Algunos piensan que Petro se parece a López Obrador. No obstante, AMLO es un campeón del pragmatismo que comprende el papel estratégico de los empresarios y de la inversión privada, a la vez que impulsa programas por la equidad social.
Claudia Scheinbaum es la primera mujer que triunfa en las elecciones presidenciales en México. Candidata de Morena, fue la apuesta de Andrés Manuel López Obrador. Para el presidente, las elecciones de ayer no eran, solamente, el mecanismo para elegir nuevas autoridades. Era el de un referendo sobre su gestión. Y vaya que lo ganó con creces.
Con una popularidad del 65 %, después de seis años de presidencia, AMLO es un fenómeno que ha sabido ubicar bajo una misma sombrilla dos estrategias: la de impulsar programas que combatan la inequidad en México y la proveer un ambiente favorable a los negocios.
Más allá de lo que AMLO habla (el mundo recuerda su aproximación, de consecuencias trágicas, a la pandemia en 2020) y hace en política (desconoció, por ejemplo, los resultados de las elecciones presidenciales de 2006, cuando ganó Felipe Calderón), su gobierno se ha caracterizado por el pragmatismo.
Por un lado, el poder adquisitivo de los trabajdores mexicanos ha aumentado en términos reales, incluyendo las “transferencias monetarias” (subsidios) a los más vulnerables. Programas como “Jóvenes construyendo el futuro”, iniciado en 2019, ha tenido alto impacto en la vida de millones de jóvenes mexicanos, permitiemndo su formación y apoyo económico mientras se capacitan.
Por otro, las cuentas fiscales son saludables y AMLO, nada estúpido, ha comprendido el rol positivo de la inversión, particularmente la extranjera, para el bienestar de la sociedad. Pragmatismo puro que se asocia a una moneda sólida y estable y a la confianza de los mercados internacionales.
En México, como en Colombia, la informalidad laboral es notoria. Sin embargo, la tasa de desempleo allí es inferior al 3%.
Ha sido un comunicador impecable que, mientras practica el pragmatismo en su relación con el empresariado, se relaciona, discursivamente, a diario, con “el pueblo”, dándole duro y parejo a la derecha. Mientras, la inversión extranjera se dispara.
Apoyo popular en alza y construcción de obras de infraestructura pueden ir de la mano. Como jefe de Gobierno del Distrito Federal entre 2000 y 2006 (alcalde en nuestros términos), es el padre de obras como el viaducto elevado (“segundo piso”) en el D.F.
Durante el gobierno actual hay varios proyectos insignia de infraestructura que cuentan con la participación activa de empresas mexicanas y extranjeras. El Tren Maya, que conecta los estados del sureste de México, la Refinería Dos Bocas (en Tabasco), inversiones privadas notables en proyectos estratégicos de energías renovables y, también, la colaboración con el sector energético para la exploración y explotación de recursos energéticos, son muestra del pragmatismo que apunta a mejorar la infraestructura del país. Es cierto: hay demoras y sobrecostos en proyectos como Dos Bocas, reproches a preferencias regionales… No obstante, la refinería está lista…
Duda inmensa genera la política de AMLO frente a la mafia y los carteles mexicanos de la droga, sustentada en “Abrazos, no balazos” y que se asocia al alza de la tasa de homicidios y a la impunidad en varias regiones del país.
Contraste entre el gobierno de AMLO y el del presidente Petro. Aunque las referencias discursivas de cara al pueblo son similares, las diferencias en los niveles de ejecución son abismales
No hay mucho que escribir acerca del contraste entre el gobierno de AMLO y el del presidente Petro. Aunque las referencias discursivas de cara al pueblo son similares, las diferencias en los niveles de ejecución son abismales. Diferencias dramáticas en los niveles de popularidad de uno y otro, que reflejan la ausencia de pragmatismo del mandatario colombiano frente al rol de los empresarios y la inversión extranjera, incluyendo el papel estratégico de las obras de infraestructura.
Recordemos que no hace mucho, en la Universidad Industrial de Santander, Petro se refirió a las obras viales 4G que conectan a Antioquia con el resto del país “como carreteras del capital, las que van a valorizar las tierras de la gente mas rica de Colombia”.
Es posible que sea tarde. Sin empresarios, sin inversión en alza, sin obras, sin programas sociales robustos, sin capacidad de ejcución, la matemátcia no da para aprobar un referendo en 2026 al estilo del que acaba de dar como ganadora a Claudia Scheinbaum en México. A menos que haya cambios de enfoque estratégico en el Gobierno del Cambio.