Sin acceso a internet, millones de niños y jóvenes se perderán el tren de las oportunidades que ofrece el buen uso de la inteligencia artificial y en general, la revolución digital. Responsabilidad acumulada de gobiernos anteriores y del actual que, si lo decide, podría contribuir a modificar la situación.
El cuento ya se sabe: hay una parte de los hogares colombianos que no tienen conexión a internet, carecen de computadores o de tabletas. Las más afectadas son las familias del campo, especialmente las que viven en lo que llaman el “rural disperso”. También hay inequidades en las ciudades y existen diferencias entre regiones del país. Relativamente bien conectados están Bogotá, la zona cafetera, Cali, Barranquilla, Bucaramanga. Sin embargo, las dos costas, pacífica y atlántica andan mal, lo mismo que los departamentos amazónicos y de la Orinoquía. Y San Andrés, qué vergüenza.
Lo del campo es dramático, ya que en él vive casi el 25 % de la población colombiana. El problema no sólo es de “periferia”, de territorios lejanos. En las zonas rurales de Bogotá, como las veredas de Ciudad Bolívar, la mayor parte de hogares carecen de acceso a internet.
Los afectados principales han sido, son (¿serán?) los niños y jóvenes, carentes de acceso a una fuente clave para la educación del siglo XXI, un determinante crucial de su futuro.
Una variante del problema, que se verifica visitando escuelas rurales en distintas partes del país, consiste en que algunas cuentan con computadores… pero no con internet. Resultado de la fiebre de reparto de tabletas, hace algunos años, sin proveer la conectividad.
Y otra, que se sufrió durante la pandemia: millones de hogares conectados en las ciudades, aunque con insuficiente ancho de banda. Las familias con varios estudiantes en casa y padre o madre trabajando remotamente, disputándose, entre todos, con un equipo, el modesto chorrito de internet… Imposibilidad de que todos pudieran realizar reuniones virtuales y, en el terreno de la educación, especialmente en la pública, ausencia frecuente de clases.
La pandemia fue un laboratorio de lo que ocurre cuando hay diferencias en la conectividad a internet: las brecha entre los bien conectados y los desconectados aumentó. Baja en la calidad de los resultados educativos, deserción, pérdida de tiempo escolar, afectarán la vida de millones de niños y jóvenes durante toda su vida.
Si hay interés en combatir la inequidad social, económica, regional, en Colombia, el tema de internet está dentro de las prioridades.
A un año del Chat GPT, bandera de la inteligencia artificial generativa (I.A.-g), la falta de conectividad en el campo y las diferencias entre regiones y ciudades, y dentro de grandes ciudades, sigue rampante
A un año del lanzamiento del Chat GPT, el buque bandera de la inteligencia artificial generativa (I.A.-g), la falta de conectividad en el campo y las diferencias entre regiones y ciudades, y dentro de grandes ciudades, sigue rampante. Ha sido un año en el que los conectados han tomado más ventajas, sea en el campo de la educación o en el empresarial (aunque también vamos lentos en ello) sobre los que no lo están.
Las ventajas potenciales de la I.A.-g en la educación son increíbles. La adaptabilidad, es decir, la posibilidad de que ella sirva para personalizar los procesos de aprendizaje a partir de las necesidades de cada estudiante (y también, de cada docente) queda suprimida para quienes carecen de acceso. La inequidad será mayor en términos educativos y, en el largo plazo, de graves consecuencias sociales y económicas.
El Plan de Desarrollo Colombia, Potencia Mundial de la Vida, trata el tema y propone la conectividad total. Sin embargo, el problema sigue vigente. Si en realidad se quiere luchar por los jóvenes, más allá de las remuneraciones ofrecidas para no delinquir (el famoso millón mensual), el gobierno debe hacer lo que esté a su alcance para conectarlos a la red y utilizar las nuevas herramientas, como la inteligencia artificial generativa, para otorgar más y mejores oportunidades en su formación y su futura incursión en el mercado laboral.
