A propósito de la crisis de la educación, de que sirve estudiar tanto postgrado, maestrías y doctorados, si el mercado laboral no los puede ocupar a todos, y en el Estado hay que tener una palanca para ocupar un cargo correspondiente con esa formación, y muchas veces hay que tener una ética laxa para darle gusto al padrino político, y sus intereses.
Muchos profesionales del sector público con una alta formación académica tienen que hipotecar su pensamiento para obtener una oportunidad laboral como contratista, y legitimar una democracia clientelista.
Los funcionarios de carrera administrativa, ingresados por concurso de méritos, y al igual que los contratistas de prestación de servicios, en un alto porcentaje, ingresan por descarte, y sin vocación de servicio, al no encontrar otra oportunidad laboral ni desarrollo profesional.
Y los primeros, es decir, los de carrera , prestan sus servicios al estado por decenios, y nunca se les da la oportunidad de ascender en el escalón directivo.
El estado ha sido incapaz de construir una verdadera carrera administrativa que dignifiquen a sus funcionarios. En el gobierno de Petro esas políticas nunca han estado en su agenda. El clientelismo es el común denominador a todos los gobiernos.
Tanto se critica a los docentes del sector público por su baja calidad, críticas más políticas que reales, y hoy en día la gran mayoría tienen maestrías y unos doctorados.
Pero tan alta formación no se compadece con los salarios devengados , y comparados con otras latitudes. En ese sentido, la baja puntuación de las pruebas de los estudiantes de secundaria del sector público obedecen a otros factores y no a la formación de los docentes.
Los únicos ganadores en este escenario son las universidades tanto públicas como privadas. En las públicas, como se evidenció con ocasión de la crisis de la UN se descubrió toda una oligarquía académica con sueldos astronómicos y, en las privadas, con contadas excepciones, sus propietarios son acaudalados millonarios con una multitud de egresados frustrados o subempleados.
Bajo este panorama, un bachiller prefiere arriesgarse e iniciar un emprendimiento, o los llamados nini, y no arriesgar un alto capital en una carrera universitaria y, menos, un postgrado, que no le va a generar certidumbre de éxito profesional y, si muchas frustraciones.
Por lo anterior, tanto joven sin formación, y con formación, emigran en la búsqueda de mejores oportunidades. Y eso sin contar con el avance paulatino y silencioso de la inteligencia artificial que está reemplazando la mano de obra calificada y no calificada, especialmente en el sector privado. Cuando llegue al sector público se prenderán las alarmas y quizás ya sea tarde.
