Perecer ante la inconformidad ciudadana por el trabajo de La Primera Dama de Colombia Verónica Alcocer es el día a día de una lucha misógina que cobija en especial América Latina.
En Colombia sólo se mantiene el ejemplo de un poder invisible como lo es la libertad de pertenecer a un ambiente político dado a la lucha de clases y amor por un país, cargar con la necesidad de un bienestar y experiencias por los medios tradicionales es el propósito de La Primera Dama.
La influencia de una coalición naciente como lo es el Pacto Histórico reúne en sí la propuesta izquierdista de un movimiento revolucionario por lo menos en Colombia nunca antes se ha visto, con la participación de grandes líderes que renuevan su ejercicio en el congreso para la mejora constante de un país dividido por ideales que no centran su orgullo en los derechos humanos y ambientales y es ahí donde Verónica Alcocer realiza su misión, exponer lo maravilloso de un país en emociones, danza, cultura, y rescate multicultural ante el mundo.
Los antivalores cobijados en la crítica económica de opositores de paz, es el resultado de un hacer un buen trabajo, la comunicación es la base de cualquier acuerdo y ella tiene voz, una mujer dada al trabajo de ser madre, esposa, hija, y convencida que su recorrido en la presidencia no es solo ser una acompañante que viste a la moda, sino reunir en la notoriedad de un círculo machista el poder de compartir la vida con un gran hombre su esposo Gustavo Petro, y en sí recorrer el mundo con la flor de la juventud de sus hijas; soportando dolor nacional con ofensas que por desconocimiento o ignorancia afrontan para seguir adelante.
La familia presidencial en un marco social es un referente público de cambio, un nacer humilde y muy educado es la clave para valorar el recorrido de decisión, en el andar gubernamental una firma no es suficiente y no es un juego tomar las riendas de un país en decadencia donde el capital económico suma más que la dignidad y el amor, porque ¿por qué no sentir?, la libertad no debe ser un tratado, nuestra tierra lo brinda todo para nacer como merecemos, sin ataduras o cadenas o incluso vivir del pasado, el ahora es el regalo que nuestro voto decide, entre gritos de fe y silencios por la guerra, el mañana no es la espera mientras el reloj marca la siguiente ahora, es el acto mismo de trabajar y educarse, siempre y sin pena.
Un sentir patrio y hondear la bandera con la experiencia dada por caminatas largas en cada recorrido moral y en inspiración reúnen la hoja en blanco de una carta sin escribir en Colombia, el mensaje es rescatar a la mujer no como imagen internacional sino un símbolo de equidad y compromiso hacia el futuro que nos depara; no es de ignorar que la derecha en política quiere mantener el mando que por malas administraciones han legado un sin sabor. El cambio llegó y con ello dar la oportunidad de fomentar un discurso de paz y movimientos ambientales que por poco o mucho generan un pacto hecho historia.
No avergonzarse o creen en titulares amarillistas y negativos es nuestro poder de opinión, los recursos están para ser utilizados de la mejor manera, aplaudir hechos contundentes en grandes participaciones mundiales es el vuelo que merece ser apreciado por generaciones que por ahora están sumidos en la esfera privada de una inconsciencia colectiva dañada por la inteligencia artificial detrás de un celular; la vida real consiste en creer, y yo elijo creer en una mujer que sin mal intenciones manifiesta un accionar diario en el respeto y amor por su familia y mucho más para un país entero, porque es colombiana orgullosa sin pena de decir creo en una Colombia sin violencia.