El viaje a China del presidente Gustavo Petro es ciertamente memorable. Antes de él viajaron a China el Bobo de la yuca, Juan Manuel Santos e inclusive Álvaro Uribe, pero ninguno de esos viajes tuvo la importancia política que ha tenido y tiene el de Petro. En primer lugar, por el cambio en la coyuntura política internacional. Cuando viajó la mayoría de aquellos presidentes, la relación entre China y los Estados Unidos era fluida, de cooperación y beneficio mutuo. Y dichos vínculos aún se mantenían sólidos cuando viajó en 2019 presidente Iván Duque, a pesar de la guerra comercial declarada a China por el presidente Donald Trump. Eran tan importantes para la economía los lazos comerciales y financieros existentes entre los dos países que parecía difícil que se llegaran a romper definitivamente, pese a la intemperancia verbal de Trump.
La llegada de Joe Biden a la Casa Blanca confirmó sin embargo los peores pronósticos. La ofensiva contra el comercio con China en vez de remitir se agravó y a la misma sumaron medidas abiertas de sabotaje de su propia base productiva. (Veáse el caso de los microprocesadores). En el plano tanto político como militar se ocurrió algo semejante, con los viajes de la demócrata Nancy Pelosi a Taiwán y la oferta de una importante partida de armas avanzadas a las fuerzas de esta isla que pusieron en entredicho el principio de la única China pactado por Beijing y Washington en los años 70 del siglo pasado. La creación de UKUZ, la alianza militar entre Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia y Nueva Zelanda, con el propósito declarado de “garantizar la seguridad en la región indo pacífico”, pero en realidad dirigida contra China, fortaleció el cerco militar del gigante asiático. Eso para no hablar de la sistemática campaña de desprestigio de China realizada en todo el mundo por los medios que son fieles a la agenda informativa definida por el Departamento de Estado.
La guerra de Ucrania no ha contribuido en nada a distender la situación. Al contrario, ha sido un agravante. Washington ha urgido a China en repetidas ocasiones a que tome partido por el gobierno de Kiev y la amenazado con nuevas sanciones si se atreve a enviar armas a Rusia. China ha resistido esas presiones y mantiene en pie su propuesta de buscar una solución negociada a dicho conflicto que satisfaga a todas las partes implicadas. Y Victoria Nuland, actual subsecretaria de asuntos exteriores de Biden, publicó hace un par de semanas un extenso artículo en el Financial Times en el que, después de reconocer el fracaso de la afamada contraofensiva militar de Kiev, propone como salida un plan de diez años de reconstrucción económica de Ucrania y de rediseño y potenciación de su industria militar con el fin de que pueda continuar la guerra contra Rusia, lo que hoy mismo parece imposible. Lo financiaría íntegramente la Unión Europea y dejaría las manos libres a Estados Unidos para intensificar su guerra fría contra China. E incluso llegar hasta la guerra caliente.
Se comprende entonces que el solo viaje del presidente Petro en estas circunstancias supone un desafío a la estrategia de Biden de aislar y cercar a China. Es una demostración de independencia y soberanía nacional de la que carecieron los viajes de presidentes colombianos mencionados arriba. Petro vino a decirle a Biden, sus enemigos no son nuestros enemigos.
Se prepara el ingreso de Colombia en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que abre las puertas a grandes inversiones chinas en ferrocarriles, puertos y carreteras. Y en trenes urbanos, desde luego
Pero si el solo viaje no ha alegrado a Washington, más infeliz lo hecho todavía la noticia de que en el curso del mismo se suscribieron una serie de acuerdos de cooperación en distintos campos, entre los que sobresale una declaración conjunta de abierto contenido político que llama a “una alianza estratégica” entre ambos países y que incluye el reconocimiento por parte de Colombia del principio de “una China”, así como de los brillantes logros económicos y sociales del modelo de desarrollo chino. Se anunció, además, la creación de una comisión binacional para desarrollar los acuerdos y para preparar el ingreso de Colombia en la Iniciativa de la Franja y la Ruta, que abre las puertas a grandes inversiones chinas en ferrocarriles, puertos y carreteras. Y en trenes urbanos, desde luego.
Nuestra clase política y los medios hegemónicos están alarmados con estas noticias que ponen en riesgo los cuantiosos beneficios materiales y simbólicos que obtiene de su inconmovible fidelidad a Washington. Es de esperar que hará todo lo posible por poner palos a la rueda de los acuerdos. A mí, por el contrario, estas noticias me alegran porque en política internacional me rijo por el principio de que el camino a la independencia pasa por multiplicar las dependencias. Complementado por el sabio consejo de Mao: Hay que apoyarse en los propios esfuerzos.