La iglesia católica rehusa considerar las mascotas como parte de la familia y confunde la “humanización” del animal con su aceptación como integrante de ese núcleo.
Se habla de antropomorfismo cuando se humaniza y se dan características, emociones o motivaciones humanas a los animales. Vestirlos, disfrazarlos, regañarlos, esperar que reaccionen y actúen como humanos no es aconsejable y su condición de animales solo requiere respeto, buen cuido, buena alimentación y un trato amable constante que no los confunda. Vale la pena aplicar varias de estas sugerencias a los demás miembros de la familia.
Ahora bien, la iglesia rechaza la posible legislación que, con el ánimo de protegerla, considere una mascota como un miembro más de la familia alegando que como el animal no es humano no se puede considerar familia. Esta actitud reiterativa, por parte de la iglesia, de definir quién puede o no considerarse padre, madre, familia, ya la hemos visto con sus consideraciones y declaraciones respecto a la comunidad lgtbq+.
Quién ha dicho que una familia sólo la conforman padre hombre, madre mujer, hijos hombres e hijas mujeres? La familia por definición, además de ser un conjunto de ascendientes, descendientes, y demás personas relacionadas entre sí por parentesco de sangre o legal la conforma un grupo de personas no siempre unidas por lazos legales que conviven y tienen un proyecto en común.
A este grupo los seres humanos muy a menudo anexan animales domésticos que también deben ser protegidos. De esto se trata la legislación, de proteger al animal, de tratarlo bien y de no descartarlo cuando envejece o enferma. Así de sencillo….
La iglesia católica nuevamente peca por omisión y por discriminación.