Se puede ser ciego, testarudo y terco ; pero no tonto para no entender lo que está ocurriendo en el país. El pueblo habló en las calles, en las veredas, en los barrios y en las ciudades. Fue un solo grito: ¡Fuera Petro!
A Petro lo acabó su soberbia, su terquedad, su incapacidad. No tuvo el carácter para saber de quién rodearse, desdeñó al pueblo que lo acompañó masivamente en las urnas y lo ungió para que reoriente los destinos de un país sumido en la corrupción y el desgobierno. Pero que se encontró con un Petro agobiado, perdido, extraviado, desorientado y francamente, aturdido. Nos extraña que el presidente Petro se limite a publicar en sus redes videos y memes en su ánimo de ignorar las grandes marchas del pueblo colombiano expresando su desazón por su forma de gobernar.
Uno de sus alfiles, Laura Sanabria reconoce la magnitud de las expresiones populares. En uno de sus mensajes señala el presidente Petro que "Las manifestaciones contra el Gobierno tuvieron más o menos 250.000 personas en todo el país, fueron fuertes en su orden en Medellín, Bogotá y Bucaramanga. En las demás ciudades, alcanzando 18 sitios, fueron débiles" .
Si esto no es un delirio del presidente de los colombianos ¿entonces, qué es?
Lo preocupante es que en su delirante comunicado expresa que "La suerte del Gobierno dependerá exclusivamente del apoyo del pueblo. Que se escuche el pueblo entonces. Siempre hemos estado abiertos al diálogo y siempre hemos respetado nuestros principios por los cuales fuimos elegidos. El Cambio consiste en más Justicia Social y más equidad para la gente". El pueblo habló. La suerte ya está definida. Suena su llamado a una proclama de combate del pueblo contra el mismo pueblo. Que escuche al pueblo entonces...
El país le quedó grande. La corrupción lo arrinconó movida por su misma mano, la ingobernabilidad se volvió inocultable y sus erradas políticas lo catapultaron hacia un desprestigio inobjetable. El pueblo es superior a sus dirigentes, y en esta ocasión se podría expresar que a sus propias esperanzas y anhelos.
Petro no supo entender el país que gobierna, parecía gobernar de espaldas, mirando hacia una patria que no era la nuestra. Y lo peor, con escuderos que todos sabían proclives a esas viejas costumbres que tanto desdeñó y censuró. No nos queda duda que este es el inicio del fin de la era Petro. En sus escasos dos años de gobierno logró lo que nunca imaginó conseguir la llamada derecha colombiana. Uribe se equivocó con Duque; la izquierda con el pragmatismo de Petro.
Lo advertimos desde el comienzo, formulamos un respetuoso llamado a las huestes petristas para que escuchen a su pueblo y no lo dejen abandonado a la usanza de los políticos de siempre. Se entregaron a los bacanales, a vivir sabroso, a menospreciar la fuerza y la inteligencia de su mismo pueblo.
En Nariño el dolor se sintió profundamente, como una llaga sin cicatrizar. Le ofrecieron vientos y recibió huracanes; le prometieron redención y encontró llamaradas de ira e indiferencia de un gobernante que creía que con su estribillo de VIENTOS DEL SUR iba a controlar las tempestades.
Con lo expresado en las calles de Colombia se debe replantear las grandes políticas nacionales. En nuestro departamento, que es de gente Hidalga y generosa, se requiere una verdadera inversión en obras de infraestructura. No más mentiras ni engaños, ni palabras seductoras que nos condenan a un atroz olvido y retroceso económico y social.
Las imágenes hablan por si solas. Desde la provincia colombiana como San Juan de Pasto que colmó sus calles de gritos de reclamo y un trato digno, hasta la capital del país inundada de gente que en sus gargantas no podía contener su grito de desesperanza.
Cambian las fuerzas políticas y de poder. No basta con tener la victoria electoral cuando el pueblo despierta y se deja oír. Vimos actos de soberbia y desdén de parte de nuestros gobernantes, persecuciones por el simple prurito de no pertenecer a determinado grupo político o sencillamente no haber acompañado en las urnas a quien hoy ostenta un cargo que le pertenece al pueblo.
Y así como este pueblo generoso y rebelde concede honores y reconocimientos, también es grande para reconocer sus DESACIERTOS y exigir una revocatoria ante tanta insulsa promesa que nos llevó a una miseria colectiva.
A las calles no salieron los ricos, las élites , los perfumados. Salieron los NADIES y los desposeídos. Los mismos que sembraron jardines de esperanza y solo cosecharon rastrojos de indiferencia.
Se vuelve obligatorio mirar a ese torbellino de multitudes para entender que lo que expresamos muchas veces en espera de la sensatez de nuestros gobernantes se hizo realidad.
Debemos serenarnos y retomar los cauces de Colombia. Que este río desbordado de gente no se constituya en elemento de oprobio para aquellos que deleznaron el sentir colectivo.
Que esas frases ambiguas de quienes no quisieron entender el cauce de los acontecimientos sirvan para que entre todos pensemos en esa Colombia que tanto amamos. Como ellos lo expresaban irónicamente HASTA QUE LA DIGNIDAD SE VUELVA COSTUMBRE, hasta que la soberbia se baje de su pedestal y abrace en un gesto de sinceridad a ese pueblo que persiguió quimeras en palabras de viento y promesas de papel.
Nariño también se levanta, reclama un trato digno, decoroso, sensato y justo. HASTA QUE LA DIGNIDAD SE VUELVA COSTUMBRE, hasta que nos miren y nos traten con el decoro que exigimos y merecemos. El pueblo es soberano y superior a sus dirigentes.