"Nunca transitaremos por los mismos caminos por donde transitaron los desaparecidos, los asesinados, los torturados y los prisioneros”. JAVIER GIRALDO.
Son los recuerdos de la infancia y adolescencia acumulados en el avatar de los desplazamientos, el testimonio de quienes vivieron la tragedia, el despojo y la tortura y en su senectud se atreven a cuestionar la historia que narraron sus verdugos, es la versión del hacha y el machete y la manguala del papel y las tinterilladas que obedecieron a la argucia de los despojadores de la tierra; es la dignidad campesina que no se resigna a transigir a pesar de los desplazamientos y supuestas verdades institucionalizadas en los medios oficiales, como define Miguel Eduardo Cárdenas en “Salvo la Ilusión Todo es el Poder”.
(...) “La historia reciente del país se resiste a claudicar ante la inercia falsificadora de la ‘verdad’ oficial y descubre con un valor insoslayable, en un territorio en el que la dignidad sucumbe ante el embate del terrorismo de Estado o la violencia, la naturaleza mendaz y abyecta de las clases dirigentes y los hilos ominosos que controlan el devenir de las sociedades desde los centros de poder”.
A pesar del tiempo, aún los hijos expósitos de la otrora Andalucía de los Cuindes siguen esperanzados en que la justicia llegue y se condene al Estado por el genocidio institucionalizado que una jauría de esbirros cometió contra unos indefensos campesinos considerados supuestamente “portadores de ideologías extrañas”.
El 17 de abril de 1952 el gobierno de Colombia firmó con Estados Unidos el Acuerdo Militar de Asistencia Recíproca, durante la presidencia (E) de Urdaneta Arbeláez, ¡que habría de contrarrestar el supuesto avance del comunismo en esta parte del continente y hacer cierto el eslogan fantasioso de los gringos América para los americanos. En tal condición, un dictador ultramontano empeñó la cosecha cafetera de los colombianos para comprar armas y helicópteros y tres mil bombas napalm al gobierno de los Estados Unidos para expulsar del territorio a miles de familias campesinas de Villarrica y Sumapaz acusadas de ser “ejes del mal y cómplices del comunismo internacional”. ¡Qué insensatez! ¡Solo tenían unas cuantas escopetas de cápsula y fistos y algunos revólveres que “Resortes!, Marcos Jiménez, contrabandeaba y vendía a las incipientes guerrillas y la columna Luis Carlos Prestes que huía desde El Davis con 140 campesinos harapientos, sin pan, sin luz, ni patria, en los umbrales de la tercera fase de las guerras campesinas de Villarrica.
Muchos años después los campesinos enmontados de Villarrica, verdaderos fundadores de las Farc, negociaron con el gobierno colombiano la entrega de armas, a cambio de “dos pantalones de dril, un par de tenis y una camisa” como en la segunda fase de las guerras campesina de Villarrica en 1953.
Los negociadores de la Paz en la Habana olvidaron que el origen del conflicto armado se inició en las estribaciones de las cordilleras y cafetales de Villarrica poco tiempo después que las élites de los partidos envenenaran el alma de los campesinos para que se mataran entre sí y robarles la tierra con argucias y leguleyadas. Tal vez Jacobo Arenas, Ciro Trujillo, Isauro Yosa y Richard, el héroe de la guerra de Trincheras, no tuvieron tiempo de escribir este triste episodio que aún ensombrece la historia de nuestro pueblo. Se llevaron a la tumba un acervo de sueños, mentiras y verdades.
