Lo que como mujer no voy a callar (a propósito de la violencia contra nosotras)

Lo que como mujer no voy a callar (a propósito de la violencia contra nosotras)

Esta cultura occidental es estructuralmente machista y el mundo aún lo es. Es puta una mujer que ama a dos hombres, pero es un playboy el que tiene a varias

Por: Mary Luz Herran Cardenas
mayo 31, 2024
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Lo que como mujer no voy a callar (a propósito de la violencia contra nosotras)

Este escrito surge de la visita que hice al lugar donde una mujer fue asesinada por el hombre que amó y por unos compañeros que en la madrugada escribieron sobre la violencia contra nosotras y la relación de la religión y el sentido de posesión. En mi entender y según lo que he vivido como mujer, separando el significado de posesión del de la concepción de la religión que nos ha impuesto un sentido de dependencia hacia el otro.

Compartir con “mi” pareja, crear, dormir, comer, alimentar el cuerpo de erotismo, de cultura, de poesía, de aprendizaje es válido, sobre todo al hacerlo con ese otro con el que la mujer se encuentra, se sienta segura, querida, amada, respetada, admirada, apoyada, y cuya relación se construye para avanzar, sin estar en una cárcel de oro como muchas veces lo sentí a pesar de que el discurrir político me permitió crecer con ese otro que amé.

El término “mi compañero” da seguridad, respaldo, saber que está ahí para no sentirse sola y que cuando se desee estarlo no genere un caos o cuando se desee compartir con otras personas no genere los celos enfermizos que traen discusiones y dañan la relación.

Esta cultura occidental es machista, y el mundo aún lo es. Pero hemos logrado como mujeres romper estigmas solo en estos últimos 70 u 80 años con altibajos, sin lograr romper las barreras que la sociedad aún nos impone. Es puta una mujer que ama dos hombres, pero es un play boy el que tiene a varias.

En política hemos logrado avanzar enormemente, pero aún subsisten las taras y la permisividad de millones de mujeres que normalizan la violencia política disfrazada de muchas formas. Y lo peor es que lo sabemos, lo vivimos, lo permitimos. Nos da miedo hablar y en otras ocasiones cuando hablamos o lo hacemos con la razón o caemos en el agujero profundo de la sinrazón de los apasionamientos sin fundamento causando un daño innecesario. Y ahí está el punto donde los feminismos han entrado en contradicción con hombres que nos señalan con términos que es mejor no recordar.

Ser mujer política, madre, amante, compañera, esposa, amiga o compinche, no tiene por qué ser en términos de sumisión o imposición. Acá debemos separar lo político de lo personal; pero sí reclamamos la sinergia entre los dos. Jorge Eliecer Gaitán era un gran líder y un pésimo esposo, machista que molía a golpes a su mujer (según me dijo alguien de su familia), dejando de lado a expresidentes que también lo han hecho inclusive contra sus propios hijos. Lo que defendemos en público también se debe aplicar en privado. Esta es la contradicción entre el ser y el deber ser. Yo creo que varias mujeres políticas hemos caído en lo mismo al permitir que los hombres que amamos, o nos usen o nos excluyan, o nos encierren en mundos paralelos en donde vivimos una falsa perfección de relaciones que solo son dañinas.

El padre de mis hijos me enseñó esa separación de lo político y lo personal sin ser dañino, me enseñó mil cosas, me llevó al mundo de la literatura, del erotismo, pero le hizo falta enseñarme a volar. Y eso lo aprendí en la vida, porque a veces pensamos que las relaciones son para siempre y muchas tenemos miedo a soltarnos y vivir la libertad tal cual la defendemos. ¿O cómo es posible que sigamos viendo mujeres violentadas por sus parejas, golpeadas y humilladas en la mañana y que sean felices cuando ellos les hacen el amor o las usan por solo sexo?

En la izquierda colombiana las mujeres gozamos de libertad, pero es difícil sobresalir en medio de “revolucionarios” donde son ellos los que marcan la pauta y deciden. Aún el 90% de los compañeros por no decir todos piensan arcaicamente, no se nos permite hablar como sentimos sino como debemos decirlo. Vestirnos como se nos dé la gana es un delito porque los escotes, las minis o las transparencias alborotan las hormonas y entonces pasamos de ser mujeres políticas a ser una “cosa”. Sigo arrastrando las cadenas por haber sido la primera esposa del presidente, y mis aspiraciones en la política se ven ensombrecidas, desconocen mi lucha por mas de 35 años, y mi preparación para asumir el reto que sea.

Mi paso por la guerrilla fue como cualquier otro hombre o mujer, sin distingo alguno, situación que no se vive hoy acá en esta política alejada de la clandestinidad, es mucho más difícil de lo que se cree. ¿O cuántas mujeres han sido dirigentes a la cabeza de sus partidos, candidatas presidenciales, cabezas de lista, o cuándo en las fracasadas reformas político-electorales, hemos articulado políticas que nos permitan participar en condiciones de igualdad?

Mucho deja que pensar cuando de aspiraciones se trata, por ejemplo el querer ser presidenta del partido de gobierno en Colombia Humana, ha desatado un sinfín de acusaciones, no basta conocer como la palma de mi mano casi todo el país o entregarme totalmente al fortalecimiento del gobierno del cambio y la organización del movimiento político, mi pecado es haber dormido con el hoy presidente. Eso es violencia política, congresistas temerosas conspiran con otras que se sienten poderosas, -inclusive hasta ponen en riesgo la personería jurídica de Colombia Humana- con tal de pasar por encima de los procesos políticos democráticos internos. Muchas y muchos predican, pero no aplican.

Que gran hipocresía es salir a medios de comunicación denunciado el feminicidio de cientos de mujeres en nuestro país cuando al interior de muchas de organizaciones sociales y políticas impera el machismo y se normaliza la violencia política.

Aún perduran esas taras de las cuales somos responsables por permitirlas. La normalización de la violencia contra la mujer sea cual fuere debe dejar de persistir, como la violencia entre nosotras mismas y los egos que impiden avanzar. Ahora seré señalada por decir lo que siento y pienso, pero mi compromiso no es mantener la imagen de un movimiento de izquierda sino proteger y fortalecer el cambio de todas y todos, y no servirnos en bandeja de plata para que una derecha hambrienta de poder nos siga señalando y acabándonos sin tener ellos una pizca de moral.

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