En el barrio La Sierra de Medellín, a comienzos de este siglo, los pelados tenían dos opciones: o se sumaban a una pandilla o se iban de monaguillos a la parroquia. Juan Pablo Barrientos escogió lo segundo.
Cuando él tenía dos meses de nacido, su mamá se lo dio en adopción a una amiga. Sus tías nunca quisieron saber del niño, tampoco su papá. Por el color de piel y siendo muy niño, se dio cuenta que sus hermanos no eran sus hermanos. Eran ocho. A dos de ellos, los mataron. A otros tres los pusieron presos. No era fácil ser un jovencito en la Comuna 8 de Medellín.
Contrario a lo que dicen sus críticos, que pertenecen al sector más conservador de la sociedad colombiana, Juan Pablo Barrientos no odia a la iglesia. Al contrario, esa parroquia del barrio La Sierra resultó siendo para él, su oasis. Ahí, aprendió el amor por los libros y por la verdad.
A los 16 años tomó una decisión previsible en ese momento: quería ser cura. Estudió en el Inem, un colegio para muchachos de estrato 1 que tiene la particularidad de estar encallado en pleno barrio El Poblado, uno de los sectores más exclusivos de la ciudad. El contraste era absoluto.
Entró al Seminario Mayor de Medellín. No todo era como pensaba y Juan Pablo se dio cuenta de cosas espinosas, horrendas. Por ejemplo, en lo más profundo de la noche, veía cómo sus superiores se llevaban a los novicios a sus cuartos. Eran muchachos de 14, 15 años. Juan Pablo no se quedaba callado, preguntaba, cuestionaba. Lo terminaron expulsando.
Lo peor es que sentía vocación. Quería ser sacerdote. Para quitarse la tusa, se metió a estudiar inglés en el Centro Colombo Americano. Luego, volvió a entrar al seminario, pero otra vez las malas costumbres de sus superiores lo sacaron.
Se fue a Estados Unidos, a Washington, quiso estudiar en una universidad norteamericana, pero le fue imposible acceder, era mucha plata, muchos requisitos, así que se inscribió en una universidad virtual, la Católica, Tenía el empeño, la dedicación. Un contacto con la FM lo hizo conocido e inició una carrera pero no olvidó lo que vio en el Seminario.
En 2016 se estrenó en Medellín la película que cuenta cómo la Unidad Investigativa del Boston Globe destapó los casos de pederastia protagonizados durante décadas por curas católicos de Massachusetts y que la Archidiócesis de Boston intentó ocultar, lo que sacudió a la Iglesia católica de los Estados Unidos.
La película Spotlight, basada en hechos reales y con las estrellas Mark Ruffalo y Michael Keaton, arrasó en los premios Oscar de ese año. Juan Pablo Barrientos vio la cinta con un amigo y lo impactó. Quedó tan impresionado que se quedó clavado en la silla y se puso a ver los créditos hasta el final.
Mostraban unos datos impactantes. Al menos el 7 % de los sacerdotes en el mundo eran pederastas. Presentaban, además, una lista de 206 ciudades donde se habían presentado estos casos de abusos a menores. Una de ellas era Medellín. Lo que más lo impresionó es que jamás en su vida había escuchado que, en su ciudad, que tiene 1.200 curas, hubiera un escándalo de esas proporciones. Desde ese momento, empezó a presentar derechos de petición a la Arquidiócesis. Nadie le daba información. Nadie quería hablar.
Desde 1974, Colombia suscribió, como otros 170 países, un Concordato con la Iglesia Católica en donde se estipula que la justicia ordinaria no podría juzgar a sus sacerdotes. Cincuenta años después, sólo 26 países mantienen vigente ese acuerdo. Uno de ellos es Colombia. Una a una, las tutelas interpuestas por Barrientos se fueron cayendo. “Como una nigua" él mismo reconoce su intensidad, empezó a escribir cartas y a llamar al arzobispo de Medellín, Ricardo Tobón, para que le contestara sus preguntas sobre los casos de abusos y violaciones. Lo ignoró por completo.
Sin embargo, a Barrientos es un poco difícil decirle, no. En Colombia es muy fácil ubicar a un obispo, los domingos, al mediodía, en la Catedral, como cosa sagrada, inmutable, celebran misa. Con cámara en mano, abordó a Tobón. En ese momento, Barrientos tenía el nombre de 17 sacerdotes envueltos en escándalos de abusos sexuales a menores. El obispo se comprometió a responder en un mes.
Hace 5 años, luego de que ignorara mis correos y llamadas, me tocó ir a la catedral a buscar al más célebre encubridor de curas pederastas de Colombia, el arzobispo Ricardo Tobón de la @arqmedellin1. Aquí comenzó todo. #ElArchivoSecreto. https://t.co/qFZSHGpkEd pic.twitter.com/upO2UTXMpZ
— Juan Pablo Barrientos (@JPBarrientosH) November 12, 2023
or eso, pacientemente esperó. Juan Pablo trabajaba entonces en la W Radio al lado de Julio Sánchez Cristo. Por orden de él se empezó a emitir el especial: Dejad que los niños vengan a mí yTobón tendría que salir a dar la cara por las denuncias. No le quedó de otra que responder las llamadas.
A partir de ese instante, se dispararon las denuncias de personas que afirmaban haber sido abusadas en su niñez por algún sacerdote. Barrientos identificó tres patrones: eran niños, los casos de niñas abusadas eran mínimos, eran de estratos 1 y 2 y eran niños que habían sido abandonados por la figura paterna.
Fue tanto el ruido generado que, en noviembre de 2018, Edgar Téllez, editor de Planeta, le propuso a Barrientos editar un libro sobre todos los sacerdotes denunciados y entre ellos figura un nombre que pesa, y mucho y es el del sacerdote Carlos Yepes.
Carlos Yepes se hizo famoso cuando el 17 de abril de 2002 acompañó la caravana humanitaria que encabezó el entonces gobernador de Antioquia Guillermo Gaviria al municipio de Caicedo y que terminó en su secuestro por parte de las Farc y posterior asesinato.
Entre 1995 y 2010, Carlos Yepes estuvo en diversas parroquias. En 2014 sufrió un aneurisma que lo tuvo a punto de morir y desató multitudinarias cadenas de oración pidiendo que se salvara. Una plataforma digital llamada Amén Comunicaciones, lo convirtió en estrella mediática. Él ha sido el principal escollo para el libro. Varias tutelas impidieron su publicación por un contenido que supuestamente lo afectaba, pero como suele suceder, la censura termina disparando las ventas.
Barrientos lleva cinco años luchando para que le entreguen los archivos secretos donde la Iglesia Católica esconde y protege a los sacerdotes pederastas. La Corte Constitucional ha intentado respaldar esta cruzada, pero las tutelas se han caído. Barrientos no se rindió y junto con el periodista Miguel Estupiñán publicó el libro El archivo secreto en donde devela el nombre de 569 sacerdotes que han sido denunciados en los últimos 20 años por abuso sexual y pederastia. Esto le traerá mil ataques. Barrientos está tranquilo. Ya está acostumbrado a pelear por la verdad.
Por su tenacidad y el impacto de su trabajo, Juan Pablo Barrientos fue uno de los 21 candidatos de 18 países: 13 periodistas, 5 fotógrafos, 2 medios de comunicación y 1 asociación de periodistas nominados a los Premios Reporteros Sin Frontera a la Libertad de Prensa que fueron entregados el pasado 28 de noviembre en Bruselas en una ceremonia especial que presidió, entre otros, Oleksandra Matviichuk, directora del Centro para las Libertades Civiles y Premio Nobel de la Paz 2022.
Barrientos fue el ganador del importante premio. La organización internacional explicó estuvo entre los nominados y fue el ganador, porque gracias su trabajo periodístico, Colombia conoció el año pasado la identidad de 26 sacerdotes acusados de delitos sexuales.
“Autor del libro Dejad que los niños vengan a mí, Juan Pablo Barrientos es víctima de persecuciones e intentos de censura desde hace siete años por sus investigaciones sobre este asunto y sobre otros casos de corrupción. Sus reportajes permiten a la sociedad colombiana identificar a los criminales y luchar contra la impunidad”.