La transición energética en vez de una solución parece que va camino a convertirse en una verdadera amenaza para el bienestar social de los colombianos. Los principales analistas nacionales y extranjeros sobre este fenómeno coinciden en la importancia de tener los recursos suficientes y un largo plazo para ejecutar dicha transición energética, tan necesaria e importante para nuestro planeta.
El 16 de octubre de 2022 La República tituló: “China no acelerará su transformación de energía limpia…Xi Jinping prometió un final lento y constante del crecimiento de las emisiones en China, y la seguridad energética tendrá la máxima prioridad mientras el país enfrenta a una economía en declive y al tumulto en los mercados mundiales de combustible”. Hoy ninguna otra superpotencia como Estados Unidos, menos los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo –OPEP–, ni los que más contaminan han llevado el cambio climático al extremo de anteponerlo al bienestar general de su población. Xi dejó en claro: “El carbón se utilizará de una manera más limpia y eficiente y aceleraremos la planificación y el desarrollo de nuevos sistemas de energía… China participará en la respuesta global al cambio climático”.
El problema de Colombia es que se encontró de sopetón con El Mesías 2.0 –la versión 1.0 es Uribe y la teoría reza que los polos se atraen–, que quiere llevar al país al extremo de liquidar la industria de hidrocarburos y del carbón –sin importarle que dirige un país al que el neoliberalismo, que él profesa, le aniquiló su producción agropecuaria e industrial–. Es un plan maquiavélico que avanza. Además de que Ecopetrol ha bajado sus utilidades en este Gobierno, el exsenador Jorge Robledo advirtió el 3 de este mes que: “Hasta septiembre de 2023, en 30,5 % disminuyeron los pozos exploratorios de petróleo en Colombia, la sísmica se redujo en 49 % y se perdieron 19.500 empleos. Todo por el autoritarismo antipetrolero de Petro, quien ni explica sus absurdas decisiones más allá de un par de frases huecas que ningún país petrolero comparte”.
En una declaración pública del 28 de enero de 2024, destacados dirigentes obreros petroleros, que libraron –desde la USO y la CUT– grandes batallas defendiendo a Ecopetrol, sostienen que “la política petrolera del gobierno de Gustavo Petro tiene como eje central no firmar nuevos contratos de exploración y explotación de petróleo y gas. Decisión que debilita gradualmente a Ecopetrol, le propina un golpe a la balanza de pagos y a las finanzas del país y pone en peligro el autoabastecimiento de hidrocarburos. Todo con la tesis de que la disminución o anulación de la producción y el consumo de petróleo y gas en Colombia, impactará positivamente en los efectos por el cambio climático mundial. En esa vía, el Gobierno manifiesta estar privilegiando la transición energética hacia fuentes de energía no fósiles y obvia tener en cuenta que esa transición tiene que ser planificada y gradual y que, por su alto costo, será irrealizable sin los recursos que genera el petróleo”, dicen los dirigentes.
Este absurdo de El Mesías 2.0 deja interrogantes: ¿Qué se cuece detrás de esta política atentatoria contra el país? ¿A qué multinacionales va a beneficiar? ¿A las de la transición energética? ¿O a las que comprarían Ecopetrol a precio de gallina flaca? ¿O a ambas? ¡Son solo preguntas en el seno del pueblo! ¡Responda!