El pasado 6 de febrero de 2024, en la ‘flor de la vida-madura’, partió en silencio, víctima de un fulminante, intempestivo accidente cerebrovascular, el centelleante, irrepetible llorado amigazo, HERNANDO SALAZAR PATIÑO, caldense sin par, gran señor que impensadamente cambió la vida temporal por la eterna.
Irreprochable como ser humano, como intelectual, otro sol de la patria que se apaga, otra voz de la región que se silencia. Admirado por su formidable talento, inteligencia, apabullante sentido común, del humor; alquimista del lenguaje, espíritu iluminado por el fuego de la palabra, cultor de su poder sobre la que incansable cabalgó durante su existencia; camarada que deja atrás un vacío irrellenable, un reguero de dolor, de inmensa tristeza.
Brillante, irreverente, polifacético, precoz escritor, ataviado con cantarino, castizo, límpido, lustroso, original, orquestal estilo -de gran fuerza- que llevó cosido al alma; erudito maestro -una enciclopedia viva-, sustancioso pensador formado en múltiples lecturas, que asombró -por su lucidez mental, aquilatada, universal formación histórica, literaria, política- a tirios y troyanos. Por su codiciada, fina, luminosa, deslumbrante, musical prosa, manejo del idioma en busca de la perfección lingüística, salpicada a veces de cáustica ironía, sin perder el constante, pícaro, refrescante aire juvenil que lo acompañó siempre.
Ajustado, avaro relieve del fraterno, inalcanzable, mítico cofrade, de sinigual estatura intelectual; un destello de luz en medio de la oscuridad reinante. Valor humano transparente, del que guardo -guardaré- las más gratas, imperecederas remembranzas recopiladas en más de medio siglo de amenos, cálidos, efusivos, inmemoriales reencuentro, en perspicaces, persuasivas tertulias -pasadas pero muy presentes- cargadas de anécdotas, historias con el consumado contertulio que lo fue en grado sumo.
Nutricio cotorreo que la implacable, ineluctable huesuda ha interrumpido al imponer su última palabra; que continuará -sin embargo- desde la eternidad, dado que los muertos no se van del todo, vuelven siempre al ser recordados.
El fecundo legado de su vida y obra es digno de imitar por las nuevas hornadas de paisanos que podrán degustarlo, deleitarlo, repasarlo con sus contemporáneos, dote que recoge las plurales facetas como académico, agudo observador, catedrático, columnista, conferencista; comentarista, crítico literario, historiador, polemista, de altísimo nivel; director, editor literario del periódico ‘La Patria’; demoledor repentista, reconocido ampliamente en los más amplios, selectos círculos intelectuales del país.
Apreciaciones soportadas en su excelsa formación humanística, reflejada en sus documentados, sesudos libros: ‘HEREJÍAS’ (1983) -prolijo recorrido por la literatura caldense-, por ‘JUICIO EN PARÁBOLAS’ (1994), editado por la Universidad de Caldas, de la que egresó como abogado y fue honrosamente titular de la asignatura: ‘Historia de las ideas políticas’.
Cofundador -con intelectuales de la región- de los ‘Juegos Florales’. Referentes donde fluyen a borbotones: conocimiento e información sobre hechos y personas que marcaron la historia de la amada, solariego ¡Manizales! -hoy de luto- rebautizada ‘fábrica de atardeceres’ por el glorioso, inmortal bardo, Pablo Neruda, en una de las históricas visitas que por invitación del inefable, invaluable, recordado CARLOS ARIEL BETANCOURT, hizo al amado terruño, al que con su parigual HERNANDO, enaltecieron, engrandecieron, dieron lustre. Qué duda cabe.
Hernando, animalista, guardián de todas la horas de la centenaria, exuberante campiña, del entorno, amado tanto como a sus libros, a la palabra hablada y escrita; defensor -con razonado rigor lógico, casi religioso- de los 99 urapanes de Milán (Zona G), arboleda que priorizó en sus luchas, llevó a oponerse -férreamente- al ‘asalto a la razón’, arboricidio cometido en su primera administración (2012-2015), por el infumable alcalde, Jorge Eduardo Rojas que ordenó derribarlos.
Omnipresente cruzada que acompañó, José Chalarca -escritor, filósofo, pintor, ensayista, cuentista- quien expresó entonces: "La ciudad está desnuda porque le han quitado su ropaje verde; ¡se han llevado los árboles (…) Una ciudad sin árboles es como un rostro sin ojos, carece de expresión y nada dice al corazón y al sentimiento".
Compulsivo opositor -Hernando- del descarriado, estridente, maltrecho poder detentado por abstrusos, marginales, mediocres cenáculos de maquillados pensadores -sin relevancia-, algunos compañeros de generación, responsables de la agenda política, debacle, pandemónium armado por una amoral, corrupta, mal llamada dirigencia -entre comillas-, incapaz, incompetente, inepta que sumió la ciudad, el departamento en la niebla total.
“Por sus hechos los conoceréis”, (San Mateo 3.17).
Compungido, entristecido, con un nudo en la garganta, el corazón agrietado por el dolor, con una rosa blanca y una lágrima que deposito en la tumba y un hasta siempre, despido la brillante historia en comento; adiós que nunca hubiera querido, ni siquiera imaginar, que alivia -en parte- la certeza, que la luminosa llama del carismático ¡COMPAÑERO! del alma ¡COMPAÑERO, continuará -decidida, inquebrantablemente- encendida perennemente en mí corazón, la memoria y el recuerdo, igual en el sinnúmero de admiradores que lo mantendrán perviviendo, gravitando entre los caldenses.
Termino parodiando la ‘Elegía a la muerte de una abeja’, del salamineño, Daniel Echeverri Jaramillo: “Se le ha muerto a la escala musical un sonido, / un galán a la rosa, una gota al panal, / al telar de la brisa se le ha perdido un hilo, / su rubia lanzadera de miel no vuela más…y, a Manizales se le ha desaparecido el símbolo que la engrandeció, exaltó / y a nuestra generación, el icono -HERNANDO SALAZAR PATIÑO- que la adornó, distinguió. ¡Loor a su memoria”!
¡Gracias, dilecto amigo, por haber vivido, por su esplendoroso legado!
Envío a las devastadas, inconsolables Mayerly y Valentina -esposa e hija- un postrimero, sentido pésame por la irreparable pérdida del patrimonio afectivo, con el ruego a los dioses del Olimpo para que lo tengan a buen cuidado, y al Señor, para que lo tenga disfrutando del premio reservado a las almas buenas, justas.
¡Descanse en paz, amigo!