Antítesis presidencial: ganar el Nobel de paz pero perder la vida

Antítesis presidencial: ganar el Nobel de paz pero perder la vida

Petro podría tener el mundo a sus pies, pero seguirá perdiendo el alma, mientras no perdone a sus enemigos, mientras no inunde de paz a los colombianos

Por: Juan mario sánchez cuervo
febrero 02, 2024
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Antítesis presidencial: ganar el Nobel de paz pero perder la vida
Fotografía: Canva

Para nadie es un secreto que el Nobel de paz es el más politizado de todos los premios existentes. Salvo contadas excepciones, a la élite global le interesa posicionar a sus propios líderes conforme a la hegemonía o tendencia política del momento. Entre tanto, los verdaderos hacedores de paz son perseguidos o permanecen en el anonimato, y en algunas ocasiones mueren mártires. Los verdaderos pacificadores no anhelan reconocimientos. En este sentido, la seriedad y credibilidad del Premio Nobel de paz queda en tela de juicio.

Desde esta perspectiva, el doctor Gustavo Petro reúne todos los requisitos para ser nominado a tan prestigioso  reconocimiento. La verdad, el estandarte de su gobierno es la denominada paz total. No obstante, los ciudadanos del mundo deberían saber que el comportamiento del presidente Petro dentro de los límites de su propia patria resulta bastante contradictorio:  paradoja absurda si tenemos en cuenta que presume un pacifismo internacional.

Como suele decirse: luz de la calle y oscuridad de la casa.  Por ejemplo, como abanderado de la paz asume una actitud hostil en contra de aquellos que se atreven a criticar su cuestionable estrategia para alcanzar dicha paz. Y  cuando (por falsa prudencia) no tiene las suficientes agallas para exhibir de frente dicha hostilidad, entonces la tarea recae directa o indirectamente sobre su pendenciera fanaticada. Ciudadanos del mundo: en nuestro violento país los caudillos suelen tirar la piedra y esconder la mano.

Por otra parte, a nuestro mandatario le encanta crear divisiones y polemizar y encender los ánimos desde su cuenta de Twitter (X). Por eso, bastan dos dedos de frente para identificar que nuestro presidente es un sectario. En efecto, suele premiar a quienes simpatizan con sus ideas, mientras incordia a los opositores. Todo lo anterior sin tener en cuenta su extravagante arrogancia y prepotencia en el marco de una evidente falta de moderación. Al menos yo sigo esperando al estadista moderado que nos vendió en la campaña electoral que lo llevó a la Casa de Nariño.

Señores del Parlamento y Comité Noruego: tienen ocho meses para deliberar entre mi presidente y los otros candidatos al Nobel de paz. Tengan esta certeza:  si en ese lapso de tiempo el mandatario de los colombianos logra unir a mis compatriotas y revisa su estrategia sesgada para alcanzar la paz, y de paso defiende a capa y espada nuestra agonizante libertad de prensa y expresión… entonces, así las cosas, mi presidente sí que sería un digno ganador de ese premio, y, de pronto, el Nobel de paz recupere la credibilidad de otros tiempos.

Por otra parte, como decimos en mi tierra pago por ver lo que sucederá en estos ocho meses. Termino citando al Divino Maestro, palabras que le vienen como anillo al dedo al nominado al Nobel de paz: ¿de qué le vale al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? La palabra vida viene del latín alma. Porque el señor presidente Gustavo Petro podría tener el mundo a sus pies, pero seguirá perdiendo el alma, perdiendo la vida mientras no perdone a sus enemigos, mientras no inunde de paz a los colombianos, conforme a la paz que debería reinar en su corazón. Nadie puede dar de lo que no tiene, también dijo el Divino Maestro.

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