y al tiempo montan una esperanza.

Entre un grupo del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes hemos emprendido una andanza por el mapa nacional con la idea de mover una reforma profunda a la ley de cultura de hace 27 años.   Vaya uno a ver, una reforma de leyes que se está haciendo con personas e ideas desde San Andrés a Leticia; de Puerto Carreño a Buenaventura. Una trasformación que trabajadores, artistas, gestores, productores, maestras, artesanos, músicos, vigías de patrimonio, cineastas y bibliotecarias, entre una cantidad incontable de oficios, están proponiendo de puño y letra y a voz en cuello.

En cosa de leyes, aunque ha habido avances trascendentales y la vida cultural ha servido para afrontar juntos de la mejor manera el desconcierto de la guerra, se quiere construir todavía mejores posibilidades desde la cultura para el país pobre, el país campesino, el de los ciento veintitantos pueblos indígenas; el país afro, el país de millones de víctimas, el país de poblaciones diferenciadas, el de economías populares.

Se busca con esto mantener e incluso fortalecer todo cuanto tienen el cine, los espectáculos, las industrias creativas, las bibliotecas, pero la  gente reclama  amparar mejor al teatro, la música, y otros que trasiegan con mayor dificultad; eliminar a la vez mucho trámite burocrático en las instituciones que dan estímulos, mejorar infraestructuras, centros de pensamiento; lograr que la gente que hace y vive cultura  participe con voto en la decisión de los programas y los presupuestos difíciles de los municipios o del propio ministerio;  que el turismo, la ciencia y la tecnología, las regalías, las telecomunicaciones entiendan que se nutren de la producción y el patrimonio cultural y tienen que devolverles algo.


Cosas que cuentan mujeres poetas sobrevivientes de la bestialidad paramilitar en los Montes de María, el Bajo Cauca, o las del Huila publicadas por Tierra de Palabras,  preguntando todavía por las noches de sus desaparecidos


La gira ha ido y sigue alucinada por el Vichada, Sucre, Chocó, Guaviare, Amazonas, Catatumbo, por ciudades grandes, por selvas metidas entre el Orinoco, el Guayabero, el Atrato o el Amazonas; cosas que cuentan mujeres poetas sobrevivientes de la bestialidad paramilitar en los Montes de María, el Bajo Cauca, o las del Huila publicadas por Tierra de Palabras, mujeres que escriben todavía preguntando por las noches de sus desaparecidos. Julio Siniva, el arpista, parteras, vicheras, músicos de blues leticianos, la bella zenú de sonrisa y sueño infinitos, Hidalgo, el llanero que no deja morir el toque de cacho para llamar el ganado; Blanca, la pintora en Villavo, mucho mambe, música sin reparo, se ve Venezuela al otro lado, se ven Brasil y Perú al otro lado, se ve Colombia al otro lado.

El tiempo muerto queda en el camino, bebes de muchas savias, y notas que es posible creer en ese mundo de gente decidida que en realidad ha estado en medio del fuego cruzado y sigue hablando del arte para recuperar el relato y no tentarse a agarrar los fierros.

Aquí la queja contra los gobiernos está viva, la repugnancia a los corruptos, la distancia de los burócratas cuando solo hacen presentaciones de Excel sin untarse las manos de mañoco, de sopa de queso o de gamitana.

Pies para que los quiero, si tengo alas para volar, parecen decir todo el tiempo, como escribió en una pared Frida Kahlo. Uno se mantiene bailando, viendo rostros de todas las pinturas que se acercan. Pasas la Puerta de Orión y sigues dejando peso en el camino. El canto está servido y si por esta vez es la gente la que va tejiendo una ley importante, algo va a terminar bien.

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