Esta semana que termina fue de especial importancia para todas las mujeres y hombres en Colombia.
Tan solo un día después de la celebración del Día Internacional de la Mujer se conoció la primera sentencia dictada por la Corte Suprema de Justicia por feminicidio en Colombia, y a finales de la semana se dio a conocer la primera condena por tortura sicológica a una mujer.
Estas dos noticias dejan entrever que estamos avanzando hacia un cambio cultural que nos invita a repensar el tema de la violencia contra la mujer en el país.
Un país en donde en promedio mueren dos mujeres por día. Muchos aún opinan que las mujeres que sostienen y se quedan en relaciones abusivas es por que les gusta que les peguen y los medios siguen titulando noticias sobre la muerte de mujeres a manos de su parejas como crímenes pasionales, líos de faldas o ataques de celos.
Por eso estas dos condenas son el inicio de una nueva manera de ver la violencia de género en el país. Es la confirmación justa y legal de que los homicidios y crímenes antes dramatizados y descritos entre el amor y la pasión, son asesinatos cometidos a manos de hombres muy enfermos contra mujeres inocentes. Mujeres cuyo único error fue no haber encontrado ayuda a tiempo para salirse de las relaciones que sostenían con ellos.
Las sentencias destacan la gravedad de los hechos y en ambos casos resaltan el rol del victimario como autor central de los tristes sucesos.
En ambos casos, ni el amor ni la pasión están relacionados con los abusos, las torturas y los asesinatos descritos en los documentos legales.
El amor y la pasión, sentimientos tan especiales, nada tienen que ver con sucesos tan tristes y trágicos como los conocidos a través de las sentencias esta semana.
La muerte de Sandra Patricia Correa y las torturas recibidas por Edelmira Londoño García no se dieron en vano. Son de hoy en adelante los primeros indicios de un cambio cultural que podría evitar otros feminicidios y nuevas torturas.