Lo siento, pero en agosto no nos vemos

Lo siento, pero en agosto no nos vemos

La nueva novela de Gabo es una novela disfuncional. No hay en ella la intensidad dramática y la densidad en el lenguaje propias de las novelas cortas

Por: Julio César Pérez Méndez
marzo 15, 2024
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Lo siento, pero en agosto no nos vemos

Que podamos leer una novela de Gabriel García Márquez diez años después de su muerte parece un misterioso reflejo de las transfiguraciones de la realidad, provenientes del ámbito sobrenatural, que muchas veces surcaron su poética.

Mi primera lectura de En agosto nos vemos (EANV) fue nostálgica: no buscaba un relato más, sino el rastro narrativo del García Márquez más memorable. Pero pasada la emoción del reencuentro con el fraseo, los asombros sin sobresaltos o la adjetivación garciamarquianas (es decir, con los rescoldos de la nostalgia prácticamente extinguidos), mis lecturas siguientes han sido cada vez menos condescendientes y el veredicto acaso más franco: EANV es una novela disfuncional. No hay en ella la intensidad dramática y la densidad en el lenguaje propias de las novelas cortas.

La protagonista, Ana Magdalena Bach, una mujer casada, mayor y con dos hijos, viaja cada año a una isla a visitar la tumba de su madre. A lo largo de esas visitas sostiene tres relaciones con sendos hombres. Las mantiene en secreto. Lo que pretende ser entonces la nuez del drama tiene varias debilidades. El autor no profundiza en las relaciones entre la protagonista y sus amantes; se describen los escenarios, se producen diálogos certeros, se crea una sugestiva atmósfera erótica y hasta allí va bien la cosa. Pero llegado el momento de verificar las consecuencias: sean estas con su pareja o consigo misma, lo que queda es esperar. Esperar a que llegue agosto o no sé qué situación que remueva las emociones del lector. Y los agostos vuelven y los encuentros sexuales se suceden, mientras las emociones nunca llegan. Las emociones fuertes, claro está. Por lo tanto no hay traumas, heridas, cicatrices o qué se yo. O sí sé: aquellos sucesos que hacen memorable a un relato. Cuando mucho se advierte, en la protagonista, cierta inquina, resquemor o melancolía; en todo caso insuficientes para movilizar los sentimientos del lector y permanecer en su memoria. En suma, no recorre un arco dramático fuerte, sufre una evolución o transformación o enfrenta una crisis producida por un gran dilema ético. Hay intención de que sus encuentros sexuales produzcan cambios, pero no hay ninguno que sea significativo. Con el marido, por ejemplo, hay una leve tensión, que suscita el interés en el lector. Al final nada o casi nada ocurre, con el embargo de que el tipo es un galán, anodino como personaje, y sus atributos no le alcanzan para que seamos solidarios por la cornamenta que carga o contravinientes de su estatuto familiar y social.

A los amantes no los conocemos más allá de los encuentros furtivos con Ana Magdalena Bach. Tampoco reflejan cambio alguno en sus vidas. No hay datos de las consecuencias de sus encuentros con ella. Aparecen y se van, y bien idos porque no son memorables; de modo que empatizar con ellos no es que resulte difícil, es que sencillamente no resulta. Tampoco es que para asimilarlos haya que escribir “un tratado”, como no tuvo que hacerlo Joseph Conrad con los personajes secundarios de El corazón de las tinieblas o Franz Kafka con los de La metamorfosis.

En agosto nos vemos es una novela corta, y las mejores novelas cortas se concentran en un único fenómeno y profundizan en él (dígase El viejo y el mar, El extranjero, Seda). Los encuentros amatorios de Ana Magdalena Bach no logran convertirse en una unidad, sino que se presentan como piezas sueltas levemente eslabonadas; esa soltura produce más sinsabores que pasiones. El argumento y sus filamentos resultan más apropiados para una novela larga que para una corta; lo escrito parece el esbozo de algo que merecía desarrollarse mucho más. No hay drama relevante, intensidad en él o en las consecuencias, como tampoco un uso denso del lenguaje que permita expresar mucho con pocas palabras. Es justo en ese sentido que se trata de una novela inacabada. Quizás el cine o la televisión le ofrezcan una segunda oportunidad sobre la tierra.

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