En la última semana de febrero del presente año, el senor rector, según me dicen, con una voz más que resquebrajada, alcanzo a llamar a algunos miembros de la comunidad -antes de que la señal de celu se la tragara la montaña- a darle la triste noticia basada en un comunicado del jefe de núcleo de la secretaria del Tolima, Melquisedec Acosta: la escuela rural La Caima de la institución educativa General Enrique Caicedo del municipio de Alvarado (Tolima) debía cerrarse por contar con tan solo con tres estudiantes.
Y eso que cada uno de esos tres estudiantes matriculados viven en la p.m. es decir en la 'porra misma'. No obstante, esta decisión ya había sido tomada y todo parece indicar que no hay vuelta de hoja. La escuela La Caima hace parte de un Paraíso de Alvarado en el que una investigación asociada a Colciencias -proyecto Pequeños Científicos- demostró que se podría adelantar allí prácticas de aviturismo entre otros.
Se llega al claustro educativo por una pésima carretera con pinta de trocha o de camino real y por lo demás, es una escuela rural 'normal' de Colombia, es decir, no hay proyectos productivos en el entorno que motiven al agricultor a vivir allí, es una escuela sin internet, donde tampoco hay señal para celular, con un inmenso mapa de Colombia en alto relieve que se lo ha devorado el paso del tiempo, con el piso lleno de pequeños cráteres que sirve para hablarle a los estudiantes de la luna, en fin.
Prácticamente, ninguno de sus computadores está en buen estado, pero eso sí, cuenta con una estructura física sólida y mil veces mejor que muchas escuelas del sur del departamento, según lo relató un contratista de la Gobernación del Tolima quien visitó la escuela el año pasado y prometió dos tejas de Eternit para la misma que a propósito: nunca llegaron.
Bueno, dado que la medida del cierre parece no poder reversarse, en verdad, si tuviera la oportunidad de que usted leyera este artículo, sr. Petro, le pediría que se acuerde de las escuelas rurales de este olvidado departamento, muy especialmente las del municipio de Alvarado y como último último deseo, le ruego, interceda ante las directivas del colegio General Enrique Caicedo para que me permitan dejar un recuerdo a manera de caricatura a la entrada de la sede principal en la cabecera municipal de Alvarado: un mamarracho de Franz Kafka, a propósito en el año en que se conmemora el centenario de su partida.
Sí, hablo del mismo autor universal, quien por medio de La Metamorfosis nunca dejara de recordarnos la impotente manera como uno puede llegar a percibir su mundo, máxime cuando le informan que le van a cerrar su escuelita rural en un departamento en donde hay once mil estudiantes desertores del sistema educativo. ¿Acaso habrá algo más kafkiano?