Alejandro Ordóñez tomó una drástica decisión que le dará un giro radical a su vida tras la muerte el mes pasado de su esposa Beatriz Hernández en Washington. Quien fuera la compañera de vida y de todas sus luchas, con quien tuvo tres hijas, padeció durante cuatro años la enfermedad que se la llevó el pasado mes de septiembre; un camino doloroso para Ordóñez que asumió mientras se desempeñaba como embajador ante la Organización de Estados Americanos en Washington.
Muy recién llegados a Washington a finales del 2018 Beatriz evidenció su problema de salud que empezó a dar señales preocupantes. Lo asumió con entereza, como todo en su vida y se aferró a su temple para no dejarse derrotar por la enfermedad. Se sentía cansada al caminar y problemas evidentes de movilidad manifestados en la rigidez de su mano y en los problemas que tenía para caminar por un dolor incesante en los tobillos y cada vez que doblaba su cadera. Pidió cita con una neurofisiatra y el diagnóstico no fue nada promisorio: padecía ELA, esclerosis lateral amiotrófica, una enfermedad degenerativa, incurable.
El desenlace fatal fue para Alejandro Ordóñez, el golpe más duro de su vida y forzó su decisión de enfrentar su soledad en el seminario Santo Tomas de Aquino en Dilwyn, Virginia, Estados Unidos. Así se lo comunicó a sus hijas, con lo cual iniciará una vida de ailsamiento compartida con la comunidad Lefevrista a la que pertenece.
No se trata de una vocación tardía sino el cumplimiento de un impulso juvenil que cultivó hasta entrar al seminario en Bucaramanga. Hace 35 años interrumpió su estadía para ser profesor en la Universidad de Santo Tomas donde conoció a Beatriz Hernández, quien fue su alumna, un encuentro que cambió los planes que se había trazado. Se casaron en 1984 y hasta su muerte se fue su consejera mayor, su orientadora y apoyo en todos sus empeños profesionales y luego en el sector público. Era ella quien le llevaba la agenda social que manejaba con cálculo y precisión en la que combinaba los compromisos profesionales con las invitaciones que ayudaban a proyectarlo como figura pública con vuelo nacional en Bogotá.
Compartían también sus convicciones religiosas que terminaron determinándole a la segunda vida, que cercano a los 70 años comienza Alejandro Ordóñez. Se les veía juntos, ella cubierta con el manto negro, en las oraciones en la iglesia de Los Sagrados Corazones de Jesús y María en el barrio de La Soledad cuando se trasladaron a vivir a Bogotá, donde asistía a misa en latín y de espaldas al altar, según el ritual de los seguidores de Monseñor Marcel Lefebvre, un contradictor vehemente de los cambios renovadores del Concilio Vaticano II y que intentaban devolver a la Iglesia Católica a su fase más radical y conservadora, convicciones que han acompañado a Ordóñez en lo privado y en lo público.
Alejandro Ordóñez, Procurador, pero también un aguerrido político defensor de ideas conservadoras
Los camándulas, ángeles y el crucifijo que reemplazó Francisco de Paula Santander, presentes en el despacho de la Procuraduría en el centro de Bogotá desde cuando lo ocupó desde 2009 hasta 2016 cuando se vio forzado a retirarse anticipadamente por un fallo del Consejo de Estado que lo destituyó el 7 de septiembre y anuló su reelección por irregularidades en el proceso. Su renuncia llegó acompañada de su decisión de entrar a la lucha política ya no desde la rama juridiccional sino abiertamente partidista.
Sus ideas conservadoras radicales siempre tuvieron eco en entre el círculo del expresidente Uribe y especialmente su exministro del interior Fernando Londoño Hoyos. Se opuso siempre al aborto, el matrimonio entre parejas de mismo sexo y a muchos de los derechos individuales como parte del libre desarrollo de la personalidad. Recién salido de la Procuraduría inició la confrontación al acuerdo de paz del gobierno Santos con la guerrilla de las Farc y no dudó en acompañar la campaña del expresidente y su partido el Centro Democrático del No al Plebiscito que ratificaba lo firmado en La Habana.
En 2018 Alejandro Ordóñez se embarcó en una campaña presidencial en la que su esposa fue el poder en la sombra y que terminó en marzo de ese año con la consulta interna del partido conservador en la que impuso Iván Duque quien se postuló para la Presidencia con Marta Lucía Ramírez como fórmula vicepresidencial. Recién posesionado Duque nombró al ex Procurador como embajador ante la OEA, cargo que ocupa hoy el magistrado Luis Ernesto Vargas.
Concluida su misión en Washington, al que se sumaba la enfermedad terminal de su esposa, su horizonte en Colombia con Gustavo Petro en la presidencia estaba completamente cerrado. Como Procurador lo destituyó cuando éste se desempeñaba como Alcalde, una batalla que terminó ganándole Petro sentando incluso jurisprudencia a nivel internacional: ningún gobernante elegido por el voto popular podría ser destituido por una decisión administrativa. El refugio que encontrará Alejandro Ordóñez en el seminario en Virginia le permitirá cerrar el ciclo y regresar a su primer impulso vital cuando su sueño era ser sacerdote.
