El pasado sábado, se realizó una conferencia titulada: “Ese tal Big Bang no existe: La teoría de la relatividad en cuestión” en la Biblioteca Luis Ángel Arango a cargo de su director, Alexis De Greiff. El evento reunió a más de seiscientas personas, cosa que asombró a asistentes, organizadores, e incluso al mismo expositor, quien no dejaba de mostrar su sorpresa.
Entre los espectadores, había personas de todas las edades: jóvenes y adultos; sería injusto decir que la mayoría eran estudiantes de física o astronomía, no tengo datos al respecto, pero dudo que haya sido únicamente ése selecto círculo académico el que abarrotó el espacio. En lo personal, soy psicólogo, pero desde muy pequeño me he deslumbrado por los misterios que oculta el universo; quizá como decía el expositor: “porque este es un problema existencial, más que científico”.
La conferencia transcurrió entre lo epistemológico, filosófico e incluso, político, en medio de interrogantes y dudas sobre la supuesta objetividad de la ciencia y su rol de poder.
También hubo reflexiones sobre las escurridizas nociones de Tiempo-Espacio que hacían difícil descifrar cuando se divagaba de poesía, o de rigor científico.
Todo esto hacía prever una atmósfera de profunda reflexión intelectual y existencial.
Al finalizar la conferencia, se dio paso a las preguntas; ¡Cuál sería la sorpresa de los asistentes!, incluyéndome, al ver cómo se anunciaba el interrogante de una niña de siete años que mostraba su inquietud sobre el Tiempo-Espacio, y el no resuelto, enigma del origen del universo.
Debo reconocer que lo primero que pensé, y seguro muchos asistentes del selecto y presumible público escéptico, que la había escrito alguno de sus padres a nombre de ella.
Sin embargo, fuimos testigos al ver la evidencia empírica que se nos arrojaba a los ojos, cuando fue llamada por el conferencista al frente.
La niña pidió subir a la tarima, y ya con el micrófono en la mano, extendió sus preguntas con una claridad y convicción excepcional, compartiendo un dibujo que había realizado sobre el Big Bang. Se sentía el asombro del público al quedar atrapados en la maravilla que significaba ver cómo esta niña mostraba un prodigio intelectual que de seguro muchos en la sala le envidiamos.
No satisfecha con su intervención, decidió tomarse unas palabras más para explicar lo que ella entendía del origen del universo. Al finalizar, todos los asistentes, en un sonoro aplauso le hicimos saber la gracia y simpatía que nos despertaba su presencia.
Desde el sábado no me he podido eludir de algunas dudas que me han tenido impaciente: ¿Esta niña tendrá las oportunidades de seguirnos maravillando a muchos ciudadanos en el futuro con su destreza? ¿Sus padres tendrán trabajos estables, sin tercerización laboral cuando llegué el momento de pagar su universidad? ¿Será recompensada su pilera, o hará fila en el Icetex? ¿Sus padres como ‘ciudadanos de bien’, no tendrán ningún reporte en Data-crédito si es que requieren de un préstamo estudiantil? ¿Tendrá esa niña la suerte de no ser hija de maestros a cargo de la nómina de Gina Parody?
En lo personal, a mí me interpela mucho como ciudadano ver de manera concreta y viva cómo una niña de siete años, sorprende a un público inmerso en todo tipo de complejas reflexiones epistemológicas y existenciales, mientras imparte las suyas. Me llena de orgullo y satisfacción saber que esa niña existe y mi único deseo es que en escasos diez años, cuando seguro ya estará ad portas de la facultad, no tenga el menor inconveniente para acceder a la educación que le dará la formalidad necesaria para proponer la solución de los interrogantes existenciales que la abrigan ahora de niña y que de seguro, lo seguirán haciendo de adulta.
Temo mucho, que no sea tan afortunada y que en vez de ser parte de las alegrías de éste país, sólo la tengamos en Colombia de vacaciones mientras completa su obra y sus habilidades en alguna otra región donde la educación sea gratuita y universal y tenga tiempo necesario de pulir los lentes de un telescopio que le ayuden a apuntar a las estrellas como muchos algún día también desde niños, lo hemos soñado.