Diez victimas de la tragedia del 2 de mayo de 2002 viajan a La Habana, sede de los diálogos de paz. Los comandantes de la guerrilla han aceptado pedir un perdón público al pueblo de Bojayá. Aceptan su responsabilidad. Habla en nombre de las Farc, Pablo Catatumbo, jefe del Bloque Occidental con mando sobre el Chocó.
“Las FARC-EP quieren agradecer con sentimientos de fraternidad y profundo respeto, en primer lugar a quienes desde el Chocó empobrecido y digno han venido a Cuba para mantener un diálogo y encuentro con nosotros. A las personas que aquí, hoy, representan a las comunidades de Bojayá y a otras poblaciones del departamento y de la región; a doña Pascuala, Delis, Leyner, el padre Antún, Elizabeth, José de la Cruz, y a quienes les han acompañado por años, Jesús, Albeiro; a Plácido, representante indígena.
Agradecemos igualmente el apoyo generoso y la ayuda de los países garantes, Cuba y Noruega, a los países acompañantes, Chile y Venezuela, a la delegada de la Oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas y a quienes sirven de testigos y también acompañan procesos comunitarios, Manuel y Danilo, en representación de CONPAZ y de la Comisión Intereclesial de Justicia y Paz. Y a los invitados en representación de la Delegación del Gobierno en la Mesa de Diálogos de La Habana.
Estamos ante compatriotas venidos desde lejos y desde dentro de Colombia, a quienes queremos rendir un tributo que honre la verdad, con quienes nos sentimos hermanados para superar la realidad del conflicto armado. Esta confrontación la deseamos acabar entre todos, conscientes de que sus orígenes y causas son económicas, sociales y culturales, con estructuras de segregación, exclusión, desigualdad y explotación. Tal confrontación ha provocado violencia y destrucción alcanzando niveles absurdos de inhumanidad. Siendo esto así, es obligación de todas las colombianas y colombianos esforzarnos plenamente para que nuestro mañana sea el de un país en democracia con justicia social integral, con derechos colectivos garantizados, con el mayor estado posible de felicidad y de buen vivir.
En el primer semestre de 2002, hace ya más de doce años, Colombia entraba en la fase de mayor confrontación que hemos conocido, habiendo fracasado el proceso de paz del Caguán y en plena implementación del denominado Plan Colombia. En ese momento, un conjunto de acciones militares ofensivas se desarrollaba en todo el territorio nacional por parte del Estado con asistencia militar extranjera, en un contexto de expansión ilimitada del paramilitarismo,
Una de las áreas en las que se ensayó y se ensañó el paramilitarismo como brazo operativo de las fuerzas militares, fue ese punto de nuestra geografía en el Atrato, en concreto Bojayá. Los hechos son conocidos, como lo documentó en ese entonces la ONU.
Como ya está narrado directamente por las comunidades víctimas, hubo un momento fatal, el 2 de mayo de 2002, en el que el desvío de un proyectil de fabricación artesanal dirigido contra la mayor posición paramilitar en la localidad provocó la desgracia y el infortunio al caer en el templo católico donde se había refugiado la población que no alcanzó a huir de Bojayá antes de la toma paramilitar y los duros combates posteriores.
Murieron en los hechos 79 personas, dejando dicha tragedia, además de una profunda tristeza, graves consecuencias de todo orden en las familias y comunidades de los fallecidos, en los sobrevivientes y en nuestra común memoria colectiva.
Lloraron los habitantes de Bojayá y lloramos también nosotros, debemos decirlo sin ofensa alguna, con transparencia y honradez, pues en dicho suceso fatídico murieron inocentes, hombres, mujeres, ancianos y niños, también entre ellos amigos y familiares de los propios insurgentes, quienes tuvieron que vivir ese horror en toda su complejidad y obscuridad.
Desde entonces, este hecho nos ha dolido en el alma guerrillera, y por ello, ahora cuando estamos dialogando para construir la paz con verdad y justicia, debemos expresar, como lo hicimos días después en un comunicado, que sentimos un profundo pesar, que nos duele hondamente el fatal desenlace que para la población de Bojayá significó ese terrible suceso.
Así lo manifestamos en comunicado del 8 de mayo de 2002, y con esa verdad inocultable, que debemos asumir, ratificamos lo que entonces dijimos: reconocemos el hecho, expresamos nuestra desolación y pesar por el resultado y nuestro reconocimiento y empatía a las víctimas, a sus familiares, a sus amigos y a sus vecinos.
Ciertamente hubo un resultado nunca buscado ni querido. Declararlo hoy no repara lo irreparable, no devuelve a ninguna de las personas que perecieron ni borra el sufrimiento generado a tantas familias, sufrimiento del cual somos conscientes y por el que ojala seamos perdonados.
Las FARC EP sabemos que ninguna palabra a utilizar podría describir correctamente la sensación de pérdida para los que ese día perdieron a sus seres queridos, y por ello reconocemos y expresamos nuestro dolor más profundo por el sufrimiento causado a tantas personas.
A todas las personas que han vivido dolor por este desenlace en Bojayá hace doce años, y a la gente del Chocó, reiteramos nuestro pesar profundo por lo sucedido. Ese hecho nunca debió ocurrir.
Nos hemos reunidos con representantes de las víctimas y acompañantes, para tratar no sólo sobre la verdad de ese hecho, sino para buscar cómo podemos en lo posible resarcir, no sólo reconociendo el daño causado entonces, sino desarrollando una serie de propuestas encaminadas al diálogo, a actos reparadores, y a ofrecer y consensuar medidas de no repetición.
Las FARC-EP estamos considerando, de acuerdo con nuestras capacidades, posibilidades y obligaciones, unas respuestas lo más integrales posibles ante nuestra deuda con la comunidad de Bojayá. Respuestas de diferente índole, para lo cual damos por abierta una nueva y más madura fase de consultas para acordar actuaciones reparadoras y transformadoras, a realizar con las comunidades afectadas por este hecho
De nuevo expresamos que no hay palabras para abarcar lo sucedido y para manifestar nuestro pesar infinito por la pérdida de sus seres queridos. Los sentimos también como nuestros deudos. Queremos que sepan que sí tenemos consciencia de lo sucedido y del dolor, y que por lo mismo nuestro horizonte moral no es el de evadir la verdad sino el de afirmarla, junto al compromiso ético de coherencia para el cambio colectivo, para que el país de los pobres, de los negros, de los indígenas, de las mujeres, de los niños, de los de abajo, tenga vida, no más muerte.
Precisamente, tras haber recibido en La Habana cinco grupos de víctimas de todos los actores del prolongado conflicto social armado nacional, y haber experimentado una vez mas el dolor que nos ha acompañado y nos acompaña a todos por las tragedias que durante décadas han afectado el alma de Colombia, en el día de ayer anunciamos la decisión de declarar un cese unilateral e indefinido y vigilado de fuegos y hostilidades buscando recoger con ello el inmenso clamor de paz de la nación entera.”