Cuando el Country Club de Medellín le negó la membresía a Pablo Escobar, la respuesta del capo fue comprar dos lujosas casas justo al frente del club, las mandó tumbar y al siguiente día empezó la construcción del Edificio Mónaco, el más lujoso y ostentoso que pudo haberse levantado en la historia de la capital antioqueña y del país. Era 1985 y Escobar ya tenía encima el nombre de narcotraficante.
Un par de años después, el 13 de enero de 1988, en medio de escoltas armados hasta los dientes, Escobar y su familia, saldrían del edificio Mónaco en camionetas blindadas con rumbo desconocido. Cinco minutos antes frente a la edificación había estallado el primer carro bomba que se detonó en el país. Lo mandó poner el Cartel de Cali de los hermanos Rodríguez Orejuela.
Cuando la policía entró al Mónaco, adentro se encontraron con un palacio metido dentro de la edificación: 12 apartamentos independientes y 1 penthouse de lujo. Todos los apartamentos tenían jacuzzi, gimnasio y salas de billar. En todos los rincones del edificio había obras de arte de los más grandes pintores y escultores como Alejandro Obregón, Fernando Botero, Enrique Grau, Auguste Rodin y Rodrigo Arenas Berancourt. Abajo en el parqueadero había 34 carros deportivos. El edificio también tenía dos piscinas y una cancha de tenis.
Desde aquel momento todos buscaban a Escobar. Unos para trabajar con él, otros para matarlo y otros para capturarlo. Y también desde aquel momento el Edificio Mónaco se convirtió en un símbolo del hombre que en aquella Medellín llamaban El Patrón. Aunque los gobiernos nacional y local buscaron darle otros usos al edificio, nunca pudieron quitarle de encima el aroma de ser la casa de Pablo Emilio Escobar Gaviria. Todos los que pasaban por el frente tienen una foto con el edificio detrás.
Con la muerte de Escobar en el tejado de una casa sencilla, en el barrio Los Olivos, en el occidente de Medellín —nada comparada con las excentricidades al interior de El Mónaco— los recorridos que mostraban la historia del capo hicieron de Medellín un atractivo turístico principalmente para extranjeros interesados por un tabú llamado Pablo Escobar.
Una actividad que nada le genera orgullo a la mayoría de los paisas; pero otros tantos se lucraban y lo siguen haciendo con los narcotours de Escobar, que pueden llegar a costar entre 200 mil y 500 mil pesos, pero hoy ya cuentan con menos elementos para mostrar porque los gobiernos, principalmente locales, que han intentado borrar aquella incómoda memoria, tumbando los símbolos físicos que los agentes de los narcotours les ofrecían a sus clientes.
Lo que no tumbaron 80 kilos de dinamita en 1988, pero que fue el inicio a una guerra entre los dos carteles más poderosos en la historia oscura del país, el de Medellín y de Cali, lo mandó a hacer el 22 de febrero de 2019 el hoy dos veces alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, quien para la fecha pasaba por su primera alcaldía. La implosión del Edificio Mónaco, que costó alrededor de 2500 millones de pesos, y que tardó 5 segundos en caer, fue el primer paso real para borrar la imagen de Medellín como ciudad narco.
El narcotour que se sigue ofreciendo, principalmente por internet, brinda la visita a la tumba de Pablo Escobar, a la casa en el barrio Los Olivos donde fue dado de baja por el Bloque de Búsqueda el 2 de diciembre de 1993. Esta casa también cambió. Aunque no la han tumbado, debido a los centenares de turistas que llegaban al barrio y se paraban frente a ella, los vecinos exigieron a los actuales dueños al menos cambiar su fachada para que dejara de ser la misma donde mataron a Escobar Gaviria. Así lo hicieron. Es ahora una casa de tres pisos donde funciona una escuela de idioma español para extranjeros.
Otra ruta prometida del narcotuor es el barrio Medellín sin Tugurios, que el capo mando construir para personas pobres, ubicado en la parte alta de la comuna 9 y la hacienda Nápoles. Ya poco se visita el lugar donde quedaba el Edificio Mónaco, que hoy es un parque llamado Memorial Inflexión.
Dentro de este narcotour, también estaba la vista a la casa museo Pablo Escobar, que también usada como vivienda personal por su hermano Roberto de Jesús Escobar Gaviria, alias el Osito, quien dirigía y atendía el lugar donde se podía encontrar desde imágenes alusivas a la vida del capo así como automóviles y motos de su propiedad, hasta la avioneta que estaba a la entrada de la Hacienda Nápoles. La visita a la casa museo y el recorrido tenía un valor de casi los 200 mil pesos
Pero este museo también cayó. Después de varias maniobras dilatorias por parte de El Osito para no entregar la casa, el pasado 22 de marzo, la Sociedad de Activos Especiales, encargada de administrar los bienes incautados a los narcos y corruptos por extinción de dominio, pudo hacerse con el predio, sacar al hermano del capo y acabar con el museo que había creado en honor a la memoria de Pablo Emilio Escobar, que le generaba buenos ingresos diarios, por el precio de la entrada y la venta de artículos alusivos al capo.
Aunque la ocupación del lugar, ubicado en el barrio La Asomadera 2 que estaba en manos de testaferros y avaluado en más de 12 mil millones de pesos, lo había ordenado la Fiscalía de Francisco Barbosa el 20 de octubre de 2023, esta no se había hecho efectiva por recursos que interpuso el hermano del extinto narcotraficante. El Osito no pudo llevarse todo lo que mostraba como propiedad del capo. Los carros, la moto y la avioneta que eran evidentemente propiedad de Pablo Escobar también se quedaron en poder de la SAE.
Con la destrucción del Edificio Mónaco, el cambio de imagen de la casa donde mataron al capo, y el cierre del museo que lucraba a El Osito se van cerrando las opciones para que los agentes de turismo que quieren seguir mostrando a Medellín como la cuidad narco de Colombia se lucren con la historia que Medellín y el país quiere olvidar.
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