“Demostrémosles que estamos unidos”, suplicó el presidente Juan Manuel Santos a la Comisión Asesora para la Paz. ¿Unidos para qué?, pregunto yo. ¿Alrededor de él y su gobierno?
Olvida el presidente que fue en la Unidad, en el más ciego unanimismo, donde germinaron adefesios como la reforma a la justicia, la educación y salud. Santos dejó claro nuevamente esta semana su simpatía por la clase política y descuidó, lo que a mi juicio, nos preguntamos una amplia mayoría de colombianos ¿hasta cuándo me tocará lo que se discute en La Habana?
En su discurso Santos poco pensó en el país, más allá de la foto. Él recitó pensando en sí mismo, en proteger sus apuestas dejando atrás una ambición mayor que debe convocar a Colombia: la reconciliación.
El viernes el presidente no se apretó los pantalones, se preparó para una foto más. Olvidó Santos que la base de la reconciliación y los únicos que podemos dar la seguridad de conseguirla, somos nosotros los jóvenes, y que hay espejos claros como Sudáfrica donde sí se incluyeron y hoy son sociedades que sin líderes como Mandela u otros protagonistas que ya no están, marchan hacia ese objetivo. Pero sin ir muy lejos, países como Guatemala, donde la ambición también fue una foto y no se incluyó la participación joven como eje central de sus negociaciones, desembocó en las bandas criminales con un panorama peor al de la guerra vivida antes de firmarse acuerdos. Es por eso que hoy, nuestra generación, con la responsabilidad más alta que otras, nos preocupa que la comisión anunciada desde Palacio sea trinchera del interés particular, y estemos celebrando un proceso irreversible pero no sostenible en el tiempo, porque no incluyó la juventud.
En el 2012, 16 años después de “la paz firme y duradera”, Guatemala tuvo una tasa de 40 homicidios por cada 100.000 habitantes (la tasa de Colombia fue de 31 por cada 100.000, en el mismo año). Actualmente, Guatemala tiene la segunda tasa de homicidio infantil más alta del mundo.
En gran parte, esta violencia es una consecuencia del tráfico de drogas controlado por pandillas callejeras como las “maras”, las “bacrim” centroamericanas, aquellos jóvenes que pasaron de un grupo armado a otro porque ninguno de quienes posaron en la foto de su época, les interesó hablar de posconflicto y el papel de las nuevas generaciones. Según la fundación suiza Assessment Capacity Project, el nivel de violencia actual en Guatemala es equivalente al de un país con un conflicto armado convencional.
En estos días de “demostrar que estamos unidos”, no tuvieron eco las palabras de Kofi Annan en su reciente visita a Colombia, quien afirmó que la reconciliación pasa por sus jóvenes, y una sociedad que los excluye, esquiva la opción de progresar.
Así las cosas, esperaba yo que el presidente le diera un giro al proceso que cada vez se muestra más alejado del colombiano de a pie. Pero no todo lo contrario. Delirante resultó mi expectativa. A Santos solo le desvela la foto que la clase política esté unida a su favor. Por ello renunció a incluir la base de la reconciliación que somos las nuevas generaciones. Estamos unidos y se acabó. Clara López me ayudó a ganar la Presidencia, estamos unidos y se acabó.
Ese para a mí fue el mensaje mudo del Presidente. Claro, habló de vías, de las Farc, del Cauca, de la otra foto, pero en mi opinión lo que calló fue lo más diciente, Santos está dispuesto a una Colombia sin la base de la reconciliación. Nos acercamos al quinto punto de la agenda con las Farc, pero no tenemos los cimientos para que trascienda en el tiempo. Prefirió la foto con “los padres de la patria” cuando en más de una vez ha dejado claro la clase política su interés personal por encima del bien nacional.
Presidente, la foto tendrá valor tanto como trascienda en el tiempo lo que usted firme. Sin juventud no hay posconflicto, sin jóvenes no habrá reconciliación.
@josiasfiesco