Que las personas puedan comprender de la manera más sencilla el significado de la palabra política es uno de nuestros propósitos. Que descubran la suprema importancia de ejercer el derecho a participar activamente en el proceso integral de diseño de Estrategias de Estado que conducirán a la toma de decisiones y afectarán inevitablemente la vida de todos los ciudadanos, es hacer política.
¿Cuál es esa importancia? Nos preguntarán. Pues esa es la tarea, generar mecanismos, metodologías, diálogos, instrumentos en fin que nos permitan ‘traducir’ lo que los pensadores y líderes del lado de las mayorías tienen totalmente claro, para que nuestros hermanos entiendan la tremenda responsabilidad con el presente de sus vidas y el futuro de sus descendientes que tienen hoy, ahora.
Hacer política no es llegar ante la urna a conseguir la boleta requerida para obtener beneficios limosna.
Pero es lo que muchos ciudadanos piensan. Es, más bien, descubrir el propio poder decisivo participando activamente en las instancias más cercanas, las asambleas de copropietarios, las juntas de acción comunal, y de ahí en adelante la elección de ediles, concejales y diputados, congresistas y presidentes, tomándose el tiempo de verificar sus anteriores ejecuciones comparándolas con sus promesas en campaña y discutiendo estas con los propios candidatos en las reuniones que proponen haciendo proselitismo, y también con los familiares, amigos y vecinos. Por ahí se puede comenzar.
Las buenas maneras, formas de comunicación que atraigan, sin engañar eso sí, a los miles, a los millones de ciudadanos que hoy están hastiados, hartos de la basura que los medios arrojan cada día en los pocos espacios vitales que tienen para descansar. Un poco de solidaridad, mucho de reconocerse en el otro, respeto por los que consideramos equivocados, una inmensa voluntad de entender para encontrar al ser humano que a cada paso tenemos al frente en el bus, en las filas que hacemos, en las distintas instancias que interactuamos con ese otro del que poco o nada sabemos, para lo que romper esas barreras tan características de las ciudades evitando clasificar antes de establecer comunicación, es imprescindible.
Que las personas entiendan que la decisión de no participar en los procesos que como ciudadanos tienen derecho equivale a descuidar su vida.
Es, también, permitir que otros determinen qué se hará con el fruto del propio trabajo representado en impuestos; el destino de derechos como la Salud, la Educación, Movilidad, Recreación, etc., pero también sobre los Recursos de la Nación, Agua, Especies, Minerales, Tierras Cultivables, Baldíos, que son de todos, los vivos y los que vivirán; es aceptar que quienes cometen delitos contra el bienestar de millones continúen impunes disfrutando de lo obtenido mediante actividades ilegales o ilícitas y que, accediendo a los cuerpos colegiados con recursos mal habidos, definan normas y leyes, legalicen el dinero, los derechos y bienes usurpados, así como validar y promover otras formas de explotación del ser humano; es el caso de las cooperativas de trabajo asociado instauradas para acabar de demoler los derechos de los trabajadores ya debilitados desde la Ley 50 de 1990. Y la lista de ejemplos verificables podría ocupar muchas cuartillas…
Participar en política no es cosa de corruptos. Ejemplos de mujeres y hombres honestos, decentes, que sacrifican lo único importante de la vida de una persona, su tiempo, en favor del bienestar de la comunidad, tenemos casi siempre a nuestro lado. Sólo hace falta mirar con un poco más de interés.
