El presentador del collar de arepas que ganó el India Catalina

El presentador del collar de arepas que ganó el India Catalina

Santiago Rivas con su figura poco convencional en la serie Los Puros Criollos de Señal Colombia, derrotó a los presentadores de corbata. ¿Cuál es su gracia?

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marzo 17, 2015
El presentador del collar de arepas que ganó el India Catalina

Mientras en Cartagena lo anunciaban como ganador del Premio India Catalina como mejor presentador de entretenimiento, Santiago Rivas se gozaba el Festival Estéreo Picnic en Bogotá. Aunque le alegraba estar nominado, Rivas prefirió mantener distancia y no gastar dinero en un traje de diseñador para la ceremonia.

Contra todo pronóstico, el hombre gordo, calvo y de barba espesa que aparece en Los Puros Criollos de Señal Colombia con un collar de arepas al cuello, en busca de restaurantes y puestos callejeros donde le expliquen la procedencia del que llama “disco de harina de maíz”, escupió a la cara al estereotipo de presentador de entretenimiento que plantea la televisión colombiana. Santiago, además de no verse como un presentador, no se escucha como uno. Habla sin pausa, con acento bogotano, y escudriña en su vocabulario términos complicados que luego explica desde el concepto de la Real Academia Española. La habilidad con las palabras la aprendió del negocio familiar: el de los crucigramistas.

Su papá llegó al diario bogotano La Prensa en 1996 con los crucigramas dominicales. La experimental idea se convirtió en Cruciperversus, un negocio que hoy publica en El Tiempo, ADN, El Heraldo y otros medios del país, con un paquete que incluye sudokus, que Santiago es capaz de resolver mientras un colombiano promedio trata de entender cómo puede llenarlos.

Santiago acabó el bachillerato en el Gimnasio Campestre y se fue en seguida a la Universidad Nacional a estudiar Artes Plásticas, al tiempo que colaboraba con Cruciperversus. A pesar de no graduarse aún de la universidad, por problemas que tilda de “burocráticos”, trabajó en el mismo Gimnasio como docente de artes durante cuatro años. Un día, por recomendación de algunas amigas, llegó a la oficina del director y productor de tv Néstor Oliveros, que buscaba a un presentador que grabara el piloto de una serie que hablaría de los símbolos de la colombianidad. Santiago grabó y cuando el formato recibió el aval de los dueños del presupuesto, le pidieron a Néstor que cambiara a Santiago y pusiera en su lugar a alguien que se ajustara más al común de los presentadores. Néstor, encantado con el talento de Santiago, explicó que ya no se podía cambiar porque habían avanzado suficiente en las grabaciones y además, por presupuesto era imposible empezar de nuevo. Lo del avance era mentira. Lo del presupuesto, es verdad. Santiago dice que el canal nunca tiene plata.

Grabaron los 13 capítulos de la primera temporada con viajes por todo el país, hablando del Divino Niño, la ruana, el vallenato, el aguardiente, Macondo, la panela, el sombrero vueltiao, la camiseta de la selección, los corridos prohibidos, el río Madalena, las láminas de las Chocolatinas Jet, las esmeraldas y el escudo nacional. Más que estudios, Santiago dice que fueron programas de pura lógica criolla.

Luego de acabar, satisfecho con lo logrado, se dedicó a otras cosas y guardó los capítulos de la serie como el chiripazo en la televisión, a la que llegó sin experiencia. Meses después, Néstor lo llamó de nuevo y le contó que por los buenos comentarios en las redes sociales y las benévolas críticas de los que sabían de tv, los dueños del presupuesto habían decidido apostar a una segunda temporada con él nuevamente como presentador. Esta vez no dudaron. Exigieron que lo hiciera el tipo gordo, calvo, de barba espesa, que hablaba sin pausa, con acento bogotano, humor, sarcasmo y apuntes políticos acertadísimos.

Así llegaron los demás capítulos de Los Puros Criollos, que han reinventado el concepto de entretenimiento en la televisión colombiana. La serie –que completa 63 capítulos en su tercera temporada-  pone a chefs de alta cocina a opinar sobre el almuerzo ejecutivo, el corrientazo o el ‘combinado’ que trae arroz, fríjoles y huevo, que venden en el centro de Bogotá por $1.000; convierte a indigentes en panelistas expertos en las características de los perros criollos; explora las misceláneas de barrio en las que se consigue desde una calculadora hasta un peluche, o enseña que el oficio del mecánico nació gracias a un paisa y que las gallinas criollas llegaron a Colombia bajo el brazo de los españoles a Santa María la Antigua del Darién, que ahora es el municipio de Unguía, en el Chocó.

Después la primera temporada de la serie, Santiago ha sido presentador de Señal Deportes y En Órbita –que maneja contenidos culturales para televisión, radio e internet-. Hoy se estrena como creativo de Señal Colombia, donde es asesor de contenidos de los demás programas. Sobre los otros canales privados y demás programas de televisión, no se ha aventurado porque su carrera lo enseñó a ver a la televisión convencional como un enemigo que embrutece. Además de eso, no quiere que lo censuren y obliguen a dejar de lado los chistes sobre Pachito Santos y los corrientazos a los estudiantes.

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