La búsqueda de techo en el hombre se remonta a más 500 mil años en la datación antropológica más acertada. El refugio más seguro y quizás, una de las satisfacciones más grandes de la familia en cualquier parte del mundo, en cualquier cultura y en cualquier época de la historia, lo constituye la obtención de vivienda propia.
En pocas ocasiones la naturaleza humana se acerca más al orgullo noble y a la más estrecha cohesión familiar, como cuando se luce una casa propia, una vivienda familiar, un refugio permanente.
Si alguna empresa gubernamental en la historia de los Estados modernos puede considerarse constante, no me cabe duda, esta se encuentra en la tarea de dotar de vivienda a sus asociados, a todos sus asociados.
En países en los que el déficit de vivienda propia presenta índices desoladores, como sucede en Colombia y en muchas otras naciones de nuestra Latinoamérica desacertada y errática, detener la frecuencia de construcción de vivienda popular sin haber asegurado a un sustituto empresarial capaz de sostener los ritmos de construcción de vivienda, constituye un error que desanima y frustra anhelos en sectores sociales en los que la esperanza es permanentemente esquiva y suele diluirse sin como atajarla, en desconciertos, incertidumbres y rechazos justificados.
La construcción de vivienda de interés social en Colombia ha sido desarrollada con márgenes de utilidad muy limitados. Los constantes altibajos en los precios de los materiales de construcción, la inestable situación laboral de los trabajadores que adelantan las obras, los altos costos del dinero en las últimas intervenciones irracionales de la banca central y las dificultades naturales del devenir empresarial para subsistir en el complejo mundo de la construcción, obliga a considerar que las modificaciones que se pretenden hacer en tan complejas actividades, no conseguirán fácilmente un sustituto que encaje con las pretensiones gubernamentales y, en el entre tanto, miles de familias y quizás toda una generación, serán obligadas a asistir a la muerte de uno de sus mas grandes anhelos.
El gobierno del presidente Petro pretende, y aplaudo su pretensión, ampliar el margen de oferta empresarial en el ámbito de la construcción de vivienda popular.
En dicho propósito, ha modificado a fondo las políticas y condiciones existentes en la actividad constructora, sin embargo, y la estadística estatal lo reconoce, el ritmo de la construcción se detuvo bruscamente, los subsidios destinados a la vivienda popular se atascaron entre las explicaciones inteligentes, desconfianza hacia el gremio constructor y la incapacidad manifiesta de edificar una nueva generación de empresarios de la construcción dispuestos a asumir los incontables riesgos que dicha actividad tiene en el devenir empresarial.
La forma en que los gobiernos diseñan las transformaciones que sus asociados requieren, debe considerar que el impacto inicial causado y las consecuencias futuras del mismo, no destruyan el anhelo de quienes desde los sectores populares, creen, con justa razón, que el gobierno del cambio será el que les convierta en realidad su milenario anhelo de refugio seguro transformado en vivienda propia.
Construir vivienda en grandes cantidades, implica la existencia de experimentados y arriesgados constructores y estos últimos no se crean ni se construyen de la noche a la mañana.
La vertiginosa caída en la construcción de vivienda popular, el sueño plácido en el que duermen los billones de pesos destinados a subsidios para la vivienda de los más necesitados y las continuas alzas en las tazas de interés, están destruyendo la confianza de los sectores más sensibles y necesitados en el gobierno actual, sin que este quiera admitir que la construcción de una nueva alternativa de construcción de vivienda popular, no se crea de la noche a la mañana sino sobre la marcha y con decisiones sopesadas y ponderadas.
Los cambios son necesarios, y en Colombia, más que necesarios, pero no podemos olvidar que dichos cambios deben evitar al máximo convertir en imposible el deseo de adquirir una casa propia a quienes esperaron generaciones enteras la llegada de un gobierno popular para tenerla.
Las políticas que en materia de vivienda popular ha diseñado y puesto en ejecución el gobierno actual, están dejando sin casa, y sin explicación comprensible, a las personas que más la necesitan. "La muerte de un sueño no es menos triste que la muerte misma", escribió Truman Capote una noche en la que no volvió a ver la luna.