Las fórmulas del cambio social que se postulan y planean no siempre resultan como se ha dado su diseño previo, no solo por el hecho de que no existan las capacidades prácticas para llevar los planes a buen puerto, como por el hecho de que las imágenes de cambio deseables estan en disputa y la sociedad misma no logra estabilizar una figura de lo anhelado; lo que es una preocupación, un clamor, una demanda colectiva, no siempre corresponde con lo que las colectividades esperan sean las respuestas, las soluciones, las alternativas.
Por supuesto en el caso colombiano y la experiencia de un gobierno con agenda progresista, no se puede desconocer que algunos sectores políticos y económicos han exhibido una gran incapacidad de gallardía en el ejercicio de la oposición democrática, activando un desafortunado espectáculo mediático que centrado en prácticas poco éticas, abraza la mentira y la cizaña como costumbre; también es menester reconocer que el gobierno que busca la alternatividad recurrentemente ha evidenciado deficiente manejo de los espacios y los tiempos en la gestión del aparato estatal y ha lucido poco pertinente en frentes territoriales y sociales que se esperaba, fueran más dinámicos.
El resultado de esas circunstancias es una tropelía cotidiana en torno a los asuntos públicos que se va en dimes y diretes, agobiando las posibilidades de avanzar en las buenas intenciones consignadas en el plan de desarrollo Colombia Potencia Mundial de la Vida, en las urgentes reformas que demanda una sociedad estresada y una institucionalidad desllantada desde hace décadas, que en muchas áreas no camina en relación con las aspiraciones de las mayorías, en la búsqueda de paz y reconciliación que se hace cada vez más esquiva, mientras crece, a costa de comunidades inermes sometidas a distintas violencias, el teatro de operaciones y la cifra de muertes.
El problema más radical aun que el barrullo mediático que nos acosa es que la sociedad misma termine un poco paralizada en lo cotidiano
El problema más radical aun que el barrullo mediático que nos acosa es que la sociedad misma termine un poco paralizada en lo cotidiano, cercada en términos expresivos en una esfera pública colonizada por ciertos liderazgos de opinión que escasamente atinan a señalarse entre ellos y que no logran mostrar rutas concretas ante angustias y sufrimientos colectivos evidentes, no mueven sus posiciones rígidas para desenredar el rumbo de los cambios que se necesitan y que fueron señalados democráticamente. En este contexto de enfrentamientos políticos la sociedad no puede ser invitada de piedra a ver viles, repetidos y aburridos relatos que mantienen las cosas en el mismo punto que ya no es soportable. ¿cómo transformar la salud y el aseguramiento social?, ¿cómo garantizar la transición energética y la descarbonización de la economía?, ¿cómo concretar la reforma agraria?, ¿cómo asegurar una política de educación pública?, ¿cómo garantizar el cumplimiento de los acuerdos de paz?, ¿cómo concretar un nuevo ordenamiento territorial?, ¿cómo definir una verdadera reforma a la justicia?, ¿cómo adecuar las economías a las demandas de transición y democratización, en un país cercada por la desigualdad y con falta de oportunidades?. Esos asuntos son claves para el futuro de la vida en Colombia y no se pueden solo dejar como tema de desayuno de una casta política que no logra avanzar en lo mínimo.
En ese sentido, es plausible que se comiencen a plantear rutas democráticas para discernir los conflictos de este tiempo; se ha querido posicionar la iniciativa de una reforma constituyente como una salida irracional del presidente de la república Gustavo Petro, incluso sectores que le acompañan han señalado los riesgos de sufrir una derrota de gran envergadura en ese camino; sin embargo, más allá de que se logre concretar esa vía que también tiene dificultades, es bueno recordar que la constitución es palabra de los pueblos, es búsqueda de consensos de sociedad y la colectividad en su diversidad, habitando diferencias y conflictos puede encontrar en esa ruta una respuesta ante tanta imposibilidad de soluciones concretas en los medios parlamentarios; por lo menos esa alternativa que se propone, es distinta de radicalizar la guerra en la cual nos han tenido parqueados por décadas unas elites insensibles que no han visto el país más allá de sus propios intereses y beneficios. Toca pensar en las opciones, incluyendo la vía constituyente porque lo que está en juego es la vida digna.