Con el escándalo desatado por la elección del próximo fiscal general de la nación, más allá de las políticas criminales, este tiene un trasfondo altamente clientelista, al igual que la elección del contralor, procurador, personeros y contralores municipales, como magistrados de las altas cortes.
La elección del fiscal saliente fue producto del amiguismo del expresidente Duque, y la posterior elección por los magistrados de la corte suprema de justicia, que según versiones periodísticas y, de las redes sociales, tuvieron importantes cuotas burocráticas en la burocracia de la fiscalía. Es decir hubo como un intercambio de favores.
A su vez los magistrados de las altas cortes de justicia sus nombramientos tienen siempre por algún lado el componente político.
Que no solo implicara un riesgo en la administración de justicia sino que igualmente se replicara ese clientelismo en los nombramientos sobre los cuales estos tengan competencia. Es decir clientelismo por favores políticos y amiguismos, y como dice la sabiduría popular "la sal se ha corrompido".
Igual ocurre con la elección del contralor general de la república , que si bien se dice que es una elección meritocratica, en la práctica no lo es. Es un proceso semimeritocratico con una definición en su última etapa política.
Lo que en la práctica significa que el elegido debe de pagar el favor de la elección a sus electores, ( congresistas) quedando de esta forma capturada toda la burocracia de ese ente por la clase política. Lo que ocurre con la actual elección del contralor general de la república no es casual, su interinidad es premeditada por la clase política infiltrada en todas las ramas del poder público y de esta manera se asegura la alta y media burocracia, de ese organismo de control, que por cierto tienen unos altísimos salarios y otros privilegios.
La misma lógica se presenta para la procuraduría general de la nación, sin que haya la primera etapa del concurso de superación de pruebas técnicas y de competencias.
Para la elección de personeros municipales la lógica es la misma. Miles de ingenuos aspirantes se presentan y , otros no tanto , con el sueño de ser personeros de su ciudad.
Los segundos son enviados de la clase política que deberán superar las pruebas técnicas y, de competencias , para luego hacer el lobby, o esperar la gestión del padrino político, y luego negociar las frondosas burocracias de esos organismos de control, especialmente de las grandes capitales. Quedando un organismo que representa a la sociedad en manos de los concejos o, de las alcaldes, y de espaldas a la sociedad.
De esta manera el diseño para la designación de las burocracias del estado están capturados por la clase política de todos los colores, porque la izquierda y, el centro verde gobernante, no han marcado la diferencia, y al contrario replican esas prácticas viciosas, y corruptas de manera más sectaria.