La que tenemos hoy es indiscutiblemente la peor Riohacha posible. No existe matadero público y nadie explica que pasó con el mismo, ni qué procedencia tiene la carne de res puesta a la venta en el mercado público. Los ciudadanos no tenemos idea cómo se manejan el mercado y la terminal de transporte ¿Qué bolsillo se aprovecha de los recursos recogidos diariamente? ¿En qué clase de figura jurídica se convirtió el tránsito distrital?
Estamos ante una emergencia sanitaria, pues los muertos se pudren en la morgue, dependencia sin energía eléctrica; la misma queda en una zona residencial. Los riohacheros se han acostumbrado a la escasez de agua potable en los hogares y al rebose de las alcantarillas de aguas residuales en las calles.
Los excrementos, la orina y demás desechos de los hogares riohacheros, como un río de aguas fétidas se vierten a la playa y sigue su recorrido al mar, en una zona que por su ubicación debería ser lo más bello de Riohacha.
Tal calamidad recuerda algunos pasajes de la obra de Gabo, que combina lo sublime con lo grotesco “de ventosidades que marchitan flores”, en el caso en mención un paisaje hermoso con un repugnante olor. Se nos dijo que una zona cercana a esa inmundicia había recibido clasificación internacional de bandera Azul, pero nunca hemos visto esa insignia.
Vecindades enteras y sus líderes se han pronunciado por los continuos enfrentamientos de jóvenes que se citan en algunos sectores para participar en lo que llaman ‘Gran bolsitera’, que aparentemente son duelos de bolsas con agua y terminan con palos, botellas y hasta armas blancas. Ante esta situación que afecta la seguridad y sana convivencia de las familias que se ven expuestas, como lo ocurrido la tarde del miércoles 10 de enero en el barrio Luis Eduardo Cuéllar, cuando dañaron tres vehículos que se encontraban parqueados frente de las residencias.
Los accidentes de tránsito en Riohacha son de gran frecuencia y severidad. Así como son normales las fatalidades en el casco urbano, hay cientos que solo generan fracturas, laceraciones y daños materiales. La gran mayoría son conciliados entre los involucrados; lo más preocupante de este alto grado de accidentabilidad es que hay un total ausentismo de los funcionarios de tránsito. A los que sí vemos todos los días en sitios estratégicos recogiendo motocicletas que infringen muchas regulaciones, pero que ninguna de ellas termina en los patios detenida. En forma descarada se ve a estos funcionarios recibiendo dinero por las infracciones.
Los continuos desalojos ocurridos en el Distrito de Riohacha de muchas comunidades Wayuu asentadas en territorios ancestrales no resguardados son un foco permanente de conflictividades sociales y de violencia generadas por el régimen político de corrupción imperante. La administración distrital ha procedido a realizarlos de manera despiadada, desconociendo que estos asentamientos son de un pueblo sujeto de derechos de especial protección constitucional. Aunque se demuestra la tradición de varias generaciones que datan de finales del siglo XVIII, la corrupción permite que aparezcan nuevos dueños de esas tierras y niños, niñas, adolescentes y personas de la tercera edad pasen a vivir a la intemperie, incrementándose la ya inveterada crisis humanitaria.
El suicidio es un problema complejo que afecta a muchas sociedades en todo el mundo. En Riohacha se ha convertido en una preocupación profunda de salud pública, especialmente debido a la pobreza, la inseguridad alimentaria, la informalidad laboral y una parte de la migración de Venezuela que llegó en condiciones de indigencia.
En los últimos meses se ha observado un aumento alarmante de suicidios; incluso se han presenciado actos extremos de suicidio en lugares públicos concurridos que han llamado la atención de la sociedad, lo que plantea preguntas sobre los mensajes que se están enviando y las medidas que se deben tomar para abordar esta situación.
Otro fenómeno que amerita atención es la demostración de barbarie de turbas de ciudadanos en los linchamientos a delincuentes cogidos en fragancia, la siguiente declaración da muestra de ello: “estábamos esperando que diera papaya, lo agarramos, si no es por la Policía Nacional, lo hubiesen linchado a golpes para que deje de robar, esa es la manera de contrarrestar la delincuencia ya que las autoridades no hacen nada”. Se ha llegado al extremo de golpear la cabeza de un delincuente con un bate de beisbol. Lo que es síntoma de una sociedad enferma con un resentimiento que clama por violencia.
La gran pregunta que hoy se hacen los riohacheros es: ¿cómo hará el nuevo alcalde para disminuir la enorme brecha de la desigualdad y la anomía y, además, la desconfianza en las instituciones, si son sus socios los responsables de la indolencia, la rapiña y la corrupción? Ante semejante panorama, vemos a un alcalde dando tumbos con un gabinete milimétricamente politiquero. Es posible complacer a los que lo ayudaron a llegar, pero por favor que sean buenos técnicos en sus funciones los nombrados.