A quién se le va la paloma es alguien perdido, sin rumbo, que desvaría. No necesariamente tonto, pero si algo despistado o despistada. Cuando a una persona le sucede esto necesita que la orienten, que le ayuden a encontrar de nuevo el camino correcto.
Ahora, uno se puede despalomar por manejar mala o poca información o por tener una mirada sesgada como ciertos caballos carretilleros a los que les ponen tapaojos que no les permiten ver sino al frente y nunca llegan a entender lo que los rodea.
Quien está despalomado no necesariamente tiene malos propósitos, aunque ya sabemos que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones que llevaron a malos resultados. Puede ser que esa persona a la que se le ha volado la paloma, esté buscando el bien pero termine produciendo cosas perversas.
Todo lo anterior le puede estar pasando a cierta senadora, llamada coincidencialmente Paloma; Paloma Valencia que desesperada por aportar ideas para resolver los despojos que sus antepasados crearon tuvo la brillante idea de proponer un “apartheid” en el departamento del Cauca.
Que se divida el territorio en dos, dijo feliz de encontrar una salida: un Cauca indígena y un Cauca mestizo. Le faltó valor, eso sí, para terminar de segregar y dividir el departamento en tres o cuatro pedazos: Indios, negros, blancos y mestizos. Porque en el Cauca tradicional hay más de una familia que no se considera mestiza, ni negra, sino blanca blanquita como deja la ropa cierto detergente.
Esas soluciones ya se han intentado en otras partes y en otros momentos de la historia que la senadora pasó por alto. Hay que entenderla, anda despalomada seguramente. Se intentó en la China con la muralla que hoy sirve de paseo turístico. En ese entonces querían impedir la molesta invasión de los mongoles.
Rusos y americanos hicieron una partición en Berlín con algo menos pretencioso, un simple muro; y más recientemente Estados Unidos ha acudido a otro muro igualmente ineficaz en su brega por mantener a raya los “manitos”. Los judíos, por su parte, estrenaron hace pocos años una muralla para apartar todavía más a los palestinos de los terrenos de los que los despojaron. Antes, en Sudáfrica, no hicieron murallas sino guetos de donde solo podían salir los negros cuando iban a trabajar donde los blancos. Guetos también hubo en Varsovia, ahora que recuerdo, para retener a los judíos mientras los llevaban a los campos de concentración.
Mucho tiempo atrás los americanos cuando se aburrieron de matar indígenas inventaron las “reservaciones” y arrinconaron allá a todos los carapintadas sobrevivientes. De manera, estimada senadora, que lamento decirle que su idea no es novedosa, sino un simple remake de otras iniciativas igualmente racistas y sobre todo inútiles.
Tengo muchas dudas sobre su propuesta, en especial sobre su operatividad. Por ejemplo, ¿dónde trazará los linderos que hoy ni siquiera se pueden trazar en una simple finca sin que haya disputas eternas? ¿Cómo convencerá a la población negra que vive en Corinto, por ejemplo, que se vaya a vivir a Villa Rica o Santander porque eso ya no les pertenece? ¿Se podrá transitar del Cauca Indígena al Cauca Blanco o habrá que sacar visa? Son tantas y tantas las preguntas que me embargan que yo ya también estoy despalomada.
Pero démonos un tiempo para decantar su iniciativa. De pronto en la Constituyente que ha pedido su jefe Álvaro Uribe o la dirigencia de las Farc, sí encuentran la fórmula para dividir al Cauca y de paso a Nariño, Valle, Chocó, Putumayo y todos los departamentos donde existen esas molestas comunidades indígenas.
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*Esta columna fue publicada originalmente 20 de marzo de 2015
