Hay una camada de cibernautas, activistas digitales, muy ciberhabilidosos, incluso más inteligentes que los teléfonos inteligentes, que ha logrado comprender y estimar en su justo valor el inconformismo que circula en las redes sociales, infiriéndolo de las emociones, sentimientos, sensaciones y expresiones de los usuarios.
Pudiera declararse que los blogueros conscientes son, en el mejor de los casos, una especie de informadores, reveladores de la verdad, formadores de opinión y guías de conductas.
Mediante sus propias interpretaciones y valoraciones de los hechos objetivos, los blogueros conscientes desarrollan un grado de influencia social.
Salta a los ojos que la empatía es la cualidad indispensable para interactuar (o conectar) con los seguidores, y lograr la conversión de los usuarios en los consabidos ecosistemas digitales.
Mientras más audiencia se consiga, mayor será la evangelización y más largo será el eco electrónico de los likes, mecanismo ampliamente conocido para medir el alcance de la simpatía, el nivel de popularidad o el margen de conexión de los suscriptores con la propuesta planteada.
Los blogueros comprometidos con la causa popular orientan actitudes sociales —y, en ocasiones, construyen lazos de interrelación perdurables—, a fin de establecer un estado de opinión pública conveniente a la causa de los pueblos oprimidos.
La capacidad de difusión de una noticia en el ciberespacio, quiero decir, de viralización de una información en las redes sociales es inefable: todas las palabras no son suficientes para expresarla.
Aseguran los expertos en el manejo de comunidades digitales que la viralización en las redes sociales, sobre todo de una denuncia ciudadana, obedece a que esta es una forma de pago y también de agradecimiento por parte de los usuarios digitales.
Y es además el anhelo latente de romper con la dominación y la manipulación informativa, todo ello con el propósito de mostrar de manera espontánea e instantánea noticias de auténtico interés popular.
La desobediencia desinformativa es un fenómeno muy significativo, toda vez que refleja el hecho de que el pueblo sí sabe agradecer la comunicación alternativa, esto es, la información independiente, pronta y veraz, sobre todas las cosas; porque a las gentes no les gusta el engaño.
La desobediencia desinformativa ha desnudado al poder. Por consiguiente, vale decir que los ciberactivistas nos han permitido saber que existe un poder detrás del poder, escondido en la oscuridad, equiparable con un gobierno mundial, el de las grandes corporaciones, pero sin ningún tipo de responsabilidad social.
El ciberactivismo han consentido conocer asimismo los intereses ocultos en las tinieblas de los grupos de poder.
La generación cuyos jueces merecen ser juzgados no debe pensarse desgraciada. (Con el perdón del Talmud). Más bien, es la oportunidad para crear el Tribunal de Justicia de la Corte Penal Internacional del Ciberespacio.
Es menester resaltar que en el IV Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad efectuado en Caracas, Venezuela, el poeta y exministro de Cultura de Cuba Abel Prieto sugirió estar alerta acerca de la pérdida de la batalla de las ideas de la izquierda en el campo de la cultura, en el terreno de los medios de comunicación masivos.
Estamos intimados a ganar la paz también en el plano tecnológico, en ámbito el electrónico, en el ciberespacio.
En el contexto de las redes sociales se debe y se puede, contra vientos y mareas, obtener la victoria de los pueblos, debido a lo instantánea que es la comunicación a través de estas herramientas tecnológicas.
La forma instantánea de la divulgación de la información entre los usuarios de las redes sociales, la fugacidad para recibirla y compartirla, la brevedad para propagarse, se presenta con una facilidad difícil de igualar y probablemente imposible de superar por parte de los medios de comunicación tradicionales.
Tenemos que mantenernos atentos a las rendijas de los medios, con el objeto de aprovechar las antedichas fisuras, para luego denunciar sus contradicciones. Es decir, se debe evidenciar la mentira en todos los flancos, a fin de concienciar a las multitudes y terminar con la ciberguerra, de una vez por todas. Porque de cierto escribo que los medios de comunicación masivos no son perfectos, ni la mentira jamás será verdad.
El monopolio comunicativo, la supremacía mediática de la prensa mercantil ha sido conseguida a punta de embustes. Y sólo la verdad, ampliamente difundida, puede poner fin a la dictadura de la desinformación.