Aunque en la reforma de la salud Petro habla de prevención, el Fenómeno del Niño demostró su incapacidad ejecutiva; además, mientras la antorcha olímpica se le apagaba, no supo contrarrestar la emergencia incendiaria, que amenaza con un racionamiento.
Colombia perdió por “W”, tras “hacer trizas” los Panamericanos. De acuerdo con La República, “los problemas de incumplimiento empezaron durante el gobierno Duque” (21/1/2024); pero, malinformados, preferimos jugar tiro al blanco contra Petro, defendiendo al todopoderoso clan Olímpica.
A todos nos tomó por sorpresa el escándalo. Lavándose las manos, tras otro empalme «chimbólico»,
los [ex] mandatarios de Barranquilla y Atlántico nunca advirtieron públicamente el riesgo que se materializó; tampoco aprovecharon sus oportunistas apariciones la oposición, el Comité Olímpico ni los periodistas deportivos, quienes, tal como el de “el pulso”, “maroco” o el “cantante del gol”, desentonan porque hablan demasiado de lo que no tienen idea.
Finalmente, quedaron en evidencia la incompetencia y el pobre trabajo en equipo. Además, la meritocracia está desvirtuada, pues reproduce con fidelidad aquello que criticaba el tango Cambalache.
Ahora, Petro comparte con Duque la Medalla de Oro en las disciplinas que más admiramos: soberbia, criticadera, descaro y quejadera; uno faltó a la inauguración de los Juegos Nacionales y la ceremonia de los Premios Altius, mientras que el otro se coló en la gala The Best, de la corrupta FIFA, donde ni siquiera asistieron los finalistas.
"Los inmorales nos han igualado", por lo bajo, y cualquier alto cargo es igual para "un burro que un gran profesor". Y las cortes también defraudan; politizadas, sabotean la institucionalidad, como en la elección de Fiscal que se dilatará en la reelección en cuerpo ajeno de Barbosa, por “vencimiento de términos”.
A diferencia de las justas olímpicas, el neoliberalismo no tiene "escalafón" que valga, y quienes ostentan el poder no distinguen ni valoran la auténtica excelencia porque, sin reglas, todo vale. Por eso nuestras motivaciones perdieron fundamento, y las consecuencias devaluaron la humildad, el logro y la comunidad: la integridad, el progreso y la equidad.
Con espíritu socialdemócrata, durante la infancia entregan galardones a todos los participantes, aunque incluyan categorías absurdas. Cuando crecen descubren que la distribución no es uniforme, y el sesgado azar refuerza de manera desproporcionada los desequilibrios estructurales, recompensando a ciertas minorías no necesitan ni merecen.
Mientras rogamos intervención divina, apremiamos materializar una institucional. Sin embargo, abundan la incompetencia y la conformidad. Considere el fútbol. Aunque Colombia es el segundo país con mayor población en Sudamérica, su selección es irrelevante y apenas 1 club clasificó al Top-30 de la Conmebol.
Entre las causas está la falta de calidad del campeonato local, que se refleja en las tribunas vacías. La cantidad de partidos es tan aburridora como desgastante, y ese exceso de práctica nunca mejoró el espectáculo, porque se premia la mezquindad o la irregularidad. Así, sus mediocres representantes son ninguneados en los torneos internacionales, desde antes de los sorteos, y después reeditan el ridículo en la cancha, siendo eliminados en «fases previas».
En el ámbito productivo sucede algo similar (https://t.ly/LIVAZ), porque hay una correlación entre el oligopolio y la autocomplacencia, siendo tradicional que acrediten publicidad con premios o certificados de calidad, que les regalan a cambio de generosos pagos.
Además de delegar tanta “ignorancia”, Petro eximió de impuestos a la FIFA, que viola los valores olímpicos. Y sólo cuando los opinadores deportivos asuman responsabilidades, dirigiendo los componentes técnicos-gerenciales y ganando títulos, dejaré de pensar que su oportunismo es otra estrategia para maquillar su desinformación e incompetencia.
