Santo, el enmascarado de plata fue uno de los luchadores más famosos del mundo, además de ser uno de los íconos de la cultura mexicana. Es un personaje de características legendarias que con sus combates, comics y películas conquistó el imaginario popular de Latinoamérica, pues, además de luchador, fue actor con miles de seguidores en los países de habla hispana.
El nombre de este deportista y figura mexicana es Rodolfo Guzmán Huerta, quien nació en Tulancingo, Hidalgo, un 23 de septiembre de 1917 y murió hace cuarenta años en ciudad de México, el 5 de febrero de 1984. Entre sus decenas de películas se encuentran: Santo en el hotel de la muerte, Santo contra el cerebro diabólico, Santo y Blue Demon contra Drácula y El hombre lobo, Santo y el águila real, títulos que cautivaron a la audiencia con historias que lucían repletas de peligros y de seres de ultratumba donde El enmascarado de plata salía avante gracias a su fortaleza física y coraje.
Igual sucedió con sus series de comics bajo la dirección del artista y editor José Guadalupe Cruz, un género de fotonovelas que penetraron en las clases populares y que con una estrategia de publicación semanal se convirtieron en todo un fenómeno social en varios países de América, antes del predominio del cine y la televisión.
En Coco, la película de Disney-Pixar, Santo aparece al lado de Frida Kahlo en la entrada al mundo de los muertos. Este dato es interesante porque sirve para dimensionar la importancia de Santo en la simbología mexicana como un indiscutible referente cultural que se mantiene intacto en la memoria colectiva.
Con motivo de los cuarenta años de su muerte, dialogamos con El hijo del Santo, también luchador profesional residente en los Estados Unidos, quien recuerda a su padre como “un papá que viajaba mucho y que era muy consentidor y exigente con nosotros, especialmente conmigo; fui el menos de 10 hermanos y quizá por eso tuvo más tiempo para dedicármelo a mí”.
Dice también que fue un estupendo ser humano, “un hombre muy hogareño, deportista con mucha personalidad, trabajador y sencillo con la prensa y la gente. Siempre nos inculcó, al igual que mi madre, tener los pies bien puestos en la tierra, que no estuviéramos presumiendo; mis hermanos y yo por eso siempre fuimos muy discretos con el personaje de Santo”.
El hijo del Santo también ha conquistado campeonatos y logros importantes en la lucha libre mexicana siguiendo la huella de su padre. Al respecto dice: “Yo admiré mucho a mi papá como luchador, pues me llamaba la atención como se vestía, como se organizaba, era muy pulcro en sus cosas. Y, por otro lado, cuando me di cuenta que era el Santo esa admiración se multiplicó y, desde los siete años, cuando lo acompañaba a los sets cinematográficos y las arenas yo quería ser igual que él”.
“Mi padre quería que yo terminará una carrera universitaria, finalmente, hice mi carrera, soy licenciado en Ciencias de la Comunicación, la elegí porque estaba muy ligada al cine, a la televisión, a la publicidad, a las cámaras y el medio”. El hijo del Santo explica que, a pesar de que su padre se oponía a que fuese luchador por los riesgos que esa actividad implica, se puso a entrenar y su padre lo aceptó y lo vio luchar aproximadamente un año y medio antes de su muerte.
Con relación a la carrera de su padre dice que esta empezó en 1942 y relata la relación que tuvo con Blue Demon. Cuando debutó Blue Demon, su padre ya tenía una rivalidad con Black Shadow; al derrotar Santo a Black Shadow, se decía que Black Shadow y Blue Demon eran hermano y, entonces, este se convierte en un enemigo de Santo en el ring. Pero en la vida cotidiana, Santo y Blue Demon eran amigos.
“Mi padre se hace luchador técnico –dice El hijo del Santo– y forman pareja con mucho éxito; mi padre lo invita a participar con él en algunas películas y creo que llevaban una buena relación. Tuve la oportunidad de entrenar con Blue Demon, por un tiempo fue mi maestro, muy estricto en los entrenamientos, y siempre lo miré con mucho respeto porque era un hombre muy cercano a mi padre”.
El hijo del Santo compartió ring con Blue Demon y Huracán Ramírez. En relación con la importancia de la lucha libre en la cultura mexicana dice que: “Esta surge en México en los años 30, se volvió un deporte muy popular donde la gente asistía con frecuencia y se divertía y empezaron a surgir luchadores enmascarados que le dieron un plus a la lucha y, por mucho tiempo, la lucha libre mexicana fue catalogada como la mejor del mundo”.
“Actualmente, pienso que la mejor lucha libre está en Japón, son muy duros, muy buenos deportistas; la magia de la lucha está en que la gente puede interactuar, no puede tocar físicamente a los deportistas, pero puede gritar y ofender y desahogarse, se ha dicho que es una especie de catarsis y, bueno, la televisión también ayudó mucho a su difusión”, concluye El hijo del Santo.
Cuarenta años después de la muerte de El enmascarado de plata su legado cinematográfico, su figura mítica y sus aventuras matizadas de misterio para los espacios de la literatura popular, siguen vigentes. Su hijo mantiene viva la memoria de Santo y a él se le agradece, quienes aprendimos a leer en sus fotonovelas y, posteriormente, tenemos el privilegio de escribir sobre ellos –Santo, el enmascarado de Plata y Kapax, El héroe salvaje, íconos de la infancia a quienes hemos podido rendir homenaje en estas líneas–, no nos queda sino agradecer por esa suerte.