Aquí se hace historia de la medicina no solo por adelantos importantes (Válvula de Hakim, Método de Madres Canguro de Rey Sanabria, etc.) sino porque en nuestro país se escribe historia de la medicina. Eso nos permite redescubrir nuestra historia, médica y no médica. Tecnoquímicas, laboratorio farmacéutico vallecaucano y multinacional ejemplo del espíritu empresarial de los colombianos, financió un colosal proyecto con este propósito. El martes 14 de abril se lanzó en el Aula Máxima del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario el tomo III de la colección Historia de la Medicina en Colombia.
El doctor Emilio Quevedo V., líder del equipo de autores e investigadores, narra que en 1995 Tecnoquímicas se le acercó con la propuesta inicial. No se podía escoger mejor director del proyecto pues Quevedo desde hace más de treinta años ha impulsado el estudio de la historia de la medicina entre nosotros con diversos proyectos académicos, formando investigadores y organizando programas doctorales. La obra completa constará de cinco volúmenes, el tomo lanzado este año es el tercero y el costo total es de 8000 millones de pesos (El Espectador, 16 de abril, 2015) donados en su totalidad por Tecnoquímicas. Y ha valido la pena. El doctor José Félix Patiño quien es un poco como la conciencia y brújula de la medicina académica colombiana afirmó en el lanzamiento que esta obra sobrepasa, para nosotros, a la célebre Historia Universal de la Medicina de don Pedro Laín Entralgo et al.
Quevedo explicó en la ceremonia que este volumen subtitulado Hacia una profesión liberal (1865-1918) subraya dos tendencias históricas de ese período: la profesionalización del oficio médico y los inicios de una medicina propiamente colombiana. En esos años las distintas regiones colombianas fueron adquiriendo características sociales y económicas distintivas. Por eso se aumentó el equipo de investigadores en esta ocasión con académicos dedicados a la historia de la medicina en sus comarcas. Pero la obra presenta un discurso unificado y sólido escrito por el equipo en cuatro grandes capítulos. Esta manera de hacerlo es innovadora y no fue fácil. Emilio Quevedo recordó que en ciertos momentos ejerció una “monarquía parlamentaria” para avanzar en la producción del volumen. Todos le estamos agradecidos por sus esfuerzos.
Si miramos rápidamente el índice de los cuatro capítulos observaremos que la historia médica aquí investigada y narrada se relaciona estrechamente con la convulsa historia social y política de Colombia en esas décadas. Se encuentra primero la eclosión de una medicina liberal para un estado liberal con “la Universidad Nacional como instrumento para la construcción de nación”. En el segundo capítulo somos testigos de la medicina colombiana durante la Regeneración de Núñez y el “viraje conservador” del país. Se da la llegada al país del darwinismo, el positivismo, la teoría microbiana de las enfermedades, la antisepsia y otros cambios paradigmáticos. En el capítulo tercero se explican los orígenes de la medicina urbana, la medicina tropical y la investigación médica en nuestro país. En el último capítulo se pasa revista a la actualización de la medicina colombiana hasta 1918. El tomo IV de la colección será lanzado el próximo año y en él se dará razón de la pérdida de influencia de la “vieja” medicina francesa y la aparición en nuestro país de la “nueva” medicina norteamericana durante el siglo pasado. Esperamos con ansia ese volumen IV.
En la obra el 70 % es texto escrito y el 30 % ilustraciones. Gran parte del contenido gráfico son viejas fotografías y daguerrotipos que deslumbran. Es todo un álbum de la medicina colombiana en la segunda mitad del siglo XIX. La fotografía de la portada del volumen que encabeza esta columna muestra el primer microscopio llegado a Colombia, hoy entrañable posesión del doctor José Félix Patiño. Muchas de las fotos son parte de colecciones privadas que hubo que localizar y escarbar para presentarlas aquí. Pienso que al doctor Emilio Quevedo, académico serio, no le gustará la siguiente apreciación pero el libro bien puede ser “libro de sala” o coffee table book por sus bellísimas ilustraciones.
Fui uno de los miembros del equipo investigador y mi modesta contribución se centró en la medicina de Cali y el Valle del Cauca. Un subproducto del proyecto fue “dejarnos embalados” como alguien dijo en las distintas historias locales. No soy historiador profesional y agradezco al doctor Emilio y su grupo la oportunidad de haber participado en esta obra. Y por supuesto a Tecnoquímicas la financiación de todo ese esfuerzo. Esta columna parece el largo y cansón discurso de aceptación de un Óscar pero aunque mis compañeros se burlen nos sentimos un poco así la semana pasada durante el lanzamiento en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Hasta había una discretísima y elegante alfombra roja que el libro bien merece.