Recientemente, ha sido noticia el anuncio realizado por la Uncoli (Unión de Colegios Internacionales de Bogotá) de prohibir el uso de dispositivos tecnológicos (celulares, tabletas, relojes inteligentes) en los 27 colegios que hacen parte de esta asociación de colegios privados.
El objetivo de esta medida es sin duda que los estudiantes se desconecten de estos aparatos electrónicos que han generado fuertes casos de dependencia que inclusive rayan en la adicción, así como facilitar la labor de los docentes quienes nos enfrentamos a la constante desatención y distracción de nuestros estudiantes. Esto último se ve reflejado en los bajos y pobres desempeños académicos y en los aumentos de casos de matoneo y ciberacoso producto del mal manejo de estos equipos digitales y de las redes sociales.
“Lo que encontramos es que hay una fragmentación en el aprendizaje por la dispersión que generan estos aparatos. Hay afectaciones en la salud mental, que han generado inclusive temas de adición” afirmó el rector del colegio Los Nogales Camilo Camargo y quien preside de la Junta Directiva Uncoli en una entrevista a Caracol Radio.
Ante un mundo cada vez interconectado y “globalizado” los equipos tecnológicos se hacen cada vez más necesarios e importantes, el flujo constante de información haría pensar en una sociedad cada vez mejor informada y preparada. No obstante, está ocurriendo todo lo contrario, la desinformación, las noticias falsas o manipuladas y el control total de parte de las GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft) lo que implica la perdida constante de nuestra privacidad, hacen que nos encontremos en un total estado de indefensión.
Y de manera clara, lo anteriormente descrito se ve reflejado en los fuertes déficit de atención en los estudiantes quienes se ven sobrecargados de información rápida y corta que poco o nada aportan en la consolidación de su carácter como personas y de pensamiento crítico, todo lo contrario, los hacen más propensos y manipulables a los designios del mercado “globalizado”.
Siendo así, la medida se vuelve muy necesaria y oportuna. Sin embargo, esta medida restrictiva se puede quedar corta y no solucione el problema de raíz, el cual es el evidente mal uso de los dispositivos tecnológicos por parte de los jóvenes y los niños, junto con la poca regulación que hay del contenido y la información que aparece en las redes sociales.
Como docentes nuestra labor debe sobrepasar las medidas punitivas y restrictivas, es decir dejar de lado las políticas policivas que no nos corresponden, sino retomar nuestra labor educativa de contribuir a una educación crítica tecnológica a que permita a nuestros estudiantes utilizar de manera correcta estos aparatos, así como de cuestionar toda la información que reciban o vean por las redes, contrastándola con diferentes fuentes para no caer en el engaño colectivo.
Esta política de educación crítica tecnológica no es únicamente responsabilidad de nosotros los docentes, es menester que los demás actores del ámbito educativo participen: padres de familia, directivos y autoridades (gobierno). La tecnología es una herramienta muy poderosa que de ser utilizada correctamente puede llegar a ser muy útil en el proceso de aprendizaje y como de enseñanza, es un gana-gana si se enfoca con propósitos claros. Para ello, es menester que se definan horarios y límites de uso tanto en el colegio como en las casas, junto con la verificación exhaustiva del contenido que reciben los estudiantes. Inclusive, los padres de familia, y población adulta en general, deben recibir la misma educación crítica tecnológica de sus hijos e hijas para que no reproduzcan la misma desinformación y mal uso de los dispositivos digitales.
Así pues, la regulación del uso de los aparatos tecnológicos termina siendo el camino indicado sin olvidar ni dejar de lado a los libros. Suecia ha realizado un interesante proceso inverso, en el que han optado por regresar a utilizar los libros en sus aulas, algo que ha provocado efectos positivos en el proceso de aprendizaje, puesto que el uso casi exclusivo de dispositivos digitales en sus aulas había provocado una fuerte disminución en la capacidad de compresión de lectura y de escritura.
Bajo este panorama, la educación no debe separar la tecnología de los formatos clásicos (el papel) sino complementarlos en esta titánica labor que se ha convertido el enseñar en esta era de la desinformación y del salvajismo en términos de mercado y de supuesto apoliticismo que impone el orden establecido.
