Seguramente que la actitud que asumió Claudia López a raíz del escándalo presentado en la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo -UNGRD- habría sido muy distinta si antes le hubieran abierto el proceso judicial que se le sigue por presuntamente haber redireccionado 12.000 millones de pesos hacia la campaña al Congreso de su copartidaria y actual senadora Angélica Lozano.
De igual manera, habría sido muy distinta tal actitud si antes del mismo episodio le hubieran llegado las salpicaduras producidas por la compra irregular de unas ambulancias que no resultaron ser tales, sino unos furgones mal adaptados a las condiciones que deben reunir aquel tipo de vehículos, y que ya han ofrecido riesgos de muerte a varios pacientes transportados en ellas.
Por supuesto que a Claudia todavía le asiste el derecho a que se presuma su inocencia, pues se trata de procesos judiciales todavía en curso. Sin embargo, esto no obsta para que la sindicada aprenda a controlar sus ímpetus verbales y su oportunismo político, así como su costumbre malsana de estar endilgándoles a sus oponentes políticos actos de corrupción en los que ella bien sabe que no tienen responsabilidad alguna.
Especialmente dañosa para su partido, Alianza Verde, ha sido su renuncia al mismo, alegando que dentro de él hay militantes corruptos y una ruptura con los principios que dieron origen a su fundación.
Pero más reprochable aún es la contraevidente insinuación de responsabilidad que ha proferido contra Gustavo Petro ante actos de corrupción descubiertos por su propio Gobierno, no obstante la lucha inquebrantable que ha dado a lo largo de toda su vida contra tan reprensible flagelo, la cual ha sido evidente en su repudio a las conductas en que se han visto implicados algunos de sus colaboradores y en la inmediata destitución de los mismos, como está ocurriendo en la ya mencionada UNGRD.
Fácil es relacionar esta conducta de Claudia López con el golpe blando que se cocina en las altas esferas del establecimiento, aunque posiblemente nos equivoquemos.
Pero lo cierto es que sirve de ingrediente adicional a los que la opinión pública viene conociendo desde antes de que Petro tomara posesión como presidente de la República y, ahora, en todos los actos y circunstancias que puedan capitalizarse en su contra y que sirvan para el desmedro de su imagen y del respaldo popular, lo cual es requisito indispensable para que tal tipo de golpes puedan salir airosos, o al menos para impedir que sus programas puedan continuar su curso a través de posteriores gobiernos.
En conclusión, sea o no su intención, Claudia López le está abonando el camino al golpe blando. Ojalá rectifique.