Algunas veces la partida de seres a los que les guardamos profunda admiración y cariño nos supera en su asimilación y reconocimiento.
Escribo estas líneas varios días después de su deceso en la ciudad de Medellín, a causa de un infarto fulminante.
Piedad fue para nuestra generación un referente indiscutible de rebeldía, solidaridad, convicción, unidad continental, paz, estética y de lucha incansable por nuestros sueños, Piedad era en sí misma una revolución. Negra, liberal radical, revolucionaria, bolivariana, chavista, latinoamericanista, feminista, noble, espontánea como ninguna y de un corazón inmenso como pocos, de humor fino y de risa contagiosa.
Irrumpió en la política nacional cuando alzar la voz era un delito, cuando reivindicar la Solución Política y Negociada al Conflicto Armado y la lucha por el Intercambio Humanitario equivalía a ser simpatizantes o colaborador de las FARC-EP, es decir, significaba una lápida en tu pecho para que agentes del estado y paramilitares cegaran tu vida como a miles de ciudadanos inermes que poco a poco encuentran verdad en manos de la Justicia Transicional.
Piedad hablaba con franqueza y sin ambages en épocas del terrorismo uribista, convocaba a la juventud a manifestarse y luchar por sus derechos y del conjunto de la sociedad, como corresponde a los auténticos revolucionarios, su pensamiento siempre fue de grandeza, de unidad de un proyecto continental que emancipara a las pobrerías de nuestro continente para devolverles la dignidad en el sentido integral de la palabra.
Toda esta lucha, como otras tantas que no mencionaré para no emborronar estas líneas, sirvieron para allanar el camino de la transición democrática que hoy vivimos en Colombia, sin la lucha y el sacrificio de Piedad no hubiese sido posible el triunfo progresista de 2022.
Nuestro Presidente, siendo candidato y en honesto reconocimiento a su entrega la invitó a hacer parte de las listas del PH, ubicándola en un lugar de privilegio (lista cerrada).
Solía compartir esporádicamente con ella puntos de vista sobre aspectos de la vida nacional, caracterizada siempre por su nítida voz, su cordialidad genuina y su mordaz sentido del humor.
Me siento orgulloso de haberla conocido, de haberla acompañado, de haberle aprendido algo de su inmensa figura y me siento en deuda también por honrar como se merece su legado, lamentablemente póstumo, porque lo merecía en vida.
Lástima el odio, lástima la inquina, lástima la mezquindad de espíritu de sus acérrimos enemigos que inocularon en la opinión pública un veneno mortal en su contra, pero que a pesar de ello nunca bajó los brazos y nunca pensó en abdicar sus principios.
De Piedad, sólo puedo decir que fuiste una mujer que llevaba en sí misma el decoro de muchos hombres y de muchas mujeres, en el decir Martiano.
Murió triste como Bolívar, añorando la unidad de nuestros pueblos y añorando la grandeza de un proyecto continental y bolivariano que pusiera fin a la ignominia de los colosos del norte empeñados secularmente en oprimir a nuestros pueblos.
Fuiste semilla y naces cada día con el amanecer en cada uno de los tuyos, en cada uno de nosotros.
¡Hasta siempre Negra Querida!
¡Gracias!