Educación en derechos humanos, una pedagogía crítica antifascista e intercultural

Educación en derechos humanos, una pedagogía crítica antifascista e intercultural

Quienes asumen un ideal pluralista son sujetos que nadan contra la corriente, con el fin de lograr modificar el orden social inoperante en el que se encuentran

Por: JAVIER R MUÑOZ
octubre 18, 2023
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Educación en derechos humanos, una pedagogía crítica antifascista e intercultural

Como bien se observó a lo largo de este módulo académico, existe la necesidad de revindicar el rol de la educación en y para los derechos humanos, como también re significar el papel de los educandos y educadores dentro de la sociedad, como agentes de cambio para la transformación social.

En los último años, los derechos humanos han perdido credibilidad por diferentes sectores de la sociedad, bien sea desde el sector de la derecha al catalogarlos como idearios de guerrilleros y defensores de delincuentes; o como también desde el sector de la izquierda, al criticarlos por su parcialidad y sumisión a los estados de occidente.

Por tal motivo, es necesario un resurgir de la educación en y para los derechos humanos, con el fin de que sea crítica a las realidades sociales, imparcial respecto de partidos políticos y gobiernos, combativa frente a ideologías extremistas de exclusión y discriminación, inclusiva con las comunidades y vocera de los minimizados y marginados.

Aunado a lo anterior, el antifascismo y la interculturalidad son ejes centrales para de la educación en y para los derechos humanos, en cuanto que el antifascismo como ideal de justicia social,  es una férrea oposición y resistencia a aquellos gobiernos y grupos de personas con ideologías autoritarias, totalitaristas, dictatoriales, en así, vulneradores de derechos humanos.

Y la interculturalidad, al ser un fenómeno social donde interactúan diversas culturas o movimientos culturales, promueve en sí, la convivencia pacífica y las condiciones de igualdad con aquellos que históricamente han sido excluidos o etiquetados como divergentes y diferentes.

Al promover la relación de culturas, cuestionar las inequidades y contrarrestar las formas de discriminación,  la educación en y para los derechos humanos se convierte una estrategia de cambio estructurado bajo las ideas y la acción participativa para la consolidación de una paz estable y duradera.

Es así, que surge el siguiente interrogante ¿Cuál es la importancia de que la educación en derechos humanos sea asumida desde una postura crítica orientada desde el antifascismo y la interculturalidad? Para dar respuesta al mismo, se planta hacer un análisis desde los siguientes ejes; la interculturalidad y su enlace con el pluralismo en y para el aula; el antifascismo como defensa de los derechos humanos; y el docente crítico de las realidades sociales.

Interculturalidad y su enlace con el pluralismo en y para el aula.

En la búsqueda de una sociedad armónica, donde las diferencias sean motivo de avance y no de retroceso, es indispensable abarcar conceptos que ayudan a contribuir en la consolidación de una sociedad más humana, equitativa y tolerante.

Es por ello, que el pluralismo y la interculturalidad serán indispensables en la comprensión de dinámicas que ayuden a garantizar espacios armónicos, donde diferentes posturas culturales, ideológicas, políticas y religiosas tengan cabida sin la necesidad de anularse o imponerse unas sobre las otras.

Por tal motivo, se pretende abarcar los conceptos desde una postura crítica y contestaría, en aras de contrarrestar discursos de exclusión y dominación.

Al ser este un ensayo que trata de modificar algunos pensamientos arraigados a la cultura dominante, su propuesta puede y debe ser vista desde la órbita contestaría, puesto que al abarcar posturas antirracistas y antifascistas, el objetivo no es otro que derrocar o contrarrestar ideologías basadas en el etnocentrismo, nacionalismo, fascismo y autoritarismo.

Aquellas personas que asumen un ideal pluralista e intercultural, son sujetos que nadan contra la corriente, con el fin de lograr modificar el orden social inoperante en el que se encuentran.

Pero más allá de la simple crítica, se hace necesario la comprensión de las dinámicas que se pretenden contrarrestar con el fin de poder proponer modelos o estrategias educativas que les pongan fin o las reduzcan de cierta manera en que la sociedad no las sienta como propias y poco a poco la eliminen de sus comportamientos.

Tanto la interculturalidad como el pluralismo, buscan desde el respeto, diálogos basados en la equidad, con el fin de observar críticamente posturas contrarias o ajenas a la propia.

Es así, que uno de sus objetivos es el acercamiento a las realidades de la cotidianidad del “otro”, los “ellos” o diferentes. Por tal motivo, es menester el acercamiento desde una mentalidad abierta con perspectiva plural.

Por ende, se da la necesidad de forjar aptitudes pro sociales y pluralistas que estén a la par de los diferentes cambios sociales, políticos y económicos que pueden contribuir a la generación de exclusión o división dentro de grupos que se ven afectados por estos cambios, lo cual genera la búsqueda o construcción de nuevos enemigos.

El pluralismo crítico y la interculturalidad crítica centran su discusión en los problemas que presenta el poder, el cual mediante sus patrones de raza, clase y género, construyen significados y simbologías de exclusión. Por tal motivo, al ejercer acciones pluralistas e interculturales se debe tener en cuenta los discursos de aquellos que históricamente han sido sometidos y subalternizados. Por ello, se debe buscar la re significación de la existencia del legado los “otros” y diferentes, en aras de consolidar una nueva convivencia  y un buen vivir en sociedad.

De acuerdo con lo anterior, la interculturalidad crítica es inminente frente a los fenómenos antes descritos, puesto que uno de sus objetivos es construir relaciones donde las diferencias son el eje central, ya que se nutre de saberes, poderes, concepciones y formas de ser, que ayudan a comprender las dinámicas de la sociedad actual.

Es por ello, que la interculturalidad busca la integración de los “otros” los “ellos” y los “diferentes”, puesto que son estos la base estructural de las sociedades, en donde durante muchos años han sido explotados, oprimidos e invisibilizados.

El pluralismo crítico y la interculturalidad crítica se relacionan al ser herramientas pedagógicas, puesto que desde su concepción se basan desde el cuestionamiento de las diferentes relaciones de poder, como también desde patrones, códigos y conductas, esto, con el fin de visualizar maneras distintas de vivir, de ser y de saber.

Lo anterior, en la búsqueda de dialogar desde la dignidad y la equidad, y a su vez, crear espacios donde los otros, ellos y los diferentes puedan repensar su realidad, aprendiendo, estando y existiendo desde su ser para poder trascender en sociedad.

Por ende, se presenta la necesidad de restablecer los fundamentos de una pedagogía crítica, la cual es la encargada de construir una humanidad cuestionadora, que sea capaz de confrontar y ser disidente de los patrones de dominación.

Dicha pedagogía crítica con un componente intercultural y pluralista, que piense desde y con los sujetos, pueblos y colectividades históricamente subalternizados, evitando pensar desde la uni-nacionalidad y mono-culturalidad de lo que constituye la actual empresa educativa basada en el capitalismo salvaje, con el fin de avanzar a una mentalidad diversa que se sustente en lo colectivo, desechando el colonialismo educativo para poder cambiar el orden de las cosas.

La interculturalidad, concebida como un acto de resistencia que se manifiesta en proyectos de trasformación y descolonialidad desde lo político, ético, social y epistémico, asume la búsqueda de la posibilidad de diálogos entre culturas, con el fin de trascender desde lo educativo y poder impactar en la construcción de sociedades diversas.

Por ende, lo que se busca es el constante cuestionamiento al sistema monopolístico. Esta interculturalidad vista desde la educación crítica y popular, tiene una órbita contestaría frente a la exclusión, discriminación y racismo, puesto que existe la pertinencia de formar personas conscientes de sus realidades y de las diferencias que los rodean; que sean capaces de trabajar de manera conjunta en pro de una sociedad plural, basada en la equidad e igualdad.

Por tal motivo, se hace un llamado desde la pedagogía crítica intercultural y pluralista, para que aquellos históricamente sometidos y excluidos, sean parte, a su vez aliados y hermanos de los sectores populares, para consolidar una refundación social dirigida a la construcción de un mundo para todos, desde los otros y para los otros.

Es así, que los educadores críticos, populares y reflexivos son indispensables para el cambio social que se avecina, donde no existirán limitantes políticos, sociales o culturales, sino que los mismos serán la base de un conocimiento insurgente, que reúna la voz de todos, que luche contra la exclusión. Por tal motivo, el deber del educador es crear una conciencia colectiva basada en el antifascismo y antirracismo.

El antifascismo como defensa de los derechos humanos.

Para la defensa de los derechos humanos es necesaria la pedagogía en valores y principios basados en la prosocialidad y en el reconocimiento de los demás, por tal motivo, es pertinente que en esta pedagogía exista el componente crítico y contestarío respecto a posturas ideológicas y movimientos políticos que promuevan el exterminio, eliminación, exclusión, desplazamiento y minimización de los “ellos”, “otros” y “diferentes”, puesto que la raza humana es una sola y comparte un mismo territorio. Por ende, el totalitarismo y autoritarismo, ejes centrales fascismo y de cualquiera de sus vertientes, está en contra de los derechos humanos.

Sin la necesidad de llamar a la lucha armada o la creación de guerrillas urbanas, o peor aún, promover conductas incendiarias en las calles en contra de los conciudadanos, se hace necesario, que antifascismo revindique su papel en las aulas y en diferentes contextos educativos formales e informales, con el fin de educar a las comunidades en el respeto al otro, en el reconocimiento de las diferencias, en la aceptación de la existencia de otras culturas y tradiciones, en la visualización de las discapacidades; en otras palabras, dotar a la educación de un enfoque diferencial, donde no tenga cabida radicalismos bien sea de derechas o izquierdas, encaminados a la vulneración de los derechos humanos.

Tampoco es un llamado al renacimiento del comunismo o socialismo, ¡no!, aunque el antifascismo puede coincidir en varios postulados con estos, también discrepa en sus formas de gobierno, que en una u otra forma contempla el totalitarismo y promueven el exterminio o minimización de ciertos sectores económicos, políticos, culturales y hasta por su orientación sexual.

El antifascismo es mucho más amplio, diverso e inclusivo, en sí, está en contra de aquellos que vulneren los derechos humanos. Por tal motivo, los discursos, la propaganda, la movilización en la calle y la pedagogía son instrumentos en que el antifascismo se puede nutrir con el fin de contrarrestar comportamientos encaminados a vulnerar los derechos humanos.

La educación en derechos humanos o como hoy en día la están pretendiendo llamar, educación para la paz, se nutre del espíritu libertario, pluralista, intercultural, de autogestión, alternativo, igualitario y fraternal que nos deja el antifascismo.

Como bien lo ha enunciado Magendzo, en la tensión de la polisemia del discurso, muchas veces se hace necesario, en aras de evitar conflictos y de que el discurso pueda trasmitirse, obviar conceptos contestatarios como el antifascismo, puesto que en el versa una cruz, la cual lo han catalogado como incendiario, guerrerista, terrorista y de guerrillas, cruz impuesta por el imperialista y agresor sexual Donald Trump y por nuestra defensora de vulneradores de derechos humanos, Maria Fernanda Cabal.

Por lo anterior, hoy en día la postura antifascista debe ir en los corazones de los educadores, los cuales con sus actos y enseñanzas, la trasmitirán a los educandos. De igual manera, no es necesario ir gritando en la calle que se es antifascista, ni andar con parches o banderas, es mediante el reflejo de nuestros actos y discursos lo que le dará valor a que antifascismo sea un eje central en la educación en y para los derechos humanos. Y se resalta que para la pedagogía, trasmisión y respeto de los derechos humanos no se necesita ni ser de izquierda ni de derecha, se hace necesario ser crítico de la realidad con un objetivo prosocial de transformación, donde poco a poco podamos minimizar las inequidades en las que nos vemos envueltos.

El docente crítico de las realidades sociales.

Finalmente, en este eje de análisis, se hace necesario revindicar el rol del docente como agente de transformación de las realidades sociales en las que nos desenvolvemos, toda vez que más allá de su conocimiento disciplinar o académico, debe ser un sujeto contextualizado de las condiciones sociales que influyen en el proceso de aprendizaje y en los mismos estudiantes, sumando a la permanente reflexión, acción y reflexión de las dinámicas propias de la pedagogía crítica.

El docente que es activo y procura por el debido desarrollo y desenvolvimiento de sus estudiantes dentro de la sociedad, es un sujeto capaz de abordar las problemáticas sociales de tal manera que el estudiante sea capaz de evidenciarlas en su entorno y a su vez asuma el rol de transformación; es así, que este tipo de docentes procura que sus estudiantes sean capaces de argumentar, contrargumentar, justificar y tomar decisiones o posturas críticas frente a sus entornos locales, nacionales e internacionales; convirtiéndolos así como conocedores de la praxis a la teoría y de la teoría a la praxis.

Como ya se ha resaltado, el docente es un sujeto activo en la transformación social y más aún, cuando en sus clases incentiva el pensamiento crítico en sus estudiantes, siendo esta una acción emancipadora en contra de la maquinaria institucionalista que pretende coaccionar a través del poder hegemónico mediante la dominación ideología que se permea lentamente en las instituciones educativas. De esta forma, el fomento del pensamiento crítico es un acto educativo el cual no es neutral y todo acto educativo es político; y con mayor valor, cuando este está cimentado desde la libertad, siempre estará al servicio de los oprimidos.

 Con el fin de concluir este eje temático, se quiere dejar claro que la pedagogía crítico social siempre será un acto de resistencia sin importar el tiempo y el espacio de donde se mire. El docente tiene un papel dialectico y contradictorio, puesto que los centros educativos y la educación actual siempre lo estarán  condicionando  bajo paramentos fijos de la cultura hegemónica en la que se desenvuelva.

Conclusión

Como se sustentó a lo largo de este escrito, la educación en y para los derechos humanos, intrínsecamente es una forma de pedagogía crítica antifascista, puesto que al tener un compromiso con la justicia social, tiene el objetivo de empoderar a quienes han sido oprimidos y marginados por las grandes elites desde ideologías autoritarias y totalitaristas. Unos de los propósitos, será el reconocimiento, la vocería, la participación de aquellos que han sido víctimas de las injusticias tanto primarias o secundarias como mencionaba Magendzo; dotándolos de identidad y valoración social, es decir tratándonos de igual a igual.

Por otro lado, aquel estudiante educado en y para los derechos humanos comprenderá la importancia de la reivindicación de aquellos han luchado por su dignidad, puesto que estos son el resultado de la irrenunciable constancia por alcanzar la debida justicia social. Igualmente, serán sujetos consientes que sus procesos de educación están dentro y fuera del aula, logrando comprender la existencia de un poder que influye en su entorno social y educativo, y como resultado, generará en ellos el cuestionamiento, la reflexión, el análisis y la acción para la debida trasformación.

Finalmente, los educadores críticos deben comprender que su labor en los entornos populares y subalternos será de vital importancia, puesto que la educación vista desde una postura hegemónica está encaminada  a capacitar y dotar de mayor poder a aquellas elites han tenido el control económico y político a lo largo de la historia, relegando a una educación obsoleta y tecnificada a aquellas mayorías excluidas.

Es así, que el acto más hermoso de este siglo, donde la tecnología abruptamente se está apoderando de todos los terrenos de la interacción social, es crear conciencia en lo colectivo y humano, donde el cuestionamiento y la reflexión sean los ejes de la educación, para dejar a un lado el pensamiento simplista que nos está vendiendo la educación del mercado, la cual pretende minimizar o exterminar a aquellos campos de conocimiento que nos guía a repensarnos de nuestra existencia, para poder ser y vencer.

¡Por una educación crítica, antifascista y defensora de los derechos humanos! 

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