Tiene 63 años, pero anda en bicicleta todos los días, trota y desayuna trancado. Mucho carbohidrato, algo que a veces desespera a Claudia Helena Vásquez, pues un desayuno samario se compone de maduro, carimañolas y fritos.
Uno de esos desayunos los compartió este año en su apartamento con uno de sus amigos entrañables como Mario Sábato, el célebre relator argentino de ciclismo quien se convirtió en su parcero. Si bien Carlos invita, la que manda es su esposa Claudia Helena.
Esta paisa es la maga y el secreto para que este hombre, en pleno 2023, esté vigente. Lo conoció cuando el cantante pasaba por uno de los peores momentos de su vida tras el éxito de la Tierra del Olvido.
Carlos ha tenido la virtud de saber cambiar de piel y Claudia es una especie de relacionista pública. Su suavidad, inteligencia social y belleza le han servido incluso para conseguir audiencias como la del pasado 15 de septiembre con el mismísimo Rey Felipe de España.
Carlos Vives saluda a Don Felipe de Borbón.
Durante la audiencia privada, Carlos Vives invitó al monarca a visitar su ciudad, Santa Marta, para celebrar los 500 años de fundación el próximo 29 de julio del 2025. En las fotos y en las publicaciones en Instagram se ve la seriedad y determinación de Claudia Helena Vásquez cuando asume su papel como principal responsable de que la marca Carlos Vives permanezca vigente a pesar del paso de las décadas.
Claudia Helena no sólo fue el cerebro de la visita de Vives a España como si de un Jefe de Estado se tratara, sino que ella está detrás del gran concierto que prepara el artista para el próximo 15 de diciembre donde volverá a demostrar que sólo los cerros orientales de Bogotá son los que envejecen.
¿Cómo empezó el romance entre Carlos Vives y Claudia Helena?
De niñas, Claudia Elena Vásquez soñaba con su príncipe azul. Se lo imaginaba como un hombre de saco y corbata que cumplía religiosamente un horario como gerente de banco. Un tipo serio, responsable que solo hablaba de números. Al fin y al cabo, ella era una paisa emprendedora que se había preparado como ingeniera química.
La vida la vino a poner al lado de un poeta. Lo conoció mientras grababan el video de la canción Déjame Entrar, quedaron flechados y poco importó que el cantante estuviera casado con Herlinda Gómez. Después de meses de un romance a escondidas, la actriz puertorriqueña, con quien Carlos también tuvo dos hijos, contrató a un detective privado quien, con reveladoras fotos, demostró la infidelidad. Vives se divorció y casi al instante, se comprometió con la exreina de belleza.
Ella nunca había estado con un artista y por eso se sorprendió al ver que Vives. A pesar de su estatus, era un niño grande que para ser feliz se conformaba con muy poco. Antes que cantante, era un entusiasta todero al que lo tenía sin cuidado su éxito prematuro: 12 millones de copias vendidas, 36 premios y 7 Grammys latinos.
Entre 2003 y 2012, Carlos Vives decidió retirarse de los estudios de grabación para montar con Guillermo, su hermano, a Gaira, un restaurante de comida costeña en el norte de Bogotá. Viajó con su con su grupo La Provincia para rememorar épocas gloriosas y tristemente pasadas, apoyó a nuevos músicos como Adriana Lucía, con la que consiguió su único Grammy como productor, y, sobre todo, se concentró en la crianza de Elena y Pedro, los hijos que había tenido con Claudia Elena.
Los problemas empezaron a aparecer con los años, la sociedad con Guillo, su hermano, se rompió de la peor manera y no pueden ni verse. Nueve años duró el retiro hasta que Claudia Elena entendió que tanto talento no podía desperdiciarse. Ella curó las heridas. Literalmente le lavó el pelo, le limpió la cara, organizó comidas para él, reestableció su ego y entonces vino la explosión.
Vives se lo pensó dos veces. Su regreso sería más difícil que su debut como baladista de rock en los bares de Chapinero a principios de los años ochenta. Sin embargo, en esa época, no contaba con una Claudia Elena.
Primero fue Corazón Profundo, el disco que grabó entre los años 2012 y 2013, en donde el estricto rol de mánager que ejerció la ingeniera Claudia Elena fue fundamental para vender más de 400 mil copias en Colombia y recibir dos discos de platino. Canciones como Volví a nacer, una expresa declaración de amor a su esposa, se convirtieron en clásicos inmediatos. El éxito del disco, sumado a su participación como jurado en La Voz, lo situaron de nuevo en la primera línea del panorama artístico nacional.
Silenciosa, malgeniada, controladora, Claudia Elena es el polo a tierra de Charly, como cariñosamente le dice. Ella, como Mercedes Barcha, con ese otro loco genial que fue Gabo, es quien lleva las riendas de la casa, la que regaña y educa a los hijos mientras Carlos es solo el papá querido y juguetón quien ya ha visto crecer a sus hijos ya quinceañeros. Ella le proporciona la estabilidad que necesita el genio para crear y es el secreto de porqué a sus 62 años sigue siendo el mismo joven inquieto y carismático que vimos en los ochenta en Pequeños Gigantes, sólo que más sabio y, sobre todo, más guapo.
Los primeros negocios de Claudia Helena y Carlos Vives juntos
En los primeros meses de 2010, cuando las mujeres visitaban el recién inaugurado Spa Chairama en el norte de Bogotá, contenían la respiración al ver a ese atractivo personaje macizo, con pinta rasta y sonrisa amplia que les recordaba a Carlos Vives.
En efecto, era Carlos Vives quien no dudaba en recomendar cremas, jabones y tonificantes de piel a la sorprendida clientela. Sin prejuicio alguno, atendía a los clientes en el recién inaugurado Spa de Claudia Elena, la querida Miss Colombia que lo dejó todo por amor. Y mal no le fue,