No hace falta ser el más avezado analista social para saber que una de las consecuencias naturales de la firma del acuerdo entre el gobierno nacional y las FARC -que cada vez está más cerca- será un aumento de las expresiones de movilización social a lo largo y ancho del territorio nacional, situación que necesita de los dirigentes políticos locales y regionales creatividad para tramitar los conflictos sociales desde un enfoque de posconflicto - o pos acuerdo
Uno de los aprendizajes del proceso de paz – que esperamos que avance con más dinámica- será comprender que falta un largo camino para construir –como dice el gobierno- la paz desde los territorios. Veremos expresiones del malestar social acumulado, estudiantes universitarios, centrales obreras, maestros, comunidad LGTBI, mujeres, campesinos protestando en calles y plazas. Veremos a los ambientalistas movilizándose en contra de proyectos minero energéticos –en el Oriente uno esperaría que mucho-; en otras palabras emergerán los conflictos naturales de una sociedad que apenas está aprendiendo a resolver sus problemas de manera pacífica, y cuando lo ha hecho la respuesta estatal pocas veces ha sido el diálogo.
El reto que nos pondrá el acuerdo de paz es dejar a un lado las excusas, de un lado la institucionalidad no podrá decir que las movilizaciones sociales están infiltradas por facinerosos, terroristas o por la guerrilla, respondiendo con tanqueta y gas lacrimógeno; y de otro lado los líderes de las movilizaciones tendrán el reto de ser rigurosos y aprender a protestar de manera pacífica con agendas realistas, como quien dice, nos obliga el camino del diálogo democrático aun en las posiciones más disímiles, en donde solo el reconocimiento de la diferencia como posibilidad de construcción, será una opción.
Y como se nos acabaron las excusas, al estado nacional, departamental y local le toca – ahora sí sin dilaciones- impulsar los cambios estructurales que pocas veces ha hecho, para generar equidad y desarrollo humano y hacer de la paz algo más que un discurso o un canto de sirenas del gobierno de turno.
Dichos cambios necesarios para la construcción de la paz territorial serán encarnados por los alcaldes que vienen –que valga decirlo serán los alcaldes del Posconflcito- es a los mandatarios locales a quienes les tocará el reto de implementar las reformas institucionales que se desprendan del acuerdo entre gobierno y Farc.
En el caso del Oriente Antioqueño el reto es doble debido a una razón sencilla, nuestra región por su tradición conservadora se ha convertido en un fortín electoral del Centro Democrático, partido político opositor al proceso de paz, que de seguro pondrá varios alcaldes, que enfrentaran los retos de la paz en sus localidades.
A los futuros alcaldes del Oriente Antioqueño les toca construir la paz desde la región más allá de discursos ideológicos, con acciones que cierren la brecha entre pobres y ricos, les tocará dialogar de tú a tú con las expresiones de movilización social que emergerán en medio del hervidero de este año de sobresaltos electorales. Un posible camino para semejantes retos es aplicar la enseñanza del desaparecido Maestro Carlos Gaviria: La decencia y el respeto.
