“Nuestros tratamientos no tienen efectos secundarios ni complicaciones”. “Esta terapia no hace ningún daño”. Frases más alejadas de la realidad no puede haber, cuando son dichas por los practicantes de “medicina” naturista, alternativa, complementaria, bioenergética o como dicen ahora integrativa.
Repasemos algunos datos documentados sobre la iatrogenia y los efectos secundarios de algunos de los más utilizados métodos de este tipo de “nueva” medicina. Es apenas la punta del iceberg.
Quiropraxia: ha producido: accidentes cerebrovasculares; desplazamientos de stents (un dispositivo tubular que se coloca para reparar una arteria dañada); embolismo renal; hematomas; daño neurológico como cuadriplegia; pseudoaneurismas; tromboembolismo pulmonar; ruptura de útero. Esto sin hablar del dolor al manipular articulaciones vertebrales dañadas por artrosis no diagnosticada con anterioridad al tratamiento.
Homeopatía: tiene entre el 2% y el 8% de los siguientes problemas: fiebre, diarrea, tos, eccemas, menstruación irregular, reacciones de tipo alérgico o similar a intoxicación. Los practicantes lo asumen como un efecto “deseable” ya que es el organismo “desintoxicandose”, pudiere ser, pero de todas maneras son síntomas molestos, es malestar.
Acupuntura: el 7,8% de los pacientes sufre algo como: dolor, náusea, vértigo, hematomas, neumotorax, infecciones tipo hepatitis y sida, aguja perdida, alergia, angustia, eritema, empeoramiento. Por tanto no es tan inocuo. ¿Será que el paciente lo sabe con antelación?
Fitoterapia (plantas): son descritos en sus propios textos: reacciones adversas como anafilaxis, edema, broncoespasmo, estenosis esofágica, muerte, alucinaciones, hipertensión. La interacción con medicamentos: ajo y ginseng con antiagregantes, anticoagulantes; pasiflora con ansiolíticos; hipérico con anticonceptivos orales; jengibre con antiácidos. Están contraindicados en embarazo y lactancia: alcachofera, acíbar, bolsa de pastor, cáscara sagrada; en ulcera gástrica: quina, cayena, nuez de cola. Tal vez no recordemos que los medicamentos químicos son en su mayoría derivados de las plantas, y en los que sencillamente se ha identificado la molécula que tiene el efecto benéfico.
Sanación: basado en la energía universal se supone que al transmitirla solo haga efectos positivos. Pero las intenciones del sanador, la distribución en el organismo, las triangulaciones, los rayos utilizados pueden perfectamente bloquear canales energéticos o desvitalizar. Puede tomar las células cancerosas e incrementar su actividad.
Métodos “psicológicos” manejados por personas no tituladas, en los que se promueve la expresión de sentimientos sin ninguna experiencia y se remueven conflictos internos, profundos, sin poder manejar luego las consecuencias. La agudización de depresión, angustia, intentos de suicidio, no se harán esperar.
Puede adjudicarse la mayoría de estas situaciones a mala práctica, pero eso no quita el hecho mismo. Suceden. Podemos abrir los ojos y ser más críticos cuando consultamos.
Lo natural tiene el poder de producir bienestar y también malestar. Lo uno no excluye lo otro. La energía igualmente puede ser benéfica o puede enfermar. La fisiología y anatomía de la medicina bioenergética, del alma, debe ser estudiada a fondo, con el fin de minimizar los riesgos de su terapéutica ya que sí existen riesgos y complicaciones. Salgamos de esa ceguera de creer que no tienen problema. El principio de Primunnilnocere —primero no hacer daño—, en ocasiones escapa a nuestras manos. Es humano cometer errores. Imposible conocer con el 100% de certeza la reacción que un organismo va a tener ante una sustancia o elemento de la naturaleza. Estamos atentos a sanar, pero también en ocasiones producimos enfermedad.
Más allá de todo lo anterior, considero que lo que más puede llevar a la iatrogenia (el daño hecho por los médicos), es la falta de preparación médica formal. El orgullo desmedido, la arrogancia de creerse infalible, el paradigma de la “naturalidad”, conducen inevitablemente a errores. Antes de aplicar cualquier método para curar y sanar, debe estar el correcto diagnóstico médico. Y como diagnóstico hablo del físico, del mental y del espiritual. Los médicos no podemos seguir desconociendo al ser humano en todas y cada una de sus dimensiones y aún menos la interacción entre ellas. Desconocerlo enferma. El rechazo de la medicina alopática por un lado, tanto como el de la bioenergética por otro, con la subsecuente desvaloración de ambas, solo conduce a tratamientos parciales y curas inciertas.
Sigo creyendo en la formación académica médica y estoy completamente convencido que ella debe ampliarse y acoger las teorías que sustentan la medicina vista desde el punto de vista energético, espiritual. Apoyo con todas mis fuerzas el que la medicina sea solo una, incluyente, integrada y practicada exclusivamente por médicos. Lo creo y lo practico, por eso mismo soy responsable de conocer el daño que puedo ocasionar para así minimizarlo y hacerlo saber a mis pacientes.