La falta de liderazgo político en Colombia, a la derecha, la izquierda y en el centro es apabullante.
La última perla, la de la inasistencia del presidente Petro al cónclave en Paipa, un evento que se suponía crucial para enrumbar las acciones del gobierno en los 27 meses que aún le quedan, es apenas una de las manifestaciones de lo que, durante años, se ha venido consolidando: la mediocridad de la dirigencia en todo el espectro de la política.
Gobernando o en la oposición, los líderes políticos colombianos parecieran haber renunciado al esmero y al esfuerzo que sus responsabilidades les demandan.
Cualquier ministro actual de pensamiento medianamente crítico tiene que lamentar, aunque sea para su propia conciencia, que el jefe, el presidente, por cualquier motivo, no pida cuentas, no evalúe, no dé línea, no trace los necesarios correctivos. Es lo que deben hacer los jefes en cualquier tipo de organización.
Para prepararse para el cónclave del fin de semana pasado, con certeza, los ministros pusieron a correr a sus viceministros y éstos a sus directores y así, sucesivamente, a técnicos y el mar de consultores, con el fin dea producir informes acerca del nivel de ejecución en los múltiples programas a su cargo. “Es para el Presidente”. Y resulta que al presidente no le interesan los informes. No es la primera vez, así que la desazón ministerial, así no se diga en público, debe ser grande.
¡Ah! Y la tarea de algunos ministros de tener que justificar las ausencias y de mostrar, con lugares comunes, el éxito del cónclave. Aburridor.
Poco importan las razones de la inasistencia del mandatario. La realidad es esa: la gestión es deficiente porque al jefe poco le interesa la marcha del ejecutivo. No significa que no le interese la política y que no se esté moviendo, a su manera, hacia la consecusión de sus propósitos. Pero, eso sí, la gestión del gobierno no es lo suyo.
Hacia el centro del espectro la mediocridad no tiene relación con las habilidades técnicas. ¿Qué mejores calificaciones que las de Sergio Fajardo o de Alejandro Gaviria, solo para mencionar dos de los líderes del amorfo centro, para gobernar? En el centro, como lo demostraron con creces sus líderes durante la campaña de 2022 (y del 2018), es la incapacidad de todos de llegar a acuerdos, de orientar a la ciudadanía hastiada de extremos, la gran mayoría, lo que los marca. Cero y van dos. Patético.
En cuanto a la derecha, la orfandad de liderazgo, una vez eclipsado Uribe, es pasmosa
En cuanto a la derecha, la orfandad de liderazgo, una vez eclipsado Uribe, es pasmosa. Solo para recordarlo, que la segunda vuelta haya culminado con el ingeniero Rodolfo Hernández como candidato, es la señal de la extrema pobreza política, de la ausencia de dirigentes competentes en ese lado del abanico. En la actualidad, la línea pareciera ser la de capitalizar al son de los desatinos del gobierno, de los golpes que se inflige a sí mismo.
Las manifestaciones del domingo 21 de abril desbordaron a los líderes. La gente está harta y, por múltiples razones, salió a la calle a decirlo. Pero nadie puede atribuirse el éxito de la movilización.
¿Por qué Colombia se da el lujo de aceptar y tragarse la mediocridad? La respuesta es simple: la ciudadanía no pide cuentas. Vota y elige y no exige.
Hay, sí, alharaca permanente en las redes, que parecen un hervidero, aunque no pasan de eso: batallas digitales campales de bodegas contra bodegas, fanáticos que se sacan virtualmente los ojos sin que haya control político ciudadano efectivo.
Salva a Colombia que, pese a sus problemas, a la violencia, a la persistencia del narco, hay una mínima solidez institucional, construida por otras generaciones de líderes, que dan alguna esperanza de sobrevivencia de la democracia.