Has oído hablar del “Síndrome del nido vacío”, Flores, E. (s.f.) publica sobre esto que “El síndrome del nido vacío es un proceso de duelo que tarde o temprano terminan experimentando muchos padres cuando los hijos dejan el hogar”, pero creo que hoy por hoy debemos reflexionar un poco más sobre el tema porque pienso que no sólo se puede vivir cuando los “hijos dejan el hogar” físicamente, son muchas las formas de dejar.
Nuestros hijos son sobrevivientes de una pandemia, la que no sólo se llevó muchos familiares, amigos y conocidos de esta vida terrenal, sino que también nos permitió hacer de una herramienta ampliamente conocida por muchos nuestro medio más valioso para seguir en contacto con el mundo exterior sin exponernos: el internet, con sus correos electrónicos, videollamadas, chats, transmisiones en vivo, redes sociales, fue lo que mantuvo a muchas personas en pie, a muchos les ayudó a salir adelante, a no sentirse solos, a sentirse importantes.
Si bien muchos padres nos quejábamos porque nuestros hijos “vivían” pegados al celular, o al internet, ahora, después de la pandemia comprendimos que estábamos cortos con esa apreciación, ahora muchos no vemos a nuestros hijos en todo el día, y ¡están en casa!; no hablamos con ellos y parece que es más expedito mandarles un WhatsApp o un mensaje por Telegram, ahora no sólo viven pegados al celular y al internet, sino que su espacio se redujo: ya no viven en la casa…. ¡viven en su cuarto!. Secuelas de la pandemia
Es un pensamiento complejo, considerando que aún después de la pandemia, el internet cambió para bien o para mal la vida de muchas personas, la tecnología se afianzó, se radicó más profundamente en nuestra sociedad, en la humanidad. Se ha convertido en una necesidad imperiosa para todos en todos los espacios y relaciones.
Muchos perdieron sus negocios de tradición familiar y años de éxito, otros renacieron como el “ave fénix” y otros más iniciaron los suyos con una nueva visión, ahora son más los domicilios, los negocios en línea, las compras en tiendas electrónicas; todo esto, secuelas de la pandemia.
Muchas personas encerradas en su casa se sintieron bien y ahora es desesperante para ellas tener que salir a trabajar o a hacer una diligencia, más aún si tiene que conducir un vehículo en su ciudad, dónde siempre el tráfico fue horrible pero ahora le desespera más. Se acostumbró sin darse cuenta a resolver todo desde la casa, sin necesidad de salir corriendo a ganarse malos ratos por la motocicleta que se le atraviesa cuando conduce, por la señora con el bebé en el coche que no recuerda que para que transite existe un espacio llamado andén, por el adulto mayor que cruza la calle y no mira por dónde puede venir un carro, por tantas imprudencias, que no son nuevas pero que ahora se notan más. Pero otras, por el contrario, aprendieron a valorar más el contacto con los demás, no necesitan excusa para salir, para hacer una visita, para pasear en un centro comercial, tomarse un café donde el señor del burrito y encontrarse allí con algún amigo para conversar y hablar de viejos tiempos y hasta recordar amigos que la pandemia se llevó. Son secuelas vividas por cada uno, a su manera.
Muchos de nosotros decidimos recordar que existe un ser maravilloso llamado Dios, y hasta aprovechamos la pandemia para reencontrarnos con Él, para conversar, contarle nuestros anhelos, nuestras esperanzas y hasta para preguntarle si podríamos salir de nuevo, si podríamos ver a nuestra familia completa, a cuántos amigos no volveríamos a ver. La pandemia pasó y para muchos, ese Ser que nos acompañó, nos escuchó, nos consoló, otra vez volvió a dormir en nuestro recuerdo, en nuestro corazón o tal vez ya no sabemos por dónde se quedó. La pandemia, otra vez la pandemia, tuvo algo que ver con eso.
Hubo un momento en que muchos decidimos no ver redes sociales, porque ellas sólo daban malas noticias, volvimos a saber de ese gran amigo del colegio, con el que hicimos tantas travesuras, volvimos a ver una foto suya de cuando era niño y lo reconocimos, pero Facebook nos dijo que había fallecido producto de un virus que rondaba por el mundo entero, ese que se convirtió en pandemia. Rogábamos que ese virus desapareciera, que se acabara, pasado el tiempo volvimos a utilizar el Facebook, parecía que estábamos haciendo un inventario de nuestros amigos y familiares, era como hacer un check list, este está, este no, este tampoco, tampoco…. muy triste esa revisión para muchas personas.
Cuando nos enterábamos por el Facebook de la noticia que publicaban sobre la muerte de un familiar o de un amigo era muy doloroso el momento al saber que no podríamos acompañar a la familia, porque no podíamos salir de casa o porque estaba restringido el funeral por aquello de la distancia social.
Nuestros padres y abuelos pidieron a los hijos y nietos que les enseñaran a usar el Fecebook y el WhatsApp para dar un pésame o para hablar con alguien. Hoy nuestros padres y abuelos, también se han dedicado a las redes sociales, Facebook, WhatsApp, Tik Tok, están entretenidos, parece bueno, incluso, algunos hijos están más tranquilos porque sus padres o abuelos están ocupados, están distraídos y entonces menos hablan con ellos, su mayor conversación es un emoticón que le mandan cuando el padre o abuelo les reenvía una de las muchas cosas que ven o que otros les comparten, aún sin leerlas. Secuelas que nos dejó la pandemia. Lo más triste es que si antes no hablaban con ellos ahora piensan que sí lo hacen, son convencidos de eso porque el papá o el abuelo les reenvió un meme y ellos mandaron un emoticón; ¡qué gran charla!
Con tanta tecnología y tiempo para dedicarse a ella nacieron nuevos hijos para la humanidad, nuevos avances, les dicen “IAS”, ahora abundan y van ganando cada vez más terreno, no sabemos a dónde nos llevarán. ¿Secuela de la pandemia? No lo sé, pero es un tema sobre el que debiéramos sentarnos a pensar, conversar, investigar, medir y tal vez… frenar.
Son muchas las cosas que podríamos listar, estas son solo algunas, arriésgate a leer y anotar cuáles puedes ver tú que no he escrito aquí y completemos una lista para el futuro. ¿Podemos pensar aún que “todo tiempo pasado fue mejor”?