Narcoentretenimiento: el atajo lógico
Opinión

Narcoentretenimiento: el atajo lógico

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marzo 14, 2015
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Como alguna vez lo sostuvo hasta el cansancio el profesor Mockus, uno de los problemas estructurales de nuestra sociedad es la cultura del atajo. No se equivocaba. Día a día, ese afán persistente de llegar primero, tomando el camino más corto y más fácil se evidencia en lo ciudadano, en lo político, en lo económico y hoy en día en nuestras narrativas, o al menos, en las narrativas que exportamos y de paso, en la realidad que negamos.

El atajo en materias narrativas —y sus productos exportados— se refiere a repetir hasta el cansancio formulas que han demostrado su éxito. Por supuesto, industrias como Hollywood se basan en la reiteración de formatos e historias idénticas, en el mejor de los casos, contadas de forma distinta. En eso se basa la solidez de una industria, en su capacidad o incapacidad de estandarizar productos y servicios.

No obstante, hay atajos más dañinos que otros y este parece ser el caso de los atajos narrativos que apelan al prejuicio o al  imaginario colectivo negativo, como materia prima. Es una inversión sin riesgo, una ecuación de expectativas en su nivel más elemental. Aritmética pura. Rating. Atajo.

Este exceso de lógica económica, esta dictadura de los resultados y su placer instantáneo e irreflexivo, ha traído consigo como fatal consecuencia, la construcción de un imaginario de identidad colombiana, en el exterior, relacionado con el crimen y el dinero fácil. Versión capo, versión prostituta. Nuestra única realidad posible al parecer. El ejercicio internacional de asociación más “lógico”. Colombiano: narcotráfico.

Hace unos días tuve la oportunidad de leer un maravilloso libro escrito por Gianni Rodari, un periodista y escritor de historias para niños; el texto se llama la Gramática de la Fantasía, el cual, con considerable éxito, trata de combatir la tragedia del mundo lógico/adulto, a partir de la invención, del juego, del error como detonante de mundos y universos, de la fantasía como acto de humanidad. Creatividad en su estado más íntimo.

También Antonio Machado echaba de menos en el mundo la fantasía, esa sequía narrativa que se evidencia en los productos, versión novela o versión película, que exportamos y se ven masivamente en el exterior. Ese atajo que construye un negocio, mientras destruye una identidad como país.

Lo más paradójico de esta situación es que niega una realidad irrefutable de Colombia, y es su condición y capacidad de crear, recrear, reproducir e inventar fantasía. Basta con recorrer las calles de cualquier pueblo o detenerse ante un muro de nuestras ciudades cargado de color,  para tener los suficientes insumos para dar rienda suelta a nuestra imaginación e invención. En Colombia lo fantástico se da silvestre. Cae de los árboles o se eleva en las tardes calurosas. Polvo mágico.

Muy diferente serían nuestros tránsitos por los aeropuertos, o nuestras primeras conversaciones con extranjeros si apelando a nuestra condición —y bendición— de seres fantásticos contáramos y exportaramos historias llenas de esplendor y perplejidad, de personajes envueltos en matices y eventos que apenas pasaron en la realidad pero que se hicieron eternos en nuestra imaginación. Simple, si contamos lo que también somos.

Si aún no logro convencer a los creyentes del mundo lógico, vale la pena mencionar nuestra prueba más irrefutable: Cien Años de Soledad.

@CamiloFidel

 

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