Así como lo leen o así como lo oyen. Una guerra civil con todos los juguetes. Esta contra aquella. Este contra aquel. Todos contra todos. Morenitos contra blanquitos, zurditos contra derechitos, pobrecitos contra riquitos. Lo mismo que decir: pueblo contra pueblo, hermano contra hermano, cristiano contra cristiano…
No hablo de la actual guerra virtual, mediática y lingüística en la que como caníbales se devoran los unos a los otros a punta de intrigas, chismes, montajes, polémicas, calumnias y persecuciones. Señoras y señores, hablo de una guerra civil cuasi-apocalíptica, del tipo “Planeta de los simios”. Imagínense no sé cuántos gorilitas tiernos armados de piedras, palos, garrotes, machetes, escopetas, fusiles… y no lo permita Dios, hasta de misiles patrocinados por gorilas mayores de otros “planetas” y otras “dimensiones”.
Por el amor de Dios, compatriotas, no colaboren más con este voraz incendio. Hace más la humildad que la soberbia y es mil veces más heroica la tolerancia y el autocontrol que la violencia y la impaciencia.
Por eso, no permitan que los ánimos se exacerben porque a determinado personaje se le ocurra atizar de nuevo el florero de Llorente. Ya ustedes saben: en el marco de tanto odio acumulado romper resulta sencillo, unir es lo difícil. Así mismo, comenzar una guerra resulta cómodo, lo verdaderamente complejo y casi imposible es alcanzar el cese de las hostilidades.
Señor presidente Gustavo Petro, hoy por hoy millones de ciudadanos claman: ¡cordura, moderación y sensatez! Por otra parte, yo intento ponerme en sus zapatos, dado que las cosas no le salen del todo bien.
Sin embargo, ha de tener presente en su sabiduría que puede más una gota de miel que una caneca de hiel. Al menos yo pienso (con todo respeto y consideración) que acordar, conciliar, temporizar y recomponer no son verbos que connoten debilidad y flaqueza, sino muestras de verdadero poder democrático. La tozudez política nunca ha dado buenos resultados.
Por último, doctor Gustavo Petro, de una cosa estoy seguro: esta amada patria se rendirá ante el mandatario que ayude a sanar los corazones heridos por el odio. Mi amado país inmortalizará no al presidente que nos conduzca al abismo de una guerra civil, sino al sabio y prudente presidente que desde el amor fraterno logre unir a todo el pueblo colombiano. “Si así lo hiciereis, que Dios y la patria os lo premie. Si no, que Él y ella os lo demanden”.