En una isla del Caribe a comienzos de este mes Jorge Rodríguez trataba de bajar la tensión a las nuevas sanciones de Estados Unidos a Venezuela tras la inhabilitación de la candidata María Corina Machado; meses antes, en Qatar, buscaba al amparo de la familia real, sigilosamente, la reanudación de las negociaciones con la oposición. Jorge Rodríguez es el “hombre de Maduro”.
El presidente lo llama en público “hermano”, como demostración de su confianza. Pero más que hermano, Rodríguez es el hombre fuerte del régimen que, cuando habla lo hace en nombre de los diputados de la Asamblea, del gobernante Partido Socialista Unidos (PSUV), de la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) que es la mesa de negociación con la oposición, y hasta de Nicolás Maduro, el presidente. Todo el poder en una sola voz.
Nadie duda que él es la mano derecha de Maduro, que en los momentos más críticos ha sido el llamado a apagar los incendios y que a sus 58 años, será el responsable de las elecciones presidenciales más conflictivas en la historia reciente de Venezuela.
Desde siempre, este psiquiatra que escribe poesía ha estado en el momento y los sitios clave dentro de la estructura chavista. En el 2004 como miembro del Consejo Nacional Electoral le tocó organizar el referendo que mantuvo a Chávez en el poder, después de lo cual fue nombrado vicepresidente en reemplazo de José Vicente Rangel. Un hito fue la organización de la Copa América del 2007 en el que Chávez había puesto todo su interés y muchos millones de dólares.
No siempre fueron triunfos. El NO ganó el referendo de la reforma constitucional del 2007 al que Chávez se la había apostado toda, y Jorge Rodríguez era el jefe del Comando Zamora que manejó la campaña por el SÍ. El tsunami que produjo fue enorme y el propio Chávez enojado por la derrota dijo: “Me engañaron”.
Del golpe se levantó y ya bajo el ala de Nicolás Maduro y en la cúpula del poder, con su hermana Delsy enfrentaron la crisis política del 2017 que los llevó siete veces a la cárcel de Ramo Verde a conversar con Leopoldo López, el líder de la oposición preso allí. Ella fue protagonista en la reunión de Caracas con el expresidente de España José Luis Rodríguez Zapatero para intentar una salida al conflicto. Jorge le puso dos años después la cara al apagón.
En llave con Delsy en el círculo íntimo
Él es llave con Delsy. Los dos han creado uno de los principales grupos de poder del madurismo. En el círculo íntimo de presidente Maduro ella, la vicepresidenta, mantiene las relaciones con los sectores económicos, él maneja la política del chavismo, y Cilia Flores, la esposa de Maduro, como ella dice, “la primera comandante”. A su alrededor Diosdado Cabello está al frente de los militantes, Vladimir Padrino López de las fuerzas armadas. Hoy parece haber entrado a girar en esa órbita el colombo venezolano recién liberado, Alex Saab.
Jorge y Delsy Rodríguez son hijos de José Antonio Rodríguez, fundador de la Liga Socialista, el mismo partido marxista en el que se inició en la política Nicolás Maduro. La policía política del gobierno de Carlos Andrés Pérez lo apresó frente al Colegio Miguel Antonio Caro, a sus 34 años, en un operativo de búsqueda de los secuestradores pertenecientes a grupos de izquierda que habían convertido al estadounidense William Frank Niehous, vicepresidente de Owens-Illinois, objetivo militar señalado de ser agente de la CIA. La presión y las torturas le causaron la muerte a Rodríguez en 1976. Jorge tenía 10 años, Delcy apenas 7. Desde entonces su padre ha sido considerado un mártir de la izquierda.
Jorge Rodríguez es el negociador insigne del gobierno de Maduro. Sus dotes de estratega son ampliamente reconocidas, tanto como su habilidad para usar su faceta más amable o el sarcasmo más demoledor, según las circunstancias.
De eso ha hecho gala en los últimos meses, en los que ha asumido el papel más complejo de su carrera: las elecciones presidenciales en un escenario en que se mueven Estados Unidos, el gobierno, la oposición, las sanciones, las negociaciones, el bajonazo en los índices de popularidad del chavismo.
En su haber como “embajador plenipotenciario” según Maduro, tiene la interlocución con Estados Unidos, y sin terceros en Doha, la capital de Qatar, con Juan González, el cartagenero nacionalizado estadounidense, quien fue hasta hace poco el asesor del presidente Joe Biden para América Latina. Sobre la mesa estuvo la reanudación de los diálogos con el compromiso de elecciones libres, que es la petición de Estados Unidos, la del del líder de los delegados del gobierno venezolano era el levantamiento de las sanciones y la liberación del presunto testaferro, Alex Saab.
La jugada a tres bandas
Recién empezaba el mes de junio del año pasado se inició esta reunión secreta. Cuatro meses después regresó el optimismo y el 20 de octubre se firmó en Barbados la promesa de elecciones el segundo semestre de este año, con lo cual Estados Unidos levantó por seis meses las sanciones al petróleo y al gas. En el aire quedaron las inhabilidades de los candidatos opositores y en especial María Corina Machado. Aunque no quedó en el papel se expuso la liberación de presos estadounidenses, el gran objetivo de Maduro era la libertad de Alex Saab.
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Con el levantamiento de sanciones y Saab en la mira, el negociador Rodríguez se anotó un punto. El compromiso de Barbados empezó a honrarse con las elecciones de la oposición dos días después, el 22 de octubre.
Alex Saab fue liberado el 20 de diciembre, con indulto de Biden y el canje de 10 estadounidense de escasa figuración y 20 venezolanos que estaban en prisión. Otro punto para Rodríguez.
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El entusiasmo por la candidatura de Machado contrastó con las acciones del gobierno en su contra. A su usanza de responder con ataques virulentos, Rodríguez vinculó a Machado con supuestos planes de "exterminio" de "todos los dirigentes" del chavismo, y la acusó de haber pedido una "intervención extranjera". Habló de cinco planes conspirativos. Un día después el Tribunal Supremo de Justicia ratificó la inhabilitación de la candidata opositora.
Con el balón del lado de Estados Unidos, la administración Biden anunció que no renovará las licencias al petróleo y gas por la contundencia del presidente y sus allegados, entre ellos Rodríguez, por su inhabilitación. Hay plazo hasta el 18 de abril cuando vencen las autorizaciones dadas a las petroleras.
A estas alturas Rodríguez tiene un nuevo frente. Colombia vuelve a la palestra entre Estados Unidos, el chavismo y la oposición retomando el papel que asumió Qatar en junio del año pasado. Petro no se ha pronunciado, guarda silencio. En la reunión del lunes 5 de febrero en Bogotá, habló con Juan González, entonces consejero de Casa Blanca en temas de América Latina y el asesor adjunto de Seguridad Nacional Jon Finer.
A dos meses de la fecha límite para decidir sobre las sanciones los actores se mueven en el tablero donde Jorge Rodríguez tiene un papel protagónico al lado del presidente que ha dicho con su conocido talante “Ganaremos a las buenas o a las malas”.
