En medio del proceso de paz que ha llenado de fe a un gran número de colombianos, esos mismos ven con preocupación un estrangulamiento de la democracia en el país. Claro que los delfines en la política son parte de nuestra triste historia y ahora inclusive han surgido los delfines octogenarios. Pero siempre se ha conservado la esperanza de romper esa tradición perversa para el país y en algunas ocasiones hemos estado a punto de lograrlo, como cuando Noemí casi es presidenta en su primera campaña, y cuando Mockus también estuvo cerca del máximo poder. También hubiese sido posible cuando Carlos Gaviria sacó la más alta votación de la izquierda en una campaña presidencial.
Esos pocos casos, sin embargo, han servido para ocultar la triste realidad de la política colombiana: hay una fila para llegar a la Presidencia de la República en la cual dominan los de siempre, los hijos de los hijos y ahora los nietos de los abuelos. Se conservaba, no obstante, la esperanza de que en algún momento se abrirían los espacios para que el país se aleje realmente de este simulacro de monarquía y se aproxime a una verdadera democracia. Lo curioso y especialmente relevante en este momento, es que siempre se había criticado en este país la modalidad del PRI de México, gracias a la cual hasta hace relativamente poco primaba lo que se denominaba el "dedazo". Es decir, que cada presidente de la República iba señalando a su sucesor antes de terminar su mandato.
Pero para tristeza de muchos, es necesario plantear que en nuestro país se está cocinando un "dedazo" camuflado. Tres años antes de la elecciones presidenciales no solo se le da al vicepresidente el manejo de dos carteras llenas de recursos en medio de la austeridad en que están sometidas las otras carteras, sino que ahora se le blinda de cualquier ataque que pueda frenar su acelerada y aceitada carrera hacia la Presidencia del periodo 2018-2022. Primero, es un dedazo, porque claramente, el gobierno le ha dado a Vargas Lleras todas las herramientas posibles para que recorra el país inaugurando casas gratis, y ahora las grandes obras de infraestructura que se requiere desde hace tiempo. Es decir, bombones para los pobres y bombones para los ricos.
Segundo, como Vargas Lleras es el representante más joven de la vieja política de este país a la que se le atribuyen toda clase de pecados, ahora lo protegen de toda acusación de lo que está haciendo: politiquería de la más clara estirpe. Tiene la misma protección que el Presidente de la República, y según afirma la senadora Claudia López, eso lo hizo el Gobierno cambiando páginas a última hora, del proyecto de Ley de Equilibrio de Poderes.
Lo que más duele de este dedazo camuflado es que, sinceramente, el Gobierno considera que los colombianos somos bobos, algo tremendamente ofensivo para un pueblo que se precia de ser inteligente e informado. Pero no: lo que está ocurriendo es un dedazo así lo quieran camuflar. Nadie sensato se le podrá medir a la campaña venidera, cuando un candidato escogido a dedo por su antecesor está financiado con nuestros recursos, generando así la campaña presidencial más cara en la historia del país.
Y una pregunta inocente para el final: ¿por qué lo tenían que blindar si es tan eficiente, tan inteligente y cuenta con la mejor imagen dentro de la política colombiana? O será que si no lo protegen, ¿le pueden salir los pecados tradicionales de esa forma de hacer política de la cual él es su más joven representante?
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