El personaje del año siempre dependerá de quien lo elige, más que del personaje mismo. Para unos, —me incluyo— los niños ucranianos, judíos y palestinos muertos en las guerras de los adultos. Para otros, el personaje de 2023 puede haber sido el clima, con las víctimas de inundaciones e incendios. En otro caso, la realidad ineludible Inteligencia Artificial (IA) que se instaló para incidir, y mucho, en el mundo laboral, científico, social, es el personaje del año que termina. Para otros puede ser el Ozempic, —inyecciones utilizadas en el tratamiento de la diabetes tipo 2— que prometen terminar con la obesidad.
Este diciembre se cumplieron 75 años de la Declaración de los Derechos Humanos aprobados por la ONU que son una síntesis, habrá otra a futuro, de una secuencia que viene desde el fondo de la historia. Que tuvo un hito en 1789 con la Declaración de los Derechos del Ciudadano emergente de la Revolución francesa. En consecuencia, mi personaje de este año es el colombiano Antonio Nariño (1765-1823).
Hace 230 años, Nariño, librero sui generis, fundador de la tertulia bogotana Arcano Sublime de la Filantropía, en diciembre de 1974 leía el tomo III de la Histoire de la Revolutión de 1789 et de létabliseement d´une Constituion en France (París, 1790) de Francois Marie de Keversean y G. Clavelin. En las páginas 39 a 45, se encontró con los derechos del hombre y el ciudadano que tradujo e imprimió clandestinamente en la Imprenta Patriótica de su propiedad en Santafé de Bogotá. Fue la primera vez que se imprimieron en América hispana los 17 artículo de los Derechos del Hombre. Denunciado por tal osadía, en 1794, fue juzgado y condenado a 10 años de presidio en África, pasando por las cárceles de Santafé de Bogotá, Cartagena y Cádiz.
Sumado a la pérdida de todos sus bienes, múltiples destierros, quebrantos de salud y dificultades familiares.
En 1797, tras huir de la cárcel en Cádiz, regresó al Nuevo Mundo. Nuevamente detenido se le concede la libertad vigilada en 1803 por su estado delicado de salud al haber contraído tuberculosis en prisión. En 1810 recobró la libertad total para volver a prisión al caer en manos realistas en 1814, luego de haber estado durante dos años al frente de la presidencia del Estado de Cundinamarca y de haber sido secretario del Primer Congreso de la Provincias de la Nueva Granada (1810). Preso en la ciudad de Pasto, es confinado en diferentes prisiones, Quito, Guayaquil, Lima y nuevamente Cádiz, donde permaneció desde 1816 hasta 1820, completando en total 12 años de prisión de sus 58 de vida.
Había fundado el periódico La Bagatela en julio de 1811, durante la efervescencia juntista que vivía América del Sur. Desde sus artículos periodísticos, Nariño criticó la constitución monárquica de Cundinamarca que reconocía la soberanía del rey felón Fernando VII; se opuso a la federación, y luego la apoyó; defendió el centralismo y criticó la anarquía que ya se vislumbraba en la nueva nación; combatió el fanatismo religioso que “mantiene oscurecidas las verdaderas creencias religiosas”; impuso campañas por la salud del pueblo; defendió la libertad de imprenta; el juicio por jurados y proclamó la urgente necesidad de unión de todas las provincias, sostiene el historiador colombiano Javier Ocampo López.
Tanto Nariño como otros precursores intelectuales de la independencia colombiana fueron hijos de la Ilustración a la que llegaron mediante un recorrido que signaron en su salón de reuniones que puede verificarse hoy en la serie de retratos del museo existente en la casa en que viviera Nariño en Villa de Leyva, distante 165 kilómetros al norte de Bogotá.
Diferentes cuadros y retratos de quienes influyeron en Nariño y sus contertulios pueden verse hoy en la que fuera la residencia del notable colombiano, así como de su extraordinaria biblioteca, parte de ella herencia de su abuelo materno, gran erudito y bibliófilo. La imagen de Benjamín Franklin, Tácito, Raynal, Newton y Platón. El retrato de Jorge Washington las figuras de Jenofonte, Solón y Montesquieu, así como de Cicerón, Demóstenes y William Pitt. Sin que falten los retratos de Sócrates y Rousseau, junto a Plinio y Buffon.
Nariño considerado en Colombia “el padre de los derechos humanos” es un ejemplo de responsabilidad individual frente a los derechos humanos que sigue vigente en miles de latinoamericanos y que, por eso mismo, son perseguidos y ultimados en diferentes circunstancias y por distritos victimarios.
Nariño hace 230 años asumió que eso derechos humanos que descubría, a su vez, le asignaban deberes: sentirse corresponsable de los derechos de sus semejantes.
Los derechos de los terceros que deben ser respetados, protegidos y garantizados por el Estado, naturalmente, pero también por cada individuo que es consciente de ello.
Y eso tuvo entonces un duro precio para el Precursor colombiano, y sigue teniéndolo para los colombianos —148 líderes sociales y defensores de DH asesinados en 2023, según la Fiscalía— y ciudadanos de muchos otros países latinoamericanos en el presente.