El pueblo humilde y los hijos de los sin nada, los que luchan y mueren sin futuro, sin derecho a una vida digna no pueden ocultar la tristeza por la muerte de Piedad Córdoba.
Una gran mujer, una gran patriota que sacrificó su vida, su bienestar en defensa de los desheredados de esta Colombia Amarga. Amada por millones de colombianos y odiada por unos cuántos sátrapas que nunca han querido entender que la paz es justicia social y no bombas, ni masacres, ni atropellos, ni robos al erario como pregonaba con enorme valentía desde el Congreso nuestra querida Piedad.
Se enfrentó con heroísmo a unos y otros, a los enemigos del pueblo, a la ultraderecha de este país de malandrines, corruptos, y troleros, a los politiqueros que deniegan respaldo a las reformas del gobierno del cambio. El gran legado de esta incansable mujer fue la defensa de policías y soldados y civiles secuestrados por las guerrillas hasta lograr su libertad.
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La odiaron los paramilitares y engendros maquiavélicos de militares en retiro, cómplices de masacres y falsos positivos a quienes el fascismo de la ultraderecha les envenenó el cerebro para justificar sus felonías. La odiaron y la odian aún después de muerta las élites explotadoras de todos los pelambres que justifican sus riquezas mal habidas como una bendición caída del cielo mientras millones de humanos deambulan sin paz ni paz por los recovecos de esta nación de usurpadores y bandidos.
El pueblo humilde llora la partida de esta valiente congresista que seguirá desde el más allá luchando por defender las reformas e intereses de las clases más empobrecidas de nuestra patria. Descansa en paz querida Piedad.