El 1 de mayo el presidente inició campaña para su reelección a pesar de que la Constitución lo prohibe
Petro se despacha. Esto que parece un titular de Semana en su nueva época y en su pretendido sensacionalismo en el que el verbo despachar se volvió una impronta amarillista es una idea de lo que sucede hoy en el despacho presidencial de Colombia.
El presidente Gustavo Petro se despachó, en su connotación antigua, de la Casa de Nariño. Cuando las señoras de antes despachaban a sus empleadas de servicio porque no cumplían órdenes, o los patronos despachaban a los trabajadores que no rendían, los echaban del puesto, así Petro se despachó de su cargo gubernamental el pasado 1 de mayo.
No renunció porque eso sería darle gusto a la oposición, o incluso a Francia Márquez, a quien ve como alguien a quien le sobra pelo p’a moño, pero sí se va a dedicar de tiempo completo a lo que realmente le gusta hacer y sabe hacer, ser candidato.
Y es que Petro cree que de lejos es el mejor candidato para el 2026, aunque constitucionalmente no pueda. Pero desde el mismísimo 7 de agosto del 2022 sueña con el milagrito que le permita calcar la historia de Hugo Chávez en Venezuela o con el articulito que le dé licencia para emular a Nicolás Maduro y perpetuarse en el poder.
Y desde luego esa perspectiva que aún no se descarta implica torcerle el pescuezo, a como dé lugar, a la Constitución. a la Ley y al espíritu democrático.
Esta es una idea que contempla Petro diariamente, aunque algún duendecillo que le habla al oído le dice que ese sería su peor final y que mejor se trance porque segundas partes sean buenas si no son continuas.
Y esta puede resultar si Verónica Alcocer logra convencerlo de que, así como ella ya se desmontó de la idea de ser la Cristina Fernández de Kirchner colombiana, es mejor apostarle una reforma que permita la reelección no inmediata, que de paso sería bien vista por los uribistas y le daría un segundo aire a Petro que se volvería viable si Uribe tiene una tercera oportunidad.
Y como el plan B consiste en poner su heredero hay que hacer ya campaña. Y Petro ya se lanzó como candidato per se, para él o para su sucesor. El problema es que en este caso no hay con quién. No serán Armando Benedetti ni Roy Barreras, los primeros en embarcarse en el Pacto Histórico con esas pretensiones, porque lamentablemente sus acciones se han caído en picada.
A la hija de su excomandante Carlos Pizarro, María José Pizarro, literalmente, le falta pelo p’a moño y Gustavo Bolívar, que sería el candidato ideal de la Primera Línea, hoy por hoy es cada vez menos taquillero. Y por su parte, Antonio Navarro ya no aguanta un hervor.
Le quedan sus ministros Guillermo Alfonso Jaramillo y Luis Fernando Velasco que se debaten hoy como gatos boca arriba en el intento de hacer méritos para ser “El que diga Petro”.
Y en la banca sigue en calentamiento Alfonso Prada desde la ciudad luz a la espera de iluminarse para aterrizar en la campaña del Pacto Histórico o como se llame el nuevo partido que todo indica que puede ser M19, con su nueva personería jurídica conquistada con el Consejo Nacional Electoral. El canciller Alvaro Leyva no solo está pasadito de años, sino que no es precisamente la metáfora del carisma.
Pero lo que es claro es que le toca si o si hacer campaña y ahí estaría Petro en su salsa. Y pueda que si sea el mejor candidato dado que en sus filas no se vislumbra nadie que le de la talla. Y por el lado de la derecha y el centro derecha sí que menos.
La oposición colombiana está repitiendo la historia de la venezolana que no supo ni sumar ni multiplicar en su momento y le facilitó la vía dictatorial a Chávez y compañía, y la colombiana no ha cogido ni un día el toro por los cuernos. Se ha dedicado a criticar cuestiones de forma como los tenis de una ministra y en las cuestiones de fondo como lo eran las reformas no ha estado a la altura del debate y de las circunstancias.
Este es el mejor escenario para Petro porque como presidente en funciones decidió ser gobierno y oposición al mismo tiempo. Como no puede gobernar bien porque sus cuadros revolucionarios no se prepararon para gobernar y entre improvisaciones y oportunismos lo han hecho quedar mal, Petro hace contrapeso a la oposición, que a pesar de sus limitaciones le confronta su actuar presente, con algo que se inventó con cierta habilidad y es la forma de hacer oposición al pasado.
Eso en sus arengas de opositor con retrovisor produce euforia a sus barras bravas que viven en oposición permanente y a lo que sea, porque esa es su salsa. Y eso de alguna manera “legitima” su tarima, ya sea reeleccionista o cesionista del trono.
Por eso la consigna de Petro hoy pareciera ser “Golpe con golpe yo pago” como en la canción de Pastor López, que traducido al buen romance sería marcha con marcha yo pago, ya que esa es la forma de permanecer en campaña de aquí hasta las elecciones para el 2026.
Y la derecha y la centroderecha caerán redonditas en su juego, que hoy por hoy el presidente despachado es quien mejor lo hace.