En abril de 1915, ocurrió una de las peores matanzas de que se tenga memoria, cuando las autoridades ottomanas se propusieron desaparecer del territorio turco, al pueblo armenio. El genocidio fue un plan sistemático, organizado desde el poder y perfectamente detallado para eliminar del territorio ocupado por el Imperio Otomano a toda la población armenia. Las primeras matanzas comenzaron a finales del siglo XIX y el ciclo del terror concluyó en 1923, una vez que ya se había constituido la nueva República de Turquía que fundara Mustafá Kemal Ataturk. Ambos poderes, el otomano y el turco, son responsables de estos luctuosos hechos.
Según las fuentes históricas, absolutamente rotundas y contundentes al efecto, murieron entre 1,5 y 2,0 millones de armenios. Muchos fueron asesinados vilmente, otros salvajemte torturados, incluso quemados vivos, y una buena parte de esas víctimas anónimas también se produjeron en las caravanas de la muerte en las que eran expulsados los armenios que vivían en territorio sirio. Aparte del mal trato dado por las autoridades y fuerzas de seguridad turcas, muchos armenios murieron a causa del hambre, las enfermedades, la sed, las epidemias y la extenuación después de andar centenares de kilómetros en condiciones extremas.
Al día de hoy, pese a que todas las evidencias y crónicas históricas corroban este horror del que fue, seguramente, el primer genocidio de la historia, el ejecutivo de Ankara sigue negando estos hechos y Turquía, oficialmente, tampoco reconoce el genocidio. Pretende presentar a estas víctimas como fruto de los conflictos que vivió el país durante y después de la Primera Guerra Mundial.
Sin embargo, decenas de países del mundo, entre los que destacan Argentina, Bélgica, Francia, Rusia, Holanda, Uruguay, Venezuela, Chipre y muchos más en una lista interminable, han reconocido el genocidio armenio y tienen previsto estar presentes en las ceremonias organizadas por Armenia para rendir homenaje a las víctimas de esta gran matanza que ya no se puede ocultar. Están previstos una serie de actos culturales, políticos y religiosos, en los que las autoridades de Yereván pretender honrar a aquellos que un día fueron víctimas de la intolerancia política y religiosa. No olvidemos que la nueva República de Turquía que fundara Atatürk se asentaba en un proyecto de turquización de las poblaciones no turcas que vivían en el país y que contemplaba, sin ningún rubor, la limpieza étnica de aquellos territorios poblados por armenios, griegos y cristianos.
Este centenario del genocidio armenio hubiera sido un buen momento para que Armenia y Turquía se hubieran reconciliado, aceptado la realidad histórica y puesto fin a una controversia que no beneficia, en nada, a los turcos. Si Turquía hubiera reconocido el genocidio, algo que parece un asunto tabú en la política exterior e interior turca, las cosas hubieran sido más sencillas para propiciar ese necesario acercamiento entre ambos pueblos y haber puesto las bases para propiciar la seguridad y estabilidad en el Cáucaso, una región en la que todavía quedan muchos conflictos y cotenciosos por resolver.
Pero, en lugar de haber hecho un mínimo ejercicio de autocrítica y reconocimiento de unos episodios terribles que ocurrieron hace décadas, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, llegó a afirmar durante una campaña electoral reciente:"No se imaginan las cosas que han dicho sobre mí. Dijeron que soy georgiano... y hasta me dijeron cosas peores: me dijeron armenio. Pero yo soy turco". ¿Se puede caer más bajo?
Clara responsabilidad turca en las matanzas indiscriminadas
Anécdotas al margen, la responsabilidad de las autoridades otomanas y después turcas en estos hechos no admite discusión. Las primeras persecuciones y ejecuciones masivas de armenios comenzaron a partir de 1890 y tuvieron como máximo responsable al sultán Abdul Hamid II, presentado en la prensa europea de entonces como el "carnicero de los armenios, y terminaron aproximadamente en 1923. Se crearon campos de concentración, se asesinaron a mujeres, ancianos y niños desarmados e indefensos, se arrasaron los pueblos y se arrancaron hasta las cruces de los cementerios. Se trataba de borrar una cultura que había vivido en esas tierras durantes centurias y se pretendía que no quedaran los restos, las pruebas irrefutables de la presencia armenia, porque de aquello de lo que no queda ni siquiera un fósil es que realmente podría no haber existido. Vivían en Turquía unos tres millones de armenios y dos terceras partes murieron en el genocidio; el resto, aproximadamente un millón de armenios, salieron del país para siempre y conformaron la gran diáspora armenia que conocemos hasta el día de hoy.
Hay armenios en casi todas partes del mundo, pero las grandes comunidades, que mantienen con gran vigor a la cultura, la lengua y la religión de este pueblo milenario, se encuentran ubicadas en Australia, Argentina, Bélica, Estados Unidos, Francia, Canadá, Irán, Jordania, Líbano, Polonia, Siria, Brasil, Bulgaria, Grecia y Chipre, principalmente. La diáspora, a falta de unos datos oficiales que cuantifiquen a estas poblaciones, está compuesta, como mínimo, por seis millones de armenios y podría llegar, según otras fuentes, a los diez millones. Si con. Qué tristeza.tamos con que Armenia cuenta con apenas tres millones de habitantes, e incluso muestra tendencia a la recesión demográfica debido a la crisis económica, la mayor parte de los armenios vive en el exterior. En Turquía, aunque es muy difícil saber la cifra real porque muchos se islamizaron y adoptaron nombres turcos, se cree que podrían vivir entre 40.000 y 60.000 armenios, aunque las fuentes no son fiables y algunos hasta elevan esa cifra.
Para concluir, hay que destacar que en estos días el Papa Francisco, en una audiencia pública, reconoció el genocidio armenio y el dolor causado por las autoridades turcas de entonces a dos millones de víctimas. La declaración, como era de esperar, provocó el enojo de Turquía, la retirada del embajador turco de la Santa Sede y las amenazas de Erdogan, que le ha dicho al Papa que como vuelva a cometer ese "error" se va a enterar. Pero el Papa fue bien claro: "La humanidad ha vivido en el siglo pasado tres tragedias inauditas”, ha dicho. La primera, la que es generalmente considerada el primer genocidio del siglo veinte fue el del pueblo armenio. Las otras dos son el nazismo y el estalinismo”. La historia no se puede cambiar, ni alterar en beneficio propio, tal como pretende Turquía. Hoy, como hace cien años, las espadas siguen en alto y algunos siguen mostrando la misma falta de piedad de entonces